Adolescente venadense que presenció el homicidio de su padre y terminó condenada
Por Ornella Pazzi
Paralizada, en shock. Así describió Milagros su estado cuando la fiscalía y el juez le cuestionaron por qué no impidió que su novio asesinara a su padre. En ese momento tenía 16 años. Alejandro Romero, 3 años mayor que ella, era su pareja desde hacía varios meses y la violentaba física, psicológica y sexualmente.
El mediodía del 18 de diciembre de 2020 él le advirtió que apuñalaría a su papá, Osmar Cazorla, quien se oponía a la relación porque quería que su hija esperara hasta los 18 y que estuviera con alguien que “estudie y trabaje”. Bajo amenaza de que lo mismo le sucedería a su mamá y a su hermano, Milagros presenció el crimen.
Paralizada por el miedo, intentó pedir ayuda como pudo. Las puertas de la casa estaban cerradas con llave, y frente a ella Romero forcejeaba y apuñalaba a su papá. Con cada estocada le recriminaba en voz alta comentarios que el hombre le había hecho.
La adolescente golpeó la pared lindera con la casa de su vecina y más tarde le hizo señas a un vecino en busca de auxilio, sin éxito. Su pareja la obligó a limpiar la escena del crimen y asistirlo para bañarse y cambiarse de ropa, después le advirtió que no dijera nada. Ella cumplió y fue recién cuando se enteró que el asesino estaba detenido que logró vencer el miedo y comenzar a contar lo que había sucedido, pero “su relato nunca fue tenido en cuenta”.
Hoy Milagros tiene 17 y lleva más de un año presa en el Instituto de Asuntos Juveniles de Rosario, a 160 km. de su familia. Está sola, a excepción de las esporádicas y transitorias estadías de otras menores que, a diferencia de ella, vuelven a su hogar a los pocos días.
El octubre pasado el juez penal de Venado Tuerto Benjamín Révori la declaró coautora del homicidio de su padre, tildándola de “mitómana y manipuladora”. Este lunes 14 de marzo la Cámara de Apelaciones revisará la sentencia, y las nuevas abogadas de Milagros esperan que se revierta la “injusta” situación en la que se encuentra la menor.
“Obligada”
Milagros y Romero fueron detenidos apenas unos días después del crimen. La joven prestó declaración indagatoria ante la fiscal extrapenal Silvina Casas el 23 de diciembre de 2020 -con la presencia de su madre y de la defensora general Gabriela del Castillo-, y contó todo lo acontecido el día del crimen, comenzando por aclarar: “Yo fui obligada y amenazada”.
Cuando terminó le preguntaron qué sentía: “Que me pude desahogar, pero siento que ella me ve como que soy la cómplice, y no lo soy”. Una semana después, el 30 de diciembre, el juez de menores Javier Prado ordenó que Milagros permaneciera encarcelada en Rosario.
A finales de marzo de 2021 Milagros solicitó volver a ser escuchada. La ampliación de indagatoria se hizo a través de zoom. Dijo que ya se había referido al hecho, pero no al contexto. Tras recibir apoyo psicológico, estaba preparada para hablar de su relación con Romero.
Manifestó que los primeros meses todo era “normal”, pero que después él comenzó a ser violento. Recordó el primer día que la amenazó: “Me dijo que si no hacía lo que él quería me iba a matar a mi papá, o a mi mamá, o a mi hermano”. La sometió física, psicológica y sexualmente, le exigía dinero y ella comenzó a trabajar vendiendo cosas para satisfacerlo.
Se fue alejando de su familia y amigos, temerosa de lo que podría sucederles. Admitió que nunca quiso contarle a sus padres lo que ocurría por miedo a que Romero los matara y se lamentó “y sin haber hablado lo hizo, no le importó nada”.
“Víctima”
La defensa de Milagros solicitó su libertad, o subsidiariamente la prisión domiciliaria, repetidas veces. El juez Prado jamás la concedió. Sí ordenó la realización de un examen psicológico a la menor, atento a que manifestó haber sido víctima de violencia de género.
En el informe (de agosto de 2021) dos psicólogas de la Universidad Nacional de Rosario plasmaron los resultados de dicha evaluación. Describieron que la adolescente se encontraba en una “situación traumática general”, en la que “predomina la angustia y la tensión” y advirtieron que “frente a una situación inesperada responde con inhibición, quedando paralizada. Hay indicadores de vivencias traumáticas sucesivas, frente a las que quedó indefensa y siguió siendo víctima”.
Las profesionales fueron claras: “Milagros necesita estar con su familia, no solo por su edad y su dependencia afectiva, sino porque también fue víctima de un acontecimiento horroroso, y el cual seguramente le demandará un largo tiempo de psicoterapia, a fin de elaborar el trauma y las consecuencias subjetivas que se advierten actualmente”.
Condena
Previo a la realización de ese informe, en abril el fiscal Fernando Palmolelli requirió la elevación a juicio de la causa. Sindicó a Milagros como coautora del “homicidio calificado por el vínculo” de su padre. Para el funcionario, la chica de 16 años “no puede hoy escudarse de que actuó bajo amenazas, dado que pudo salirse de esa posición muy fácilmente”. Además, resaltó que “ha prestado una colaboración necesaria” ya que “sin su presencia el autor no hubiera actuado sobre seguro”.
El 20 de octubre, ya contando con los informes psicológicos, el juez Benjamín Révori condenó a Milagros. En cuanto a su temor y a las amenazas que le hizo Romero, el magistrado señaló que los intentos de pedir auxilio (golpear la pared de la vecina, hacerle señas a un vecino) y que haya tratado de evitar que ese mediodía su padre ingresara al baño (donde lo esperaba Romero) “demuestran que de ninguna manera estaba inhabilitada para reaccionar en defensa de su padre”.
Para el juez la joven “tenía el pleno dominio del hecho por previo acuerdo con el autor. Si Milagros hubiese querido salvar la vida del padre, y considerando que tenía capacidad y voluntad para sobreponerse a cualquier hipotética amenaza (…), entonces no hay explicación posible de que no haya evitado el hecho”.
Además, Révori concluyó que la menor fue la instigadora del crimen porque “de la lógica y el sentido común, cabe preguntarse qué poderoso motivo pudo tener el ejecutor material del ataque mortal para llevarlo a cabo y mediando amenazas de muerte a su novia -o su familia-, cuando es incontrastable que la amaba con todo su corazón'”.
“Hasta la Corte Suprema”
“Vergonzoso, carente de perspectiva en minoridad y género”, así definieron al fallo las abogadas Carolina Walker Torres y Agustina Taboada, quienes recientemente asumieron la defensa de la adolescente “ad honorem” y critican fuertemente todo el proceso en su contra. Insisten en la inconstitucionalidad del Código Procesal de Menores, que es inquisitivo. “Si Milagros fuera mayor no habría pasado ni un sólo día presa”, aseguran.
“Ella no fue escuchada como corresponde, a través de una cámara Gesell” (según lo indican los organismos internacionales), “ni se tuvieron en cuenta los informes psicológicos que detallan la situación de vulnerabilidad en la que se encuentra”.
Además, sostienen que el crimen de Osmar Cazorla fue un “femicidio vinculado”, circunstancia que surge clara del relato de la menor y de aquello que sí puede probarse, y que paradójicamente no fue tenida en cuenta ni por la fiscalía ni por los jueces intervinientes.
Esperan que lunes 14 la Cámara de Apelaciones de Venado Tuerto revierta el fallo del juez Revori y sostienen que de no ser así seguirán las vías legales “hasta la Corte Suprema de la Nación, e incluso hasta la Corte Interamericana de Justicia, de ser necesario”.