Reestreno en cines
Como "Cambalache", "Relatos salvajes" siempre está de moda
El retorno a las salas de la película de Damián Szifrón, previsto para agosto, recuerda las tensiones y absurdos que todavía permean nuestra sociedad. Un film que sigue resonando con su crítica afilada y su humor oscuro.
(Por Juan Ignacio Novak) - “Filmame esto, Néstor”. La frase pertenece a la actriz Érica Rivas y está incluida en una de las historias de la película “Relatos salvajes”. Describe cómo una novia descubre, la noche de su casamiento, que su flamante marido le ha sido infiel con una compañera de trabajo que, encima, está en ese momento en el salón. Toma entonces una decisión drástica que incluye arruinar varias cosas: en el corto plazo, la fiesta en la cual es protagonista y, a largo plazo, la vida de su pareja. Es una buena síntesis de lo que representa la película de Damián Szifrón: una “explosión”, término que se vuelve literal en un momento. Es lo que establece el vínculo argumental entre las historias que integran la trama, ya que los personajes son llevados a un límite que no tiene vuelta atrás.
Captar un estado de ánimo
El regreso de “Relatos salvajes” a los cines, previsto para el 22 de agosto, ofrece una oportunidad para redescubrir en pantalla grande una película que estableció un parámetro difícil de superar para la cinematografía argentina. No sólo por la cantidad de público que se volcó a las salas para verla, más de cuatro millones, sino porque fue capaz de asimilar el estado de crispación en el cual vivía la sociedad argentina al momento del estreno. Pocas veces una película argentina (tal vez “Tiempo de revancha” de 1981 sea un buen antecedente, en la etapa final de la dictadura militar) logró analizar con tanta nitidez la coyuntura, sin por eso quedar “vieja” al poco tiempo.
K&S Films, El Deseo, Telefé, INCAA
Entra el caos
La premisa central de “Relatos salvajes” gira en torno a cómo se puede desatar el caos en la vida cotidiana. Szifrón aborda, en este sentido, temas universales como la desesperación, la injusticia, la corrupción y la frustración personal, todos tratados con un agudo sentido del humor y una crítica mordaz. En palabras del director, “lo que intentamos es exponer cómo lo cotidiano puede volverse extraordinario y cómo las personas reaccionan cuando se enfrentan a situaciones límite”.
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Espejo
Uno de los aspectos destacados de la película es su capacidad para ejercer una crítica social incisiva con un sentido del humor que resalta las fallas y absurdos de la sociedad, creando así un espejo en el cual los espectadores pueden verse reflejados y cuestionar sus propias percepciones sobre la moralidad y la justicia. En este sentido, la más lograda de las historias es la del ingeniero Bombita, interpretado por Ricardo Darín. La decisión que toma es moralmente reprochable, pero tiene, imposible evitar el lugar común, algo de justicia poética.
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La película muestra personajes que, enfrentados a injusticias o situaciones extremas, pierden el control y toman decisiones que desbordan la racionalidad. Ese desbordamiento emocional es la fuerza impulsora en cada relato, revelando las grietas en el orden social y personal. Otro tema central es la injusticia y la corrupción. Szifrón analiza cómo los sistemas establecidos (desde la familia en adelante) pueden fallar a las personas y cómo estas fallas llevan a reacciones desproporcionadas. La frustración de los individuos parece señalar el director, no es algo que se tenga que tomar a la ligera.
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Vigencia
El regreso de esta película a los cines es una buena oportunidad para que nuevos espectadores la descubran y puedan ver cómo las tensiones sociales que describe siguen presentes, en una coyuntura diferente. En este sentido, no ha perdido un ápice de vigencia pese a la década transcurrida, ya que por razones diferentes a las de entonces, el país sigue siendo una caldera en constante ebullición.