Desafiando la crisis, Venado tiene una nueva librería-café
Siempre circuló en la intimidad de la familia Sevilla la idea de una librería-café, los libros siempre fueron conversaciones, discusiones y parte fundamental de su vida. Los hijos de Marcelo Sevilla y María Gabriela Polinori, Rafael y Mateo, desde hace tiempo tenían ganas de hacer algo juntos y creyeron que esta era “una buena idea y una gran excusa”.
“Ambos nos criamos en Babel, el primer bar-librería de la ciudad, que funcionó hasta principios de los 2000 -donde está el Molly-, a exactamente una cuadra de Gatoeterno (Alvear 809). Creo que eso, entre muchas otras vivencias y recorridos, nos trajo hasta acá”, reflexiona Rafael Sevilla en el comienzo de la charla, café mediante.
Sobre el porqué de Gatoeterno, cuenta Rafa que la primera intención fue homenajear a una gata que querían mucho, llamada Ginebra, flotando en la ambivalencia entre el nombre de la tradicional ciudad suiza y su vinculación con Borges.
“Después nos enteramos de que ese nombre (Ginebra) ya existía para una marca de ropa y entonces lo descartamos, o mejor dicho lo continuamos de otra manera. La idea del gato o los gatos vinculado a los libros nos interesaba. Las y los escritores escriben sobre ellos. Los gatos pasean entre los libros, siempre como una extraña y hermosa presencia. Duermen encima o interrumpen o hacen compañía en la lectura”, describe el referente de la Feria del Libro de Venado Tuerto.
Sin embargo, los asaltaba un interrogante: ¿cómo queda en una sola palabra la relación directa con los libros? “Y ahí vino la idea de eternidad, la posibilidad de pensar las escrituras, los libros, las lecturas, como eternas. Gatoeterno. Y fue cuando alguien dijo ‘libros y siete vidas’, el actual ¿eslogan? de la librería que nos cerró por completo.
Perderse entre los libros
“A Gatoeterno lo venimos pensando desde mucho antes de que encontráramos dónde concretarlo. Siguiendo con la línea anterior, la idea era generar un espacio donde ‘perderse’ entre libros. Pasar un tiempo, desanclarse -mientras se pueda- de la velocidad que nos propone el mundo. Conocer autoras y autores nuevos, desconocidos y también conseguir los clásicos. Y gracias a muchísimo trabajo, creo que logramos hacerlo. Pero no sólo nuestro trabajo, sino también al de muchos y muchas que vinieron y acompañaron el proceso, cebaron mates o tiraron ideas y sugerencias”, reconoció Rafa, haciendo justicia. Y valorizó, con particular énfasis, a quienes sumaron trabajo en la creación de todo lo que constituye al espacio: “La biblioteca, las mesas donde se exponen los libros, las sillas y mesas de afuera, el cartel que se ve al pasar por la calle Alvear, la iluminación, la lámpara central, las vajillas… Todo quedó bellísimo gracias a quienes lo dieron todo: Franky, Dante, Betún, Martín, Leticia, Agustina, Brenda, Leo, el Cari, Nico. Y seguramente me estoy olvidando de algún nombre importantísimo. Creo que es fundamental nombrarlos porque fueron clave para todo el proceso”, redondeó, agradecido, recordando que el bar de libros abre de lunes a sábado de 8.30 a 12.30 y de 16.30 a 20.30.
Para todos los gustos
“La librería tiene títulos muy variados. Fuimos muy claros en eso: variedad, profundidad, títulos conocidos, editoriales grandes, pero también chicas, independientes, artesanales, locales y regionales. Recién estamos constituyendo nuestro gran catálogo, pero actualmente tenemos casi 4 mil libros. Van desde filosofía, literatura, sociología, feminismo, deporte, ciencia, educación, derecho, cine, música, infantil, hasta algunos que nos costó encasillarlos y fueron a la categoría que simpáticamente le pusimos ‘misceláneas’”, resumió el librero.
Desbordantes de optimismo por esta importante inversión en un momento muy difícil en lo social y económico, que a veces lleva a postergar decisiones, antes que a dar pasos adelante, Rafael y Mateo Sevilla duplican la apuesta: “Como dice una editorial sobre los libros… el fracaso comercial más lindo de todos. O algo así. El deseo era muy grande como para dejarlo durmiendo. Nos endeudamos y lo dimos todo para que quede algo excepcional, para que haya un nuevo espacio en la ciudad. Principalmente porque descreemos de la idea que la gente no lee, creemos -sencillamente- que faltan espacios que inviten a hacerlo. Bueno, Gatoeterno es eso: una librería donde se puede comprar nuevos libros, títulos muy diversos y también un café donde pasar una mañana o una tarde entre otro paisaje y otra música.