Camionera de San Gregorio: a los 32 se reinventó y no lo cambia por nada
Gisela Laguna Claro tiene 38 años y ya vivió varias vidas. Es oriunda de San Gregorio, en la provincia de Santa Fe, pero vivió y crió hijas en Alberdi, provincia de Buenos Aires, y ahora tiene su base de operaciones en Alejandro Roca, Córdoba. Trabajó en una heladería, tuvo su propio comercio, estudió Educación especial y ahora, desde hace seis años, transita las rutas argentinas al volante de enormes camiones de carga.
“Me veo como camionera y me gusta, hoy no haría otra cosa”, asegura en diálogo con Clarín Rural.
Como en muchas historias de vida, el punto de inflexión en este caso lo marcó un amor. Tras separarse del padre de sus hijas, a las que tuvo muy joven, Gisela conoció a su actual marido, un camionero que le enseñó a manejar el auto y con el cual se mudó hace nueve años de Alberdi a Alejandro Roca. Un día, hace ya seis años el patrón con el que trabajaba su marido se quedó sin un chofer y le ofreció a ella que empiece a manejar. Ella estaba sin trabajo y le dijo que sí.
“Mi marido me enseñó a manejarlo durante 15 días, arranqué con un chasis de acoplado haciendo cereal, primero haciendo viajes cortos del campo a las plantas cercanas, llevando granos a la planta de bioetanol de Alejandro Roca, o a General Deheza, a Carlota, Adelia María, Laboulaye… -recuerda-. Los primeros viajes largos fueron siempre acompañada a los puertos de Rosario, hasta que un día fui a un campo a cargar trigo que supuestamente había que llevar a un molino cercano y cuando el dueño del campo trajo la carta de porte resulta que era para llevar a Rosario. Llamé a mi patrón y le dije que me alcanzara el dinero para pagar peajes y playa en los puertos, y me fui. Esa noche no durmieron ni mi marido, ni mi patrón… era mi primer viaje largo, pero enseguida le agarré el gusto y ya arranqué”.
Ahora que sus hijas terminaron el secundario y están más grandes, Gisela tiene tiempo para estar en la ruta. Entonces decidió entrar en una empresa que realiza viajes largos y no solo transporta cereal sino también animales, contenedores y otras cosas… Por estos días estuvo llevando pollos a Pilar, en Buenos Aires, y hoy le tocó ir con un semirremolque cargado con maní en bolsones a Villa Mercedes, en San Luis. Es algo nuevo para ella, y cada tipo de carga tiene su maña, pero todo se aprende.
“Hacer algo nuevo me da un poco de nervios, la noche anterior a manejar por primera vez un semirremolque dormí re mal”, confiesa.
Por estos días, Gisela no está exenta de las complicaciones que enfrentan los transportistas por la falta de gasoil. “A pesar de que mi patrón tiene tres estaciones de servicio, se quedó sin gasoil así que vengo haciendo malabares de estación en estación. Que te dan 50, que te dan 100, que no hay… y tenés la avivada de siempre, que en vez de cobrartelo al precio que hay te lo cobran a 190, 200…”, dice.
Igualmente, esto no le quita el disfrute diario. Lo que más le gusta de manejar un camión es estar en la ruta, ver el paisaje pasar frente a sus ojos y pensar. “A mí dame la ruta. Si tengo la posibilidad de conocer lugares nuevos con el camión, bienvenido sea. Vos te subís arriba del camión y es tu mundo, vas pensando, escuchando música, mirando el camino, el paisaje… A lo mejor hacés la misma ruta 200 veces pero sigue siendo un despeje de los problemas, se piensa las cosas de otra manera, es hermoso”, asegura.
Gisela no está sola
Gisela no es la única camionera, al parecer son unas cuantas las mujeres al volante en las interminables rutas argentinas. Entre ellas se vinculan a través de un grupo de facebook (Simplemente Camioneras) y un grupo de whatsapp. Y cuando se cruzan en el camino, doble bocinazo de camaradería. Pero ese compañerismo, aclara Gisela, no excluye a los hombres. En el día a día de la camionera es habitual tener algún desperfecto técnico o encajarse en un camino de tierra y precisar el auxilio de algún colega. “Con los hombres nunca tuve malas experiencias, más allá de algún pavo que tal vez, cuando le pedís ayuda para algo, te dice “si te gusta el camión aguantatelá”. Gracias a Dios tengo a mi marido que siempre me dio manija para que vaya para adelante”, dice.
Con la pareja, entre tanto viaje, se van acomodando. “Ayer por ejemplo frenamos a cargar en el mismo lugar, íbamos uno para cada lado pero estuvimos un rato juntos. Él es el que más me apoya en esto. Si a él le toca poner el lavarropa o limpiar el piso, lo hace, no tiene ningún problema, es muy compañero. Me enseñó el oficio y cada duda que tengo lo llamo. Con el camión todos los días se aprende algo nuevo”, concluye la camionera.
*Con información de Clarín Rural