Efeméride con historia
El arte argentino contado en diez cuadros emblemáticos
De Prilidiano Pueyrredón a Antonio Berni. Cada pintura elegida es una ventana a momentos de la historia nacional. Miradas, estilos y tensiones que definieron una identidad visual.
(Por Juan Ignacio Novak) - Cada 15 de abril se celebra el Día Mundial del Arte, una efeméride promovida por la Asociación Internacional de Artes Plásticas en honor al nacimiento de Leonardo da Vinci.
El objetivo es recordar el valor universal del arte como forma de expresión humana, de reflexión social y de desarrollo cultural.
"Un alto en el campo" de Pueyrredón. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Argentina, desde el siglo XIX, fue una enorme usina de obras plásticas de inmenso valor histórico y social para América Latina, pero incluso con proyección mundial.
Por eso, en el marco de la mencionada efeméride, cabe una mirada sobre diez pinturas fundamentales que marcaron la historia del arte argentino.
Un recorte arbitrario, sí, pero representativo de épocas, estilos y sensibilidades. Un camino posible para entender cómo se construyó una identidad visual a lo largo del tiempo.
"Después de la batalla de Curupaytí" de Cándido López. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Viajero infatigable
El viaje comienza en el siglo XIX, con "Un alto en el campo", de Prilidiano Pueyrredón. Esta obra resume la búsqueda de una estética nacional en el naciente estado argentino, donde el gaucho aparece como emblema identitario.
El pintor capta en su trabajo un instante en la vida cotidiana del hombre de la llanura, dando así dignidad al retrato de lo rural.
El Litoral, en un artículo de abril de 1957, señaló a Pueyrredón como "el primero que intenta instalar un estilo pictórico que nos defina, no solamente por los temas elegidos para la composición sino por la forma de enfocarlos para trascender con ellos a la universalidad del arte".
“La vuelta del malón” de Ángel Della Valle. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
La guerra según López
Pocos años después, Cándido López, veterano de la Guerra del Paraguay, logra con "Después de la batalla de Curupaytí" una de las visiones más singulares de la guerra.
No hay grandilocuencia, tampoco se muestran escenas de heroísmo. Su mirada, desde una perspectiva elevada, permite una descripción precisa del campo de batalla.
"Es la imagen que, en toda su obra, representa la devastación de la guerra luego del hecho armado sin carga moral. Sobresale, entonces, dentro de una narrativa bélica en la que predomina la cotidianidad de los campamentos y los movimientos de tropas", señala Roberto Amigo.
La conquista del desierto
La tensión social y política del siglo XIX también está presente en "La vuelta del malón" de Ángel Della Valle, donde el drama colonial y la visión romántica del "otro", sintetizado en la figura del indígena, se reúnen en una escena violenta.
"Retrato de la esposa del autor" de Ernesto de la Cárcova. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
"La vuelta del malón" fue celebrada como la "primera obra de arte genuinamente nacional" desde el momento de su primera exhibición en la vidriera de un negocio en 1892.
Aunque es una obra maestra, vista en perspectiva tiene aspectos polémicos. Laura Malosetti Costa dice que no sólo hay "una glorificación de la figura de Roca sino que, en relación con la celebración de 1492, plantea implícitamente la campaña de exterminio como culminación de la conquista de América".
"La comida de los cerdos" de Fernando Fader. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Pero no todo es conflicto. Creada a principios del siglo pasado, "Retrato de la esposa del autor", de Ernesto de la Cárcova, muestra en cambio una atmósfera de intimidad. Lejos de su célebre “Sin pan y sin trabajo”, aquí el realismo es doméstico.
La belleza en la vida austera
El siglo XX abre nuevas posibilidades, y "La comida de los cerdos", de Fernando Fader, da prueba de ello. La escena campesina es un estudio de luz, materia y composición.
Fader, influenciado por el postimpresionismo, muestra un momento de la vida rural apelando a un lenguaje moderno, sin perder el contacto con lo local.
Autorretrato de Emilio Pettoruti. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
En otro registro, Emilio Pettoruti sintetiza su estética en "Autorretrato": planos geométricos, paleta fría, ruptura con la representación tradicional. El artista moderno, en diálogo con las vanguardias europeas.
Como indica Patricia Artundo, Pettoruti había alcanzado un notable prestigio internacional cuando "ya radicado en Francia apareció no como 'asociado a' sino como un actor que había sido un agente activo de la vanguardia de la década de 1910".
Ecos del interior
Más adelante, Raquel Forner y Lino Enea Spilimbergo introdujeron a los seguidores del arte en terrenos vinculados con la introspección y densidad emocional.
"Figura" de Spilimbergo. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
"Figura", obra de Spilimbergo que forma parte del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes es, al mismo tiempo, título y contenido. El cuerpo es volumen, silencio interior y reflexión.
En tanto "El drama", de Forner, hace honor a su frase "Necesito que mi pintura sea un eco dramático del momento que vivo".
En la mirada de Diana Wechsler, esta obra "está atravesada por lo patético instalado en un paisaje trágico y violento que desgarra a los personajes".
"El drama" de Raquel Forner. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
De modo que ambos artistas dialogan con lo clásico desde el presente convulsionado del siglo XX. Y sus obras condensan destreza técnica y profundidad simbólica.
Universo único
El universo simbólico de Xul Solar irrumpe con fuerza en "Piai", donde el artista, místico e inventor, despliega un lenguaje visual que es también lingüístico y metafísico.
En este caso, el autor está inclinado a una temática americanista y el título se relaciona con los 'piay' o 'payé', una especie de hechizo generado por un curandero.
"Piai" de Xul Solar. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
No hay nada convencional en esta obra, que muestra a dos hombres en un acto ceremonial junto al fuego. Cada imagen es un acertijo, un mapa, una arquitectura esotérica.
"En la obra, de gran fuerza expresiva, los protagonistas están resueltos con una gran síntesis, de manera geométrica", explica Patricia Corsani.
Un personaje vigente
Finalmente, Antonio Berni, con "Juanito Laguna aprende a leer", reúne sensibilidad social con innovación formal. Juanito, hecho de retazos, representa la infancia popular que accede al conocimiento.
"Juanito Laguna aprende a leer" de Antonio Berni. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Berni crea belleza con los residuos, y hace del arte una herramienta de transformación.