A pesar de la bajante, la laguna de Melincué “siempre nos tiene preparadas sorpresas”
Con más de cuatro metros por debajo de la cota de la última gran inundación, en 2017, la laguna de Melincué muestra postales inéditas, sobresaliendo en la superficie algunos islotes, como también la aparición de cientos de hectáreas liberadas por el desplazamiento de las aguas ante la sequía.
Entre los mayores conocedores de los secretos de la mítica laguna, que fuera un concurrido centro turístico por varias décadas, se cuenta el vecino Armando Senese, quien además es aficionado al kitesurf, deporte extremo que en el espejo de agua de General López halla condiciones ideales para su práctica.
Con su propio drone, el lugareño se ocupó de captar imágenes de los ‘flamantes’ islotes que la bajante dejó al descubierto, pero no luce tranquilo. Siempre recuerda que “cada inundación dejó su marca y la siguiente la superó”. “Mi temor es que ese fenómeno se repita y para evitarlo hay que trabajar hoy mismo”, convocó Senese. “Nuestro problema es que la laguna se volvió incontrolable”, reconoció, recordando que con el tiempo se extendió de 8 mil hectáreas originales hasta casi 30 mil hectáreas. “Hoy (la laguna) abarca entre 11 mil y 12 mil hectáreas, como una década atrás”, estimó. Y lo puso en números: “Bajamos de 86,5 metros sobre el nivel del mar a 82,22 en la actualidad”.
Cosas por hacer
Aunque evita entrar en controversias políticas, el nativo de Melincué consideró que “no se está haciendo todo lo que se debiera hacer” para volver controlable la laguna de una vez por todas. Sin escatimar precisiones técnicas, aludió a las distintas alternativas para mantener a raya la cota lacustre, como las defensas desde el cruce de la ruta vieja de Hughes hasta Villa Parque; la construcción de una compuerta en el puente donde trabajan las bombas; y el canal de drenaje natural que pueda descargar los excesos hídricos siguiendo los niveles hacia el este, hasta el canal San Urbano, detrás de Carreras, beneficiando así a varios pueblos de la región, manteniendo una cota máxima de 84 metros sobre el nivel del mar.
“No debemos permitir que las potencialidades turísticas de la localidad entren una vez más en riesgo por culpa de las inundaciones. Así como en los pueblos vecinos la mayor riqueza la genera la producción agraria, hoy la prioridad es garantizar las condiciones para atraer visitantes” a este humedal con reconocimiento internacional desde 2008, cuando se lo incorporó a la lista de sitios Ramsar.
Antes y ahora
Armando Senese trazó una inquietante comparación entre el viejo Hotel Balneario de la isla mayor, sepultado bajo las aguas en 1975, y el Melincué Casino & Resort, que también supo lo que es tener la crecida en sus puertas. Sin dudas, son situaciones comparables. Uno y otro edificio, a su tiempo, asumieron la condición de referencia turística. El primero, inaugurado en la década del 30, contó con 34 habitaciones y vivió una larga etapa de esplendor, cuando multitudes eran atraídas cada fin de semana por las aguas terapéuticas, barros curativos y bellos paisajes. “Era un hotel cinco estrellas de su época, comparable en sus adelantos con el Hotel Casino de nuestros días, que recibe visitantes de distintas regiones”, sostuvo. “No quiero ser apocalíptico, sólo deseo que se apuren las obras de infraestructura para resguardar a Melincué de nuevas inundaciones cuando se intensifiquen los períodos de lluvia y la condición de cuenca cerrada y desembocadura de una cadena de lagunas y canales -incluidos los clandestinos- nos pueda perjudicar una vez más”, puntualizó, sin olvidar el siempre amenazante y caudaloso canal San Urbano. Siempre fue así, rebalsa el canal a la altura de Melincué”, recordó.
Todo cambia
“Así como en 2003 y 2005 sobrevolaba la laguna para apreciar la magnitud de la inundación, ahora usé el drone para fotografiar los cayos o islotes que siempre se nombraban, pero hoy, con la bajante, aparecieron en superficie, con una consistencia rocosa, y cuya presencia podría fortalecer la oferta turística, pero para eso hay que tener un control sobre el nivel del agua”, insistió el amante de la laguna.
Ya las circunstancias no son las de antaño. Hasta las cualidades de las míticas aguas se modificaron, hoy ni siquiera son saladas (“ya no nos pueden llamar ‘lomo salado’, bromea). “Hoy el agua es totalmente potable, como lo prueba la rica población ictícola (pejerreyes) y que las embarcaciones quedan limpias, sin manchas. Esa pérdida de salinidad es probable que responda a las grandes inundaciones, pero hay que ver cómo evoluciona con el curso del tiempo. La laguna de Melincué siempre nos tiene preparadas sorpresas”, dijo Senese.