“Si Manuel Belgrano viviera privilegiaría la educación y la economía”
De Manuel Belgrano todos sabemos que creó la Bandera Nacional en 1812 y fue abogado, economista, periodista, político, diplomático y militar. Así figura en los manuales de historia. Sin embargo hay otros aspectos suyos menos conocidos. Y los comparte en una publicación del Ministerio de Cultura de la Nación, nada menos que su chozno nieto, Manuel Belgrano, licenciado en Administración Agraria y actual presidente del Instituto Nacional Belgraniano.
Cabe acotar que el descendiente del creador de la Bandera es un habitual participante de las conferencias virtuales organizadas desde el comienzo de la pandemia por el Instituto Belgraniano de Venado Tuerto, que preside Antonio ‘Tito’ Sagripanti, con el objetivo de mantener vivo el inmenso legado del prócer.
Dicha modalidad a distancia se volvió indispensable a partir de la crisis sanitaria desatada en el que había sido establecido por el Gobierno nacional como el Año del General Manuel Belgrano, dado que en junio de 2020 se conmemoraban los 250 años de su nacimiento y los 200 años de su paso a la inmortalidad.
Un aspecto que distingue a los belgranianos venadenses es que, por su intermedio, el Concejo Municipal aprobó por unanimidad el miércoles 6 de noviembre de 2019, que desde el 1 de enero siguiente la documentación oficial de la ciudad lleve impreso el recordatorio: “2020, Año del General Manuel Belgrano”, precisamente por conmemorarse los 250 años del natalicio del prócer y el bicentenario de su fallecimiento. En consecuencia, Venado Tuerto fue una de las primeras ciudades argentinas en instituir el 2020 como el “Año de Belgrano”, antes incluso que la Nación.
Sangre belgraniana
Tras destacar que siente orgullo por su antepasado, cosa que demuestra participando activamente en la difusión de la vida, la obra y los valores éticos del patriota revolucionario, el Manuel Belgrano contemporáneo relató: “Yo desciendo de Manuela Mónica, hija del General Manuel Belgrano de su relación con Dolores Helguero, en Tucumán, donde permaneció desde 1816 hasta 1819. A los cinco años, Manuela Mónica vino a Buenos Aires para criarse y educarse con la familia de su padre, y se casó con Manuel Vega Belgrano, un primo, con quien tuvo tres hijos: Manuel, Carlos y Flora Vega Belgrano, quien se casó luego con su tío, Juan Carlos Belgrano. De esa relación nacieron Manuel, Mario y Néstor Belgrano, mi abuelo. Ellos son los primeros descendientes directos del General con el apellido Belgrano. Yo soy descendiente directo de Belgrano, así como de una hermana y de un hermano del prócer”, explica desde su escritorio el trastataranieto del destacado Hombre de Mayo.
“Belgrano fue un gran estudiante, con una formación excepcional y un bagaje de conocimientos que le dio una gran apertura. La gran obra de Belgrano parte, en primera instancia, de su formación. Tuvo la oportunidad de ir a estudiar a Salamanca, en España, una oportunidad que no muchos tenían en esa época. Al estar en Europa, vivía in situ los acontecimientos de la época. Vivió así la influencia de una Revolución Francesa en España, lo que eran las Juntas españolas, y tuvo mucho trato con economistas. Siempre se destacó como estudiante. Fue el primer presidente que tuvo la Universidad de Salamanca en lo que es la Academia de Derecho y Práctica Forense. Siendo un indiano, ocupar ese cargo era algo que lo distinguía”, resumió.
También señaló que estando en Europa le llamó mucho la atención la economía política, tanto es así que “Belgrano es el primer economista que viene a estas tierras, por eso el 2 de junio, día en que él asume como secretario perpetuo del Real Consulado -un órgano económico-, se celebra en todo el país el Día del Graduado en Ciencias Económicas”.
“A los 20 años envió una carta al papa Pío VI en la que le solicitaba leer los libros ‘prohibidos’, que eran libros que hablaban de una economía abierta y liberal. El Papa le concedió esa ‘licencia’ o facultad de leer, durante toda su vida, esos libros de autores condenados y herejes, custodiando que no pasaran a manos de otros y exceptuando los pronósticos astrológicos, que contienen supersticiones, y los que ex profeso tratan de asuntos obscenos”, puntualizó.
Además, enfatizó que “Belgrano es el gran precursor de la educación y de la escuela pública y gratuita”. Y describió que “ejerciendo el cargo de secretario del Consulado fundó escuelas, academias de dibujo, de matemáticas, de artes y oficios, de comercio, y fue impulsor de la primera compañía de seguros La Confianza. Una muestra de la importancia que le da a la educación es esta historia: luego de la Revolución de Mayo, Belgrano recibe un cheque de 40.000 pesos por sus campañas de Tucumán y Salta, y los dona para hacer cuatro escuelas. Él se guarda el derecho de hacer el reglamento de esas escuelas, un reglamento revolucionario para la época, donde destaca también el rol del docente: ‘El maestro, en todos los actos públicos o patrios, tiene que estar al lado de la máxima autoridad y se lo debe de considerar un Padre de la Patria porque es el que enseña, es el que transmite los valores a los futuros ciudadanos que serán futuros gobernantes, empresarios, etc.’”. Cabe acotar que nada menos que Domingo Faustino Sarmiento, siendo presidente de la Nación, reconoció a Manuel Belgrano como el gran educador en el discurso inaugural del Monumento a Belgrano en Plaza de Mayo.
Bandera propia
“El 13 de febrero de 1812 Belgrano pide al Triunvirato la autorización para usar una escarapela. Se encontraba en Rosario (Santa Fe), fortificando las orillas del Paraná ante posibles enfrentamientos. Pensaba que íbamos a tener la misma insignia, la de la bandera española, de color rojo. Pero el 18 de febrero el Triunvirato lo autoriza a usar una escarapela blanca y celeste, la Escarapela de las Provincias Unidas del Sur”, evocó el presidente del Instituto Belgraniano. Y añadió que “el 27 de febrero, al inaugurar la Batería Independencia, le comunica al Triunvirato que ‘teniendo la necesidad de izar bandera y no teniéndola la mandé a hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional’. En ese momento, el Triunvirato no autorizó su uso, porque no tenía pensado cortar los lazos con España, pero Belgrano no recibió a tiempo esa carta”.
“Si leemos entre líneas y analizamos ese documento, la bandera es blanca y celeste, no azul. Y los colores no los pone él, no es por el manto de la Virgen, ni son los colores del cielo, las nubes, el río Paraná ni los colores borbones. Belgrano respetó los colores de la escarapela. Todos estos detalles están validados por los documentos que se encuentran en el Archivo General de la Nación”, sentenció.
También es importante analizar las expresiones de Belgrano en ocasión de la jura de la Bandera, en Jujuy, el 25 de mayo de 1812: “Ustedes ven en manos de él (portaba la bandera el barón de Holmberg, un noble, como era el protocolo para una bandera de esa época) por primera vez la Bandera Nacional que os distinguirá de las demás naciones del globo”. De alguna manera, eso significa “una suerte de Declaración de la Independencia unos años antes de 1816”, sostiene el Manuel Belgrano contemporáneo.
El país que soñó
“Si Manuel Belgrano viviera haría hincapié en cuestiones vinculadas a la educación y la economía, sin ninguna duda. Lo social se desprende de la economía y de la educación, que son los dos grandes valores que hay que saber manejar muy bien para construir una Nación. Con una buena economía, sana, y con una muy buena educación, vamos a tener una gran Nación. Belgrano fue un gran predicador y un hacedor de esos dos aspectos y creo que hoy estaría encauzado por el mismo lado”, aseguró su descendiente.
Más intelectual que militar
Sus primeros años de estudio los cursó en su casa, con maestros particulares, tal la costumbre de la época. A los 14 años ingresó al Real Convictorio Carolino o Real Colegio de San Carlos, donde estudió latín y filosofía, diplomándose como licenciado en esta última. Era el colegio más importante de la Ciudad de Buenos Aires, en los tiempos de la colonia y de severa disciplina. Estaba instalado en el antiguo edificio del Colegio Jesuita, junto a la Iglesia de San Ignacio. Los requisitos para ser admitido eran, entre otros, ser de primera clase, hijo legítimo, saber leer y escribir, y ser de familia cristiana. Fue el antecedente del Colegio Nacional de Buenos Aires.
El éxito como comerciante de Domingo Belgrano le permitió enviar a sus hijos Francisco y Manuel a estudiar a Europa, con el deseo de que ambos se formaran en Comercio. Torciendo ese mandato, Manuel optó por estudiar Derecho. Cursó sus estudios en las universidades españolas de Salamanca y Valladolid. Se graduó a los 18 años, como Bachiller en Leyes, con medalla de oro, dedicándose a la economía política. La Real Cancillería de Valladolid lo habilitó como abogado.
En su juventud, Manuel Belgrano siguió las ideas de su generación, impulsadas por la Revolución Francesa: “Se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos que impedían al hombre disfrutar de sus derechos”.
Educación, esa obsesión del patriota
“Esos miserables ranchos donde se ven multitud de criaturas, que llegan a la edad de la pubertad sin haberse ejercitado en otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto. Uno de los principales medios que se deben adoptar a este fin son las escuelas gratuitas, a donde puedan los infelices mandar sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción; allí se les podrán dictar buenas máximas, e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde reine la ociosidad, decae el comercio y toma su lugar la miseria”. (Memoria Consular – 1796).
“¡Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios, que los gobiernos reciban el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza y la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos!” (24 de marzo de 1810).