Los Villegas encontraron en el sur santafesino “su lugar en el mundo”
Hace varios años que, por razones políticas, económicas y sociales, es masivo el exilio de venezolanos hacia destinos de todo el mundo. Argentina y, en particular, Venado Tuerto, figuran entre esos puntos geográficos elegidos para radicarse y comenzar una nueva vida, resistiendo el desarraigo y la lejanía de los afectos.
Una de esas tantas familias es la de Enrique Villegas, su esposa Yesenia Ochoa y sus pequeños hijos Enrique y Antony. Todo comenzó en unas vacaciones en Isla Margarita, donde los oriundos de Maracay conocieron a los venadenses Martín Máspoli y Silvana Bustos, quienes los tentaron a probar suerte en el sur santafesino ante la delicada situación que padecía Venezuela, y que amenazaba con empeorar, con huelgas, desabastecimiento, persecuciones y muertes. Apenas los habían conocido, pero les inspiraron confianza y los argentinos no vacilaron en ofrecerles una vivienda en préstamo para alojarse en los primeros tiempos. Unos cuantos meses después, Enrique y Yesenia se decidieron y el 5 de agosto de 2017 arribaron vía aérea a estas llanuras junto a sus chicos.
Familia feliz
Cuatro años y medio más tarde, los Villegas se declaran una “familia feliz”, y a pesar de la pobreza, la inflación y las desigualdades que impactan en Argentina, profundizadas en los últimos años con la recesión y la pandemia, en la comparación con las penurias de su Venezuela, ellos sienten que Venado Tuerto es su lugar en el mundo. Y afirman que su prioridad es trabajar y producir, sin importar el rubro, para asegurar el sustento diario familiar. A la vez, no se cansan de elogiar la educación y la salud, servicios de acceso gratuito a los que consideran de “excelencia” en esta ciudad.
En Venado Tuerto y la región, los venezolanos ya se cuentan por decenas, y ellos mismos componen literalmente una de ellas, ya que enseguida se sumaron las familias de sus cuñados (Toni Ochoa con su señora Sandra y su hijo Taylon -argentino-, y Maryuri con su esposo Saúl -es empleado de Corven- y su hijo Cristian). Todos con el mismo afán de progreso, una vez agotadas las ilusiones de edificar un futuro venturoso en su tierra. Hoy, los 10 venezolanos residen en la amplia casa de dos plantas que alquilan en Libertad y Roberto Cavanagh.
Clima irrespirable
“Yo soy ingeniero civil y contador público, y tenía una empresa constructora y una distribuidora de naranjas y jugos, y mi esposa Yesenia, también contadora, gerenciaba dos clínicas. Eran muy buenos ingresos, pero llegó un momento en que la inflación todo lo devoraba y nada alcanzaba. Y a eso se sumó la escasez, porque los productos básicos desaparecían de los mercados, había que hacer largas filas en la madrugada para poder comprar alimentos y los costos se disparaban del día a la noche. Además, sin inversiones, ningún servicio funcionaba, incluyendo educación y salud. Y el clima político era irrespirable”, describió sobre sus últimos tiempos en la Venezuela chavista.
“Allá quedaron mis propiedades, al cuidado de mi hermano; solamente vendí un camión, una retroexcavadora y mi automóvil Nissan. Con ese dinero pudimos sostenernos en los primeros meses de estadía”, relató Villegas, quien aseguró que están en contacto diario con sus familiares y amistades y lamentó que “las cosas no cambiaron en Venezuela” y que “el régimen político sigue siendo autoritario y opresivo”.
Aunque prefiere no entrar en “temas políticos”, sostiene que “en el comunismo no se puede pensar diferente y es por eso que se siguen sumando exiliados por millones, a veces vendiendo sus propiedades a precio vil para poder salir. Sé de familias que se desprendieron de hermosas casas, con piscina incluida, por 10 mil dólares. Es triste todo eso porque nuestro país es muy bello y siempre añoro volver algún día, aunque sólo será de visita, porque nuestra radicación en Venado Tuerto es definitiva”, subrayó, mirando a los ojos a sus dos hijos.
Manos a la obra
Apenas afincado en Venado, y mientras iniciaban los trámites de documentación, el matrimonio distribuyó decenas de carpetas de antecedentes profesionales en busca de trabajo. Así, Enrique se desempeñó en la constructora Ledesma Porta, hasta que la crisis paralizó la actividad por un buen tiempo, sufriendo otro revés con el comienzo de la pandemia y el aislamiento estricto en 2020. Lejos de deprimirse, apenas la situación sanitaria mejoró, el caribeño se dedicó al asesoramiento y cálculo de presupuestos en las obras de su cuñado Toni, que montó su propia pyme y muestra orgullosamente sus virtudes en el oficio a través de las redes sociales.
Mientras tanto, Yesenia, que es contadora, además de incursionar en tareas administrativas del ámbito privado, aportó a la economía hogareña desde el vamos con la elaboración de las tradicionales arepas. Hasta que se dio la oportunidad de adquirir un carro bar y tampoco dudaron. Hoy, bajo el nombre de Sazón Venezolano, sobre la vereda de Libertad y Cavanagh, ofrecen variadas comidas típicas venezolanos, como tequeños, arepas y empanadas, que gustan mucho a los venadenses y las buscan en el carro bar o las solicitan al teléfono móvil 3462-365341.
Además, Enrique destacó el apoyo del gobierno municipal y elogió en especial a la directora de Emprendedurismo y Economía Social, Camila Vicente, por la organización y frecuencia de las ferias en los espacios públicos. “A nosotros también nos invitaron a participar y los resultados con las comidas típicas son muy positivos”, agradeció.
Asimismo, como él mismo transportaba a domicilio los productos de Sazón Venezolano, descubrió que la cadetería podía ser una buena fuente de ingresos y enseguida se lanzó a la actividad, en la cual trabaja diariamente, prestando servicios a decenas de clientes que le depositan su confianza en cualquier tipo de encargue. Se llama Cadetería Venezolana y el teléfono móvil es 3462-301018.
Acento y cordialidad
“La gente de Venado nos trata muy bien y les resulta muy simpático el cantico (NdR: acento). También considera que somos muy honestos, cordiales y trabajadores… y no se equivocan”, dice Enrique, con picardía. “Claro que en los comienzos no fue fácil porque nadie nos conocía, pero con el tiempo nos ganamos la confianza y estamos trabajando muy bien en todas las actividades que emprendimos”, reveló.
Con la ilusión intacta de volver a aplicar en algún momento sus conocimientos profesionales en la construcción, Villegas se trepa con agilidad y orgullo a su moto para cumplir los servicios de cadete que le encomiendan, siempre con una sonrisa amplia. “Todo sirve, la construcción, la gastronomía, la cadetería, lo importante es trabajar con honestidad. Sobre esa base, todo sueño se puede hacer realidad, sin importar nacionalidad ni especialidad”, sentenció.