A 572 años de su nacimiento
Cinco grandes obras que confirman la genialidad de Da Vinci
En un mundo marcado por la constante evolución digital, el genio renacentista es todavía un faro por su creatividad e innovación. En su honor, por iniciativa de la Unesco se conmemora cada 15 de abril el Día Mundial del Arte.
(Por Juan Ignacio Novak) - En el contexto de la era digital, es sorprendente como Leonardo da Vinci, nacido hace más de quinientos años, sea un punto de referencia continuo y un catalizador para nuevas creaciones. Van dos ejemplos concretos y santafesinos. El primero, en la Fábrica Cultural del Molino, donde una de las atracciones principales le permitía al visitante, no hace mucho tiempo, jugar a través de intervenciones con la icónica figura de La Gioconda, poniendo en juego su propia subjetividad. El otro, en la Redonda donde uno de los dispositivos más admirados es “Alas”, precisamente inspirado en los inventos del genio renacentista.
Es que Leonardo (así quedó para la posteridad) fue un maestro del arte, pero también un visionario científico a la manera en que siglos más tarde lo sería por ejemplo Julio Verne en la literatura. Un ingeniero adelantado a su tiempo y un pensador que conocía varias disciplinas y era capaz de unirlas para elucubrar conclusiones provocadoras, que pusieron en jaque los conocimientos adquiridos hasta su época. Tal vez allí radique su condición de genio, en tomar todo lo que tenía a su alcance, reunir esas variables y gestar algo nuevo. Cabe preguntarse si existe en esta época algún creador que pueda tener un parangón con Leonardo. James Cameron, salvando las distancias, podría serlo, en la medida en que utilizó todo lo aprendido a partir del estudio de los cineastas del siglo XX para hacer algo completamente nuevo como “Avatar”.
Retrato de Leonardo Da Vinci (1508), atribuido a Francesco Melzi. Foto: Archivo/EFE
Es difícil mensurar el aporte de Leonardo, dado que trasciende por mucho los terrenos del arte. Como pocos, encarnó la síntesis del Renacimiento, en su figura confluyen muchos de los ideales y características típicas de ese tiempo de florecimiento cultural, artístico, científico y humanista en Europa. Al mismo tiempo diseñó máquinas voladoras que anticiparon la aviación, realizó estudios de anatomía que allanaron el camino para la medicina moderna, y realizó obra pictóricas que hoy figuran entre las más famosas del mundo. “El ingenio humano nunca imaginará una invención más hermosa, más simple o más directa que la naturaleza, porque en sus inventos no falta nada, y nada es superfluo”, expresó el mismo en una ocasión. Sentencia algo paradójica si se considera que su genio se mantiene vigente con la misma intensidad que hace cinco siglos y medio. Pocas décadas después de la muerte de Leonardo, esto ya estaba claro. Las crónicas señalan que Francisco I le dijo a Benvenuto Cellini: “Nunca ha habido otro hombre nacido en el mundo que supiera tanto como Leonardo, no tanto en pintura, escultura y arquitectura, sino en filosofía”.
Archivo El Litoral
Miguel Calvo Santos, en Historia/Arte, lo resumió bien: “Leonardo da Vinci, el homo universalis, el sabio renacentista, el artista versado en todos los ámbitos del conocimiento humano. No sólo era artista, también fue una eminencia en aerodinámica, cocina, hidráulica, anatomía, poesía, botánica. Y por supuesto, por lo que lo conocemos hoy: por su pintura, escultura y arquitectura. Gracias a ello forma parte, junto a Miguel Ángel y Rafael, de la santísima trinidad del arte renacentista”. En las líneas que siguen, para celebrar la figura de Leonardo en el día en que se cumplen 572 años de su nacimiento, va un repaso por sus cinco obras más emblemáticas. Que también encuentra fundamento en el hecho de que hoy, en su honor, se conmemora el Día Mundial del Arte, por iniciativa de la UNESCO.
“La última cena”: es un mural que representa el momento en el que Jesucristo anuncia que uno de sus discípulos lo traicionará. Leonardo expresa la tensión del momento y la interacción entre los personajes. Giorgio Vasari, arquitecto, pintor y escritor italiano, considerado uno de los primeros historiadores del arte, sostiene según citan Sofía Vargas y Regina Sienra en My Modern Art que “Leonardo imaginó y logró expresar, el deseo que ha entrado en la mente de los apóstoles de saber quién está traicionando a su Maestro. Entonces, en los rostros de cada uno, se puede ver amor, miedo, indignación o pena por no poder entender el significado de Cristo; y esto provoca una sorpresa comparable al obstinado odio y la traición que se ven en Judas”. Una forma sencilla de medir la fuerte presencia de esta pintura en la cultura popular, es el uso que hace de ella el escritor de thrillers Dan Brown en “El código Da Vinci”.
Santa Maria delle Grazie
“La Mona Lisa”: Con toda posibilidad, la pintura más famosa del planeta y una de las más visitadas y fotografiadas de Europa. Y, podría agregarse, la sonrisa más enigmática desde que Leonardo la plasmó sobre una tabla de álamo a principios del siglo XVI. Desde hace 19 años, la pintura también conocida como “La Gioconda” ocupa el sitio más importante de la sala de los Estados del Louvre, protegida por una vitrina. “Pintada ante un paisaje lejano, la Gioconda nos mira con su legendaria sonrisa en los labios. Sin embargo, al margen de su expresión, lo que le confiere esa presencia tan particular es sobre todo la técnica del sfumato: Leonardo da Vinci superpuso finas capas de pintura para crear las formas atenuando los contornos y los contrastes. El artista atrapó el instante en el que Mona Lisa se vuelve hacia el espectador. Ese movimiento tan natural es lo que confiere una impresión de vida al cuadro”, señala la versión en español de la página oficial del museo parisino.
Museo del Louvre
“La Virgen de las rocas”: Da Vinci pintó dos versiones de esta obra, ambas al óleo sobre paneles de madera de grandes proporciones. Una se conserva en el Louvre de París y otra en la National Gallery de Londres. Las dos representan a la Virgen María, el niño Jesús, el niño Juan Bautista y un ángel en un paisaje rocoso. Una investigación reveló, hace un lustro, los trazos originales de la obra que hizo el artista y que estuvieron escondidos desde entonces. Esto se logró a través de una técnica de mapeo con fluorescencia de rayos X y muestran que esbozó primero al ángel y a Jesús. Catalina Arancibia Durán señala un aspecto significativo: la distribución piramidal, tal como en la mayoría de los cuadros religiosos del periodo.
National Gallery de Londres
“San Juan Bautista”: Juan el Bautista aparece en un paisaje rocoso, sosteniendo una vara de azucenas. Hay misterio y a la vez serenidad en este, uno de los últimos cuadros Leonardo da Vinci, pintado al óleo sobre tabla. “El San Juan que aquí se muestra, es una de sus más misteriosas obras y también una de las más sutiles. Este joven de sexualidad ambigua emerge de la oscuridad suavemente, gracias al sfumato, hasta revelar su rostro y su cuerpo en una tenue, pero precisa luz ámbar que lo envuelve completamente. Vestido con pieles y de pelo largo y rizado, nos mira con esos ojos llenos de implicaciones y sus labios esbozan apenas su sonrisa, con esas comisuras que nos dicen algo que sabemos, pero que no podemos describir en términos objetivos”, escribió Julián González Gómez en un artículo publicado en la página web de la Universidad Francisco Marroquín.
Museo del Louvre
“La dama del armiño”: Es un retrato de Cecilia Gallerani, amante del duque Ludovico Sforza, sosteniendo un armiño blanco, animal al cual se recurría en aquellos tiempos para cazar ratones y conejos. Muchos especialistas ven en esta obra una alegoría del amor y el apego. La técnica es óleo y temple sobre una tabla de nogal. “Como todos los cuadros de Da Vinci, el retrato de Gallerani muestra un compromiso con el naturalismo. Esto es evidente en el modelado del rostro de la mujer, el pecho y, especialmente, la mano izquierda que acuna al animal. También está hecho en claroscuro, una técnica que enfatiza las luces y sombras para crear profundidad visual”, sostiene la ya citada Sofía Vargas, redactora en español para My Modern Met.
Museo de Czartoryski