Maestro autodidacta
Andrés Acuña: el pintor radicado en Firmat que se enamoró de los árboles
El artista plasmó paisajes argentinos con su pincel. En una muestra realizada hace 80 años en Santa Fe, se destacó su evolución desde las sutiles pinceladas hasta una expresión vigorosa del color y la espátula.
(Por Juan Ignacio Novak) - Andrés Acuña nació en 1902 y al tiempo se mudó a Firmat, ciudad del departamento General López. Allí vivió hasta su muerte, ocurrida en noviembre de 1987.
A pesar de ser autodidacta, ejerció la docencia artística y fue director de una escuela en Cañada de Gómez. A lo largo de su carrera, expuso sus obras en varias galerías y salones de arte, destacándose especialmente por su enfoque en paisajes y su habilidad en diversas técnicas artísticas, como óleos, pasteles, xilografía y monocopia.
De acuerdo a un dato que figura en el portal Arte de la Argentina, se le llamó “el pintor de los árboles” producto de su cuidado tratamiento pictórico de los mismos.
A lo largo de los años, su estilo evolucionó desde pinceladas casi imperceptibles en la década de 1920 hasta una expresión vigorosa del color y la espátula en la década de 1940. Siempre pintaba al aire libre, frente al paisaje, y según las fuentes consultadas no realizaba apuntes para trabajar en su estudio.
A pesar de su talento, en su juventud afrontó dificultades para ingresar en la escuela de Bellas Artes de Buenos Aires y tuvo que regresar a su ciudad natal para ayudar a criar a sus once hermanos.
Los contratiempos no lo hicieron claudicar: prosiguió estudiando de manera autodidacta y buscó inspiración en museos, copiando originales (una prueba de ello, según consta en la página web de Artefe, es que conservó en su estudio una reproducción de la “Marina” de Sorolla) lo que evidenció su perseverancia y su amor por el arte.
Acuña fue uno de los distinguidos por La Orden del Tornillo, una divertida idea del pintor Benito Quinquela Martín. Era, según consta en la página web de la Asociación Civil Rumbo Sur, un ámbito para premiar a artistas, deportistas, referentes y personalidades en general, “que hubieran brindado a la comunidad argentina o extranjera un legado humanitario”.
Para el genial artista de la Boca, “esa gente única que se embarcaba en acciones de bien para la humanidad estaba un poco loca, es decir, le faltaba un tornillo”.
El legado de Acuña sobrevive varias décadas después de su muerte. En su ciudad natal existe la “Casa de los Acuña”, un espacio cultural que cuenta con una colección estable que se despliega en dos salas, una de las cuales fue atelier del artista.
Para ver como se lo recuerda en su ciudad, cabe citar una entrevista realizada por Gisela Mesa para Mirador Provincial en 2021, a la firmatense Cristina Martin. Allí, esta poetisa y narradora oral recuerda una anécdota vinculada a Acuña.
“Nací en un barrio humilde de Firmat, el barrio de las cinco esquinas, en una casa de pequeño patio, donde teníamos una hamaca y un arenero para jugar con mi hermana. Me encantaba saber que vivía al lado de la casa del artista Don Andrés Acuña, quien fue luego mi profesor de Educación Democrática en el secundario. Siempre dejaba las ventanas abiertas y yo curioseaba, porque veía pinturas y esculturas que sentía que me esperaban. Un día, por suerte, don Andrés me hizo pasar y me explicó sus técnicas. Me dio un beso y me dijo: vos serás artista. Yo le dije que sí. Nunca imaginé que sería poeta”, dice Martín.
Paisajes de Acuña, en Santa Fe
¿Cuál es el vínculo, o uno de los vínculos, entre este artista oriundo de Firmat y la ciudad de Santa Fe, ubicada a casi 300 kilómetros? Una muestra realizada en agosto de 1943, hace justo 80 años, en el Museo Municipal de Bellas Artes, consistente en 32 obras de Acuña, todas ellas paisajes.
“La circunstancia de ser Acuña maestro de las escuelas fiscales confiere a su obra una condición especial. No lo juzgaremos, sin embargo, como a un maestro de escuela dilettante, sino como a un pintor que está buscando su expresión y, encaminado hacia el logro de una representación regional, se esfuerza por superar dificultades técnicas y alcanzar el fin que se ha propuesto con un empeño que debe ser debidamente valorado”, afirmó un cronista de El Litoral en su edición del 21 de agosto del mencionado año.
“En sus telas se advierte, sin mayor dificultad, que posee sentido del paisaje: enmarca bien; se emociona frente a la naturaleza, pero carece aún de suficientes recursos técnicos para lograr el equilibrio formal nece sario, ya que él se propone obtener una reproducción muy objetiva del paisaje, y no capta de él más que sus formas visibles”, agregó.
“Acuña es un pintor realista, que no parece buscar en el paisaje incitaciones de orden simbólico o espiritual o la solución de problemas plásticos, sino que simplemente se propone reproducir el paisaje de esta tierra, con sus matices diversos, poniendo en la tela algo de su emoción humana, de su emoción romántica”, afirmó después.
“Técnica y asunto, tema, motivo y expresión deben alcanzar una completa unidad en la obra de arte. Acuña está empeñado en hallarla. Debemos expresar nuestra complacencia por ello, sin dejar de exigir al artista, bien dotado y trabajador, otros esfuerzos en el sentido de dar mayor contenido a su expresión”, indicó.
“Las 32 obras señalan, así, consideradas en conjunto, evidentes progresos en este pintor que está en plena madurez y de cuya vocación y empeño pueden esperarse obras de jerarquía, como desde ya puede asegurarse observando estas felices anticipaciones”, finalizó.