Histórica victoria en el Maracaná…
Argentina resignó fútbol pero lo ganó con practicidad y oportunismo
Brasil no había perdido nunca como local, en Eliminatorias, en 64 partidos. Argentina le ganó por segunda vez consecutiva en el mítico estadio con un gol de Otamendi “a lo Passarella”. Hubo serios y vergonzosos incidentes antes del partido, que estuvo cerca de no jugarse.
Enrique Cruz (h)
Aburrieron cuando uno esperaba que divirtieran. Argentina y Brasil jugaron a contramano de su historia y de sus identidades futbolísticas. El partido fue un fiasco, porque después de los hechos lamentables y vergonzosos –un verdadero papelón- con los incidentes en la previa suscitados en la tribuna donde estaban los hinchas argentinos, con una represión lamentable y reprobable por parte de la policía, llegó un primer tiempo en el que la calificación fue tan lamentable como lo que había pasado antes del partido.
Pocos espacios, falta de claridad, tibieza ofensiva por parte de los dos y apenas una jugada de gol (muy clara) que tuvo como protagonista al jugador más sólido que tuvo Argentina en ese primer tiempo: el Cuti Romero, que sacó sobre la línea un remate desde afuera que ya había superado la resistencia de Emiliano Martínez.
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Argentina se paró con un 4-4-2 que no le dio solución al problema que ya había tenido ante los uruguayos: la falta de fútbol. Esta vez, a esa ausencia de claridad para el manejo de la pelota, le agregó una sorprendente quietud. Esa escasa movilidad hizo que Argentina no pudiera armar una sola jugada de peligro. Apenas un pelotazo largo para la subida de Acuña que terminó con un remate que fue interceptado por un defensor. Casi nada, para un equipo que tiene argumentos de sobra para producir mucho más del medio hacia arriba.
Una de las grandes dificultades se llamó Lionel Messi. Visiblemente afectado por una molestia en el aductor de la pierna derecha (el médico aprovechó varias interrupciones para masajearlo), Messi se paseó en la cancha, deambuló en ella sin poder gravitar. Y esto no deja de ser un detalle trascendente, teniendo en cuenta la importancia suprema que tiene Messi en el funcionamiento de este equipo.
Quizás dejó de lucharse tanto el partido en el segundo tiempo, pero el nivel no se modificó. Siguió desarrollándose en un marco de escasa claridad, mucho respeto, demasiada presión y escasez de espacios. Los dos plantearon un laberinto. Y Argentina logró encontrar la salida a través de una jugada de pelota quieta. Lo Celso ejecutó de manera notable el tiro de esquina y Otamendi, “a lo Passarella”, se elevó por encima de los defensores brasileños para meter un frentazo que se clavó en el ángulo de Allison. Cuando menos lo esperaba, y cuando el Dibu Martínez le había tapado un mano a mano a Martinelli en la más clara de Brasil, apareció el oportunismo argentino para convertir el gol de la victoria.
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Los técnicos hablan mucho de aquellos partidos que se definen “por detalles”. Esta es la prueba irrefutable de ello. Un partido muy trabado, sin abundancia de jugadas de peligro, que debía abrirse con alguna genialidad o una jugada de pelota quieta. Eso se llama practicidad. Y Argentina la tuvo, siendo su argumento principal para justificar una victoria que es histórica, porque llegó luego de 64 partidos que Brasil había disputado en condición de local, sin perder ninguno.
Scaloni trató de convertir en directo el ataque. El equipo se refugió del medio hacia atrás para defender la victoria parcial y achicarle los espacios a una Brasil con pocas ideas y desequilibrio individual. Con Nicolás González tirado por izquierda, más Lautaro Martínez y Di María arriba, la idea fue aprovechar esos espacios que iban a aparecer en el sector defensivo de los brasileños. Hubo una sola que Di María, luego del pase filtrado de Lautaro, dilapidó cuando en lugar de pegarle directamente al arco, hizo una de más enganchando hacia adentro y quedando luego muy tapado para el remate final.
Se festejó muchísimo la victoria. Quizás no haya mucho para rescatar desde lo futbolístico, pero estos partidos que tienen ribetes de “clásicos”, se ganan, por sobre todas las cosas. Si se puede jugar bien, mejor. Pero lo que importa es la victoria. Y Argentina lo ganó resignando fútbol, pero siendo práctico y oportunista.