Este martes a las 22
Copa América: Argentina vuelve a New Jersey con deseos de revancha
En el MetLife se enfrenta a Chile, la selección que le ganó la final, en ese mismo estadio en el 2016.
Enrique Cruz | Enviado Especial - Copa América 2024
Nunca es un partido más cuando se enfrenta a Chile. Quizás más por lo que representa para ellos que para nosotros. Para Chile, ganarle a Argentina es mucho más que, para Argentina, vencer a Chile. Mucho más hoy, como campeones del mundo y también defensores de esta Copa América que, acá en Estados Unidos, nos dejó aquél sabor amargo que justamente se dio con Chile y en el mismo estadio en el que se jugará el partido de este martes a la noche.
Chile sabe que una derrota lo puede dejar afuera. Y Argentina sabe que, si gana, pasa a cuartos de final. Para Chile, es una final. Para Argentina también, pero si tropieza, no estará dicha la última palabra. De todos modos, esa posibilidad, la del tropiezo, es la que no se contempla de ninguna manera en este grupo ganador, virtuoso y que parece no haber perdido ese hambre de gloria que lo viene sosteniendo e identificando desde aquella gesta de Qatar.
Quizás por eso no se terminó de entender mucho aquella declaración que hizo el técnico en la noche que le ganamos a Brasil por Eliminatorias. Eso de la vara alta es un alivio y no un problema. Mantener la vara alta es todo lo contrario de aburguesarse o de pensar que ya está todo logrado y que no hay más que ganar.
Vayamos a lo que le pasó a las dos selecciones campeonas del mundo cuando al poco tiempo de alcanzar la gloria, se encontraron en el camino a una Copa América. La de Menotti, en 1979, con un equipo en el que el único campeón del mundo era Passarella. Allí aparecieron jugadores como Gáspari, Sergio Elio Fortunato, Van Tuyne, Pepe Castro y otros de buen pasar en el torneo local pero muchos debutantes y sin roce internacional. A Menotti no le importaba esa Copa América, sino que preparaba al equipo para las giras por Europa con el prestigio de ser los campeones del mundo. En el 87, con Bilardo, Argentina apenas pudo jugar por el tercer puesto, aún con la presencia de un Maradona que llegó al torneo en el final de una extenuante temporada en Italia. La chapa de campeones del mundo quedó, en ese equipo, como una simple carta de presentación pero nunca correspondida en el terreno a la hora del juego.
Acá pasa lo contrario. Argentina sigue con la misma fortaleza, las mismas ganas y los mismos deseos de seguir ganando cosas. ¿Qué más quiere un entrenador? Y estoy seguro que, de esto, Scaloni es un gran responsable porque ha logrado inculcar en el plantel esas ansias inquebrantables de seguir haciendo historia.
¿Entrará Otamendi?, no deja de ser una posibilidad, pero en el objetivo a mediano plazo del cuerpo técnico está el convencimiento de que el futuro está en Lisandro Martínez. Por eso, más allá de la gran importancia de Otamendi, la continuidad de Lisandro no sería para nada descabellada y hasta utilitaria. ¿Seguirán los dos marcadores de punta?, fueron un punto flojo, defensivamente, en el primer partido. Scaloni no define titularidades allí. Molina o Montiel y Acuña o Tagliafico han sido dudas permanentes en casi todo el proceso.
¿Seguirá igual con el 4-3-3 o cambiará el esquema? De Paul y Paredes no admiten ninguna discusión. Si hay que elegir a un tercero, el trabajo de MacAllister ha sido productivo, pero Scaloni tiene en la gatera a Lo Celso, un jugador de buena respuesta cuando el técnico lo necesitó y que lamentablemente se quedó al margen del Mundial por lesión, pero no dudó en ningún momento en volver a convocarlo. ¿Y si juega con cuatro y agrega a Lo Celso?, es una alternativa. O también la de Nicolás González, un jugador distinto, con más verticalidad y con alma de wing. En ambos casos, la resignación tendría nombre y apellido: Angel Di María. Nadie puede imaginarse a la Argentina sin Messi y sin un “9”, otro de los puestos en los que el técnico elige al de mayores virtudes y no al de menores defectos con Julián Alvarez y con Lautaro Martínez.
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Masticando bronca todavía porque quizás soñaba con una nueva convocatoria, Arturo Vidal disparó contra el Tigre Gareca, el entrenador de la “Roja”. Directamente lo culpó de no haberlo llevado, ni a él ni a Medel. “Ustedes saben que con Vidal y con Medel, Chile es otra cosa”, dijo, con una gran dosis de arrogancia. Y agregó que “con poco, Perú complicó a Chile. Estos partidos son otra cosa, se juega de otra manera. Los amistosos se juegan con cinco cambios menos. Los partidos de Eliminatorias o de Copa América, se juegan de otra forma”, como sin saber ni entender que el Tigre Gareca, a esto que Vidal dice, lo sabe de memoria y con creces.
Hay que ganar, hay que cobrarse revancha –si vale la expresión o sirve- de aquella derrota en la final del 2016 en este mismo estadio y hay que mejorar las cosas que se hicieron mal en el debut, sobre todo en lo defensivo. Y habrá que esperar que el estado del campo juego, algo tan criticado por todos, esté a la altura de las circunstancias. Y no como en Atlanta.