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Agó Páez Vilaró: herencia, arte y la tragedia de los Andes
La reconocida artista se encuentra recorriendo el país con el objetivo de difundir sus conocimientos.
Agó Páez Vilaró es una artista uruguaya reconocida por su talento pero también por ser la segunda hija de Carlos Páez Vilaró y hermana de Carlitos, uno de los sobrevivientes de la tragedia de los Andes. Por estos días se encuentra recorriendo Argentina de la mano de la presidente del Círculo de Escultores Rosarinos, Karina Beltrame, y en uno de los renglones de su agenda pasó por el sur provincial, más precisamente por la localidad de Chovet.
“Me encanta recorrer el interior y los pueblos de Argentina llevando el arte de mis mandalas. Este año mis talleres están referidos a mi historia y a mi hermano que es sobreviviente de los Andes”, contó en diálogo con este medio, desde el taller de la chovetense Silvana Di Fulvio, otra talentosa artista.
Agó (su nombre real es Magdalena Sofía), dijo en primer lugar que este 2024 se conmemoran los 51 años del “milagro” de los Andes (con el estreno de la película “La sociedad de la nieve” incluido) y que en relación a eso le pidieron que hiciera trabajos de arte que estén relacionados con la tragedia. “El arte nos ayuda a superar muchos momentos difíciles”, aseguró.
El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en la cordillera en 1972, fue sin dudas un momento bisagra en su vida. Tenía 16 años cuando el avión en el que viajaba su hermano junto al plantel de rugby del Old Christians Club de Montevideo se estrelló.
“Mi padre siempre tuvo mucha fe y fue el que más buscó en la cordillera. El arte, que es lo que me enseñó, nos ayudó a pasar esos 72 días de búsqueda que parecían nunca terminar”, recordó.
Conexión
La artista, admitió que su familia no lo podía creer. Pensaban que Carlitos había viajado un 12 de octubre, pero el accidente fue el 13. Ellos se quedaron en Mendoza un día más haciendo escala: “Cuando supimos fue un impacto muy fuerte. Mi padre comenzó a conectarse con los padres de los otros chicos para ir a buscarlos a Chile. Al día siguiente se fue y no paró hasta que ellos aparecieron”, relató.
Agó insiste en que lo maravilloso que sucedió fue la fe que tenían: “Mi abuela rosarina y mi madre se ‘prendieron’ de un Rosario y no lo soltaron más. Eso nos ayudó a atravesar todos los días. Era una jornada más otra. Lo peor era para mamá. Yo la miraba y veía las fuerzas que tenía y me preguntaba de dónde venía. Y eso era a través de la oración, el Rosario, su fe y de sentir que su hijo estaba vivo”.
Carlitos se había llevado al viaje un Rosario de su madre y fue con el que rezaron todo el tiempo en los Andes. “Mi madre decía que cuando miraba a la luna podía conectarse con Carlitos porque seguramente él también la estaba mirando”, agregó.
El día que se enteró de que su hermano estaba vivo, se encontraba con su otra hermana, Mercedes, en una heladería de Punta Ballena. “Mi mamá se había ido a Chile porque sabía que algo había pasado pero no tenía conocimientos de que mi hermano estaba vivo. En el momento que estábamos tomando el helado escuchamos a mi padre que daba la lista de los sobrevivientes por altoparlantes. Tiramos el helado, agarramos la bicicleta y nos fuimos hasta mi casa (la famosa Casapueblo, hoy museo), donde se encontraba mi abuela. Después de ahí nos dirigimos a Chile. Eso fue el 22 de diciembre así que pasamos la Navidad allá”, describió.
La uruguaya, afirmó que fue “impresionante después de tantos días saber que Carlitos estaba vivo” y que el encuentro estuvo desbordado de emociones: “Llegamos al hotel donde mi hermano estaba en el piso 27 o 28. De la emoción y el deseo de abrazarlo que teníamos en vez de tomar el ascensor fuimos corriendo por la escalera. Fue algo inimaginable para la familia de los 16 que sobrevivieron”.
La sociedad
Existen tres películas que narran los eventos de aquel accidente. “Supervivientes de los Andes” fue la primera película que se realizó sobre la tragedia y estuvo dirigida por René Cardona. La producción de origen mexicano data de 1976.
Luego, en 1993, llegó a las pantallas “¡Viven!”, del director Frank Marshall, que recreó la historia del accidente aéreo a partir de la novela de nombre homónimo del autor Piers Paul Read.
Finalmente, “La sociedad de la nieve”, dirigida por Juan Antonio Bayona, es la última adaptación cinematográfica del desastre aéreo de los Andes y se estrenó a principios del 2024. Está basada en el libro de Pablo Vierci y es una visión renovada de la tragedia que ocurrió en 1972.
“La primera película no permitía hablar de los fallecidos porque estaban las madres vivas. Fue muy doloroso. Pasaron 50 años y quedaba una sola mamá que sí dio el permiso y los familiares también. Fue lindo porque se habló y se respetó a esos chicos que no vivieron. Todo lo que ellos pudieron hacer se mostró y fue una película que conmovió al mundo”, aclaró Agó.
La particularidad en “La sociedad”, fue que su hermano Carlitos interpretó a su propio padre. “El director le pidió que lo hiciera, fue emotivo también”, amplió.
A su vez, anticipó que su hijo, Horacio Reyes Páez, director de cine que vive en Austria, está trabajando en un proyecto para contar una nueva cara del accidente en la cordillera. Se trata de "El Rosario de los Andes" basada en el libro de Madelón Rodríguez Gómez, que será protagonizada por Natalia Oreiro.
A diferencia de las otras películas, pondrá el foco en lo vivido por los familiares de los jóvenes accidentados: “Apunta a la búsqueda de la fe. Lo que hizo mi madre para encontrar a su hijo es una historia que no tiene fin, porque cada familia lo vivió de una manera diferente. Mi hijo quiso mostrar cómo su abuela a través de la fe pudo sostenerse”, adelantó.
Y añadió: “Enfocar el arte desde ese lugar, es algo que nos ayuda a sanar. No solo la pintura, también la música, el teatro, la escritura. Tomar conciencia de que es una forma para atravesar muchas dificultades que todos vivimos hoy en día en este mundo tan contaminado. Y ojalá todos los niños puedan adquirir el arte que se nota que les gusta”, se esperanzó.
Papá
El pasado sábado 24 de febrero, se cumplieron diez años de la muerte de Carlos Páez Vilaró, y el periodista especializado de El Litoral, Juan Ignacio Novak, lo recordó en una columna como una figura significativa para el arte latinoamericano en general y rioplatense en particular. “Su obra, gestada a partir de elementos de la tradición afrouruguaya, mixturados con influencias de las corrientes vanguardistas del siglo XX, sigue vigente gracias a su vitalidad y dinamismo”, aseveró.
Además, ponderó: “Autodidacta, Páez Vilaró transitó por diversos territorios. Fue pintor, muralista, grabador, cineasta, compositor, escritor y ceramista. Lo que produjo en cada uno de esos campos es la obvia derivación de un espíritu inquieto, predispuesto a interrogarse respecto a los detalles íntimos de la experiencia humana y a celebrar la belleza que existe en el mundo”.
Agó afirma tener registros de los tres años pintando con su papá y que siempre le decía que quería ser pintora: “Las inquietudes empezaron de niña cuando yo compartía su atelier, sus pinturas. Tener un papá artista ayuda, fomenta y encamina. Mi padre dedicó su vida a la creatividad. Para mi era más fácil comprender el arte que otras personas”.
Recalca que su papá lo primero que le enseñó fue a pintar el sol. “Se ve que ese círculo quedó grabado en mi. En mi investigación del arte, hice un trabajo que tenía que ver con la mística, el camino espiritual, que me volvió a conectar con el círculo y eso me llevó a crear mandalas, que en realidad son círculos que existen en todas las civilizaciones, religiones, que te conectan con el ser interior”, detalló.
De hecho, para la difusora del arte, “cuando estamos inspirados somos canales de algo superior” y “cuando sucede esa magia, que no pasa siempre, te quedas maravillado con lo que creaste”. Y siguió: “La esencia para crear la tenemos todos en nuestro interior, en nuestro corazón. Pasa que muchas veces estamos observando hacia el afuera. Cuando hacemos el camino hacia adentro de nosotros mismos, descubrimos que la creatividad vive en el interior. Conectarnos con nuestra esencia nos permite poder crear, eso nos da alegría y felicidad”.
Y cerró: “Tomen el arte como un apoyo en la vida. Nos ayuda a sanar mucho dolor, tristezas, y a conectarnos con la alegría. Es una varita mágica que nos permite conectar con la creatividad y nos hace muy felices”.