Artista reconocido mundialmente: Jorge Rajadell distinguido en Sancti Spiritu
La localidad de Sancti Spiritu, recibió al artista oriundo de Rufino, Jorge Rajadell, reconocido mundialmente por sus obras hiperrealistas de la naturaleza, especialmente animales. Esta fue una actividad que partió de la Escuela Fiscal Nº 587, acompañada por la Comuna de Sancti Spíritu.
Rajadell, fue declarado visitante ilustre por el gobierno local y recibió presentes a través del presidente comunal César Bainotti, el libro del fotógrafo local, Javier Leali y una placa. “Para nosotros fue un día especial porque pudimos compartir y conocer a un excelente artista, que es un ejemplo de superación”, dijo al respecto el jefe político.
Y es que Jorge, es sordo, algo que en su carrera nunca fue un impedimento para alcanzar una innumerable cantidad de logros. “Una hermosa enseñanza para nuestros niños y que ojalá se transmita a toda la comunidad”, aseguró Bainotti.
Entre pinceles
Jorge Rajadell nació en Rufino, el 12 de mayo de 1952. Como cualquier niño de campo se sumió en la aventura de conocerlo, de caminarlo, olerlo, de verlo. Memorizó cada detalle de un nido de pájaros, el movimiento de los jabalíes, antílopes, los pumas. Su padre además tenía veterinaria y el contacto con los animales se hizo más estrecho.
Cuando tenía poco más de un año, Jorge perdió la audición por una sobredosis de estreptomicina y empezó a comunicarse con el mundo a través del dibujo. Fue prácticamente el juego de su niñez. Todo lo que veía lo convertía en imágenes.
Su padre, Antonio, amaba el dibujo, la pintura y la caligrafía. Él le enseñó el manejo del lápiz, las acuarelas y las tintas.
Cuando cumplió los nueve viajó con su madre a Buenos Aires, para iniciar un tratamiento de reeducación fonológica que duraría varios años. Los días hábiles los dedicaba por completo a su rehabilitación y los sábados, domingos y feriados a pintar al óleo con Benito Quinquela Martín, tardes en que el maestro lo instruía en el uso de los colores y lo malcriaba esperándolo con chocolate y churros.
Después siguió sus estudios en Rosario, junto a otro grande de la plástica, Marcelo Dasso, y pasó un breve tiempo por la Escuela Nacional de Bellas Artes, pero a raíz de su problema auditivo, no llegaba a comprender lo que explicaba el profesor y dejó de concurrir.
Berni para todos
A los 17 años, Rajadell conoció al maestro Antonio Berni, a través de una prima de su padre que estaba casada con un hermano del artista. Berni recibió a los Rajadell, padre e hijos, en su casa de la calle Rivadavia, en Caballito.
Antes de tomarle una prueba para aceptarlo como futuro ayudante o no, Berni se distrajo conversando con el resto de la familia. Mientras tanto Jorge tomó un papel y un lápiz que encontró en el lugar e hizo un retrato en pocos minutos.
Cuando Berni le iba a pedir que le demostrara sus habilidades, Jorge le entregó el retrato y el pintor quedó muy sorprendido al ver su propio rostro tan bien hecho y a lápiz. Entonces respondió: Con esto alcanza, se va a quedar de ayudante mío”. Y le preguntó: “¿Cuándo querés empezar a trabajar conmigo? “Hoy”, le contestó (para esta época Jorge Rajadell ya podía hacerse entender).
Al no conocer la zona, el padre de Jorge le pidió a Berni que le indicara una pensión cerca para ubicarlo. “Nada de pensiones”, le respondió Berni, y le ofreció su casa. Trabajaron juntos arduamente durante tres años y entablaron una gran amistad.
En 1972, cuando Antonio Berni decide viajar a Francia por una temporada, para continuar su obra en ese país, Jorge vuelve a Rufino. Desde entonces y hasta su radicación definitiva en Buenos Aires en 1987, recorrió varias provincias, realizando retratos por encargo y, cuando existía la posibilidad, exposiciones en hoteles e instituciones.
La influencia pictórica de Berni en la formación de Rajadell dejó una huella muy profunda. Pasaría más de una década para que, el antiguo discípulo, pudiera romper con aquellas imágenes e iniciar una búsqueda que diferenciaría claramente su producción artística.
A fines de 1987 Jorge volvió a Buenos Aires con la intención de organizar una muestra y convocó a su hermano para que lo ayudara, Roberto Rajadell, que por ese entonces tenía en sus planes vivir en las sierras de Córdoba y se sumó a un nuevo proyecto de vida. La exposición se realizó en el año 1988, en el cine premier de la calle Corrientes, y Rajadell, con el mayor de los entusiasmos por su pintura, aunque sin dinero, repartió a pie 500 invitaciones personales.
Se trató de una retrospectiva de los cuadros que Rajadell pintara mientras era ayudante de Berni, paisajes de campo y retratos. Eran óleos y óleos pastel. Para esta época Jorge ya pintaba animales domésticos, especialmente perros y caballos.
Incursionó además en la pintura surrealista hasta que llegó el animal art, al que se dedica plenamente, desde entonces. Y es que frente a un cuadro de Rajadell, sorprende el detalle casi caligráfico que logra el pintor, lo que pone de manifiesto su obsesión por imitar la perfección de la naturaleza.
Trabajo de hermanos
Jorge y Roberto Rajadell conforman un equipo de trabajo. Jorge pinta y Roberto cuida todos los detalles de la producción integral de la obra. Es su vocero, su representante, su mano derecha.
Se ocupa desde buscar los mejores marcos hasta acompañar a Jorge en la investigación del hábitat de los animales necesarios para el estudio de la naturaleza que inspira al artista. En el espacio donde pinta acumula bocetos, enciclopedias, documentales, fotos, cueros de animales, pelos, garras, nidos, piedras, paneles, ramas, pajas, todos elementos naturales que ayudan a su memoria a la hora de recrear el hiperrealismo de su pintura.
“Nosotros le damos una enorme importancia al estudio de los animales, en su ambiente natural o en cautiverio”, destaca Roberto Rajadell. En consecuencia, los hermanos han dedicado mucho tiempo a la investigación, recorriendo distintas regiones del país.
Los primeros modelos fueron los animales del zoológico y también los de la reserva de Cutini. “Se trata de estudiar las características de cada especie en su hábitat; su morfología, su forma de comer, de caminar, de mirar, su pelaje, su modo de vincularse con otros ejemplares”, explica Roberto.
Dato
En 1993, en la casa Roldan y Cía., la obra “Cebras en el Kilimanjaro” logró el mayor precio en subasta pública un artista argentino vivo. Amalia Lacroze de Fortabat adquirió esa obra para su colección de arte.
A partir de ese momento sus pinturas son requeridas por importantes coleccionistas nacionales e internacionales hasta formar parte de una serie de almanaques de miras ópticas del austíaco Swarovski.
Hoy predominan en sus obras animales salvajes en su ambiente natural. Con tendencia ecologista expresa amor por la naturaleza y sensibilidad en cada una de sus pinceladas. logrando con un solo pelo deslizar el acrílico hasta obtener la perfección en cada trabajo.