El “ganar sea cómo sea” existe, pero es de corto alcance. Se podrá ganar uno, dos partidos pero nunca un campeonato. Sirve en la inmediatez. También en la urgencia. Pero el mejor camino es jugando bien al fútbol, cosa que Argentina no hizo en esta copa hasta el momento. No sólo no jugó bien, sino que jugó mal. O muy mal, como el segundo tiempo con los árabes o el primero con los mexicanos.
Dicho esto y dejando en claro que si no ganamos este miércoles nos volvemos a casa (o sea, hay que ganar), sería muy bueno que empiecen a aparecer las formas. Se jugó contra un asiático y sufrimos una derrota inesperada que nos ubicó en una posición muy incómoda de cara a la clasificación. Luego se jugó contra un americano que nos controló durante casi una hora de partido. Ahora nos toca un europeo que lidera el grupo y que es difícil imaginar si jugará a presionar y no dar espacios como lo hicieron los antecesores o si planteará un partido más abierto, más franco y también más ofensivo.
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Pero importa lo que haga Argentina, que hasta ahora hizo poco. Messi nos enseñó el camino ante México. Pero no podemos depender de él; no podemos darle, en este viaje, la obligación de que acarree con valijas, mochilas y bolsos. Hay que ayudarlo, porque toda individualidad, por más brillante que sea, depende de un soporte colectivo que en Argentina no aparece.
Scaloni probó con un equipo similar al que arrancó con México. Confía en que estos mismos jugadores que defeccionaron a gran escala en el primer tiempo, pueden cambiar la imagen. Hoy, por ejemplo, Argentina no tiene un “5” que se imponga. Paredes salió por bajo rendimiento, pero Guido Rodríguez no fue más que él. Estuvo estático, lento, de piernas pesadas. Tampoco tiene un “4”. Probó con Molina, luego llegó el turno de Montiel y ninguno hizo lo suficiente para convencer al entrenador. El flanco derecho de Argentina está en crisis. El que juegue por la punta, para marcar, aporta poca salida y menos sorpresa; De Paul está bajo y Di María no encuentra el socio que le pase por afuera para que él abra el camino con su habitual enganche hacia adentro que, por el momento, está exento del tiro al arco que se impone y que ya la dio la posibilidad de convertir goles.
Así como estas cuestiones complican, también habrá que decir que se vio más solidez en la dupla Otamendi-Lisandro Martínez que en la que jugó el primer partido (Cuti Romero-Otamendi). Enfrente, esta vez, habrá un delantero corpulento, potente, que sabe ir al choque y de buen juego aéreo como Lewandoski. Y Acuña es, decididamente, el lateral por izquierda más completo y de mejor rendimiento.
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Otro que tiene que mejorar es Lautaro Martínez. No pivotea, no se muestra para devolver paredes con Messi o para picarle en búsqueda del pase filtrado, no tuvo presencia adentro del área, salvo en los goles que le anularon ante los árabes. Lautaro es uno de los que acumuló méritos y tiene chapa en este proceso, pero no goza de buena salud futbolística y eso es preocupante. Por eso, con poco, Julián Alvarez hizo lo suyo –al igual que Enzo Fernández- para merecer que el técnico los tenga más en consideración para el armado inicial del equipo.
Hay que ganar y vuelvo al concepto del principio. En situaciones límite como la que estamos jugando, el “ganar cómo sea” tiene razón de ser, pero es de vuelo corto. Hay que ganar y lo ideal sería que fuese con un mejoramiento generalizado en el rendimiento del equipo. Animarse a jugar, a pedir la pelota, a triangular, a encontrar sociedades en distintos sectores de la cancha es el gran desafío que se debe este equipo. Alguna vez lo hicieron y eso le permitió prolongar un invicto de 36 partidos en 3 años y medio sin derrotas. Esa fue su carta de presentación en el Mundial, pero los árabes nos hicieron caer un castillo que de a poco tenemos la obligación de reconstruir.
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