Están las sensibilidades urbanas de quienes han padecido inundaciones por eventos extraordinarios combinados con deficientes respuestas humanas. Y están los impactos productivos de sectores expuestos a eso que genéricamente llamamos clima. En cualquier caso, “El Niño” es una expresión que -desde la sufrida experiencia- predispone a la reacción, que no es lo mismo que la respuesta.
El Niño vuelve a desafiar a la responsabilidad y a la ciencia
Hay pronósticos de río creciendo y más lluvias hacia fin de año. ¿Es una nueva plaga la que se avecina? La ciencia tiene respuestas y limitaciones; El Litoral consultó a Gabriela Müller, doctora en Ciencias de la Atmósfera, investigadora Independiente del Conicet y directora del Centro de Estudios de Variabilidad y Cambio Climático (CEVARCAM, FICH) de la Universidad Nacional del Litoral.
“La sociedad debe estar alerta, con información verídica y confiable, y la gestión debe ayudar a la sociedad a prepararse para enfrentar los peligros asociados a este fenómeno, tales como las fuertes lluvias e inundaciones”, expuso ante la consulta. No sin advertir que El Niño es un fenómeno complejo y que las predicciones científicas tienen alcances y limitaciones, que deben ser evaluadas con criterio.
– Los pronósticos nos hablan de El Niño. ¿Básicamente en qué consiste?
– Comienza con un calentamiento a gran escala de las aguas de la superficie en la parte central y oriental del océano Pacífico ecuatorial (sobre la costa de Perú). La temperatura más cálida que lo normal de la superficie del mar, calienta a la atmósfera y hace que el aire se eleve en esa región del océano.
A medida que se eleva, el aire se enfría, se generan nubes que producen precipitación en esos lugares. Por el contrario, en el lado occidental del Pacífico, la superficie del océano tiende a enfriarse; el aire no tiene energía suficiente para elevarse y en consecuencia las precipitaciones disminuyen marcadamente en aquella zona.
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– O sea que el cambio en la temperatura del Pacífico, altera la atmósfera.
– En una situación El Niño, los vientos alisios de las capas bajas de la atmósfera -que normalmente soplan desde el este hacia el oeste a lo largo de la región ecuatorial- se debilitan y en algunos casos incluso cambian y comienzan a soplar en la dirección opuesta. La magnitud y la extensión espacial que estos cambios tienen, genera alteraciones en la circulación atmosférica por la ocurrencia de un evento El Niño, con consecuencias en las condiciones del clima regional que se extienden más allá de la región del océano Pacífico tropical.
– ¿Y es allí donde el fenómeno empieza a sentirse también en Sudamérica?
– En particular en el sudeste de América del Sur, desde el sur de Brasil hasta la región del noreste de Argentina, se observan condiciones más húmedas que lo habitual, es decir lluvias por encima del promedio histórico. Es importante resaltar que esas alteraciones del clima regional son la condición típica que muestran en promedio las observaciones históricas, pero no constituyen predicciones específicas, ya que esas condiciones varían según la intensidad y las circunstancias en las que se produce el episodio El Niño.
– ¿Hay otros factores que inciden en el fenómeno de El Niño?
– Sí. El dipolo del océano Índico, la oscilación del Atlántico Norte, el Modo Anular del Sur y otros modos de variabilidad que también ejercen su influencia en el clima a escala estacional. La combinación de todos estos factores hace que la ocurrencia de un evento El Niño tenga matices propios y sus efectos muestren variantes. La atmósfera es un fluido en continuo movimiento y por lo tanto en constante cambio, que interactúa con la superficie terrestre y con los océanos de diversas maneras, constituyendo un sistema complejo que no responde exactamente de la misma manera.
¿Qué magnitud tendrá el fenómeno?
“Sabemos que disponer de información con antelación suficiente es fundamental para la prevención, pero también sabemos los científicos del clima que la complejidad del sistema climático es tal que eso no siempre es posible. Por eso es muy importante lo que los estudios y el análisis de los episodios del ENOS previos nos muestran”, advirtió Müller a El Litoral.
Y detalló: “Sabemos que los eventos del ENOS, cualquiera sea su fase, nunca son exactamente iguales y por ende tampoco las consecuencias y los impactos de los mismos, ya que depende de la intensidad del episodio, la época del año en la que ocurre, la interacción con otras condiciones climáticas imperantes en ese momento.
“A pesar de eso, los eventos de La Niña o El Niño ocurridos en el pasado permiten identificar patrones comunes que ayuda a los científicos a entender el fenómeno y volcar tal conocimiento en sus previsiones.
“Las previsiones se realizan empleando modelos numéricos del clima, que constituyen complejos sistemas de ecuaciones que representan a las condiciones de la atmósfera y los océanos y su interacción. Mediante modelos de predicción dinámica y estadística se realizan proyecciones de la evolución de las condiciones del océano Pacífico ecuatorial y tropical, partiendo de la situación más reciente observada, junto con los análisis realizados por expertos en el tema que aportan un valor agregado”.
La especialista explicó que los modelos predicen la mayor o menor probabilidad de que ocurra el ENOS, ya sea en su fase El Niño, La Niña o neutro. “La previsión, sumada al diagnóstico basado en el monitoreo continuo de las condiciones observaciones in situ, constituyen la información brindada por los principales centros mundiales de previsión del clima.
“Como lo informara días atrás la agencia NOAA, las observaciones más recientes del mes de abril 2023 de las temperaturas de la superficie del océano Pacífico ecuatorial muestran en su parte central una débil anomalía positiva”.
Tal situación, sumado a lo que muestra el resto de las variables atmosféricas de la región del Pacífico ecuatorial, conforman las condiciones típicas del inicio de una fase cálida del fenómeno ENOS. “Los diversos pronósticos coinciden en marcar el desarrollo y la profundización de la fase cálida, El Niño, que se extendería hasta comienzos de 2024.
“En cuanto a la intensidad que tendría El Niño en desarrollo, los pronósticos indican a partir de julio una probabilidad de 80% que sea un El Niño moderado, y una probabilidad de 55% que sea un El Niño fuerte”.
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Desde finales de primavera
“Es importante tener en cuenta que no existe modelo confiable alguno que pueda predecir, con suficiente precisión, cuál será el impacto de El Niño en alguna región del planeta a largo plazo”, señaló Müller cuando se le preguntó si es posible conocer de antemano lo que está por suceder.
Sin embargo advirtió la necesidad de observar la experiencia. “Cuál será ese impacto, se deduce del análisis de los eventos El Niño ya ocurridos, que muestran que en un alto porcentaje de los mismos hubo precipitaciones por encima de lo normal en la región del nordeste de Argentina, comenzando hacia finales de la primavera y extendiéndose, con matices variables, hasta el comienzo del otoño siguiente.
“Pero hay que tener en cuenta que hubo episodios El Niño en que este patrón anómalo de lluvias no se observó tan claramente. Esto es porque entran en juego otros mecanismos en la atmósfera que estuvieron actuando en esas ocasiones, dando como resultado precipitaciones normales o incluso por debajo de los valores medios, aun en condiciones El Niño, en extensas partes del nordeste de Argentina.
“En síntesis, desde la ciencia, al momento, sólo se puede afirmar que hay una probabilidad muy alta de ocurrencia de un evento El Niño, con chances de ser moderado a intenso. Pero es fundamental adoptar esta información para estar prevenidos, y desde todos los sectores actuar con responsabilidad para anticiparse a potenciales eventos de mucha lluvia que pueden ocasionar inundaciones, como ya ocurrió en otros eventos El Niño”.
Sostuvo que “de nada vale que la ciencia logre continuos progresos en su comprensión y la modelización del ENOS, y que haya ampliado hasta casi un año el período del tiempo que cubren la predicción del ENOS, si luego los tomadores de decisión actúan ante la emergencia sin preparación previa.
“Además, a pesar de los enormes progresos científicos realizados en los últimos 30 años, es necesario continuar trabajando para seguir mejorando las predicciones operativas del ENOS, fortalecer la comprensión de los impactos regionales y reforzar la resiliencia socioeconómica ante esos fenómenos”.
Por último, Müller señaló que “el calentamiento global y el cambio climático plantean nuevos desafíos y hacen más vigente la necesidad de potenciar el funcionamiento de los servicios climáticos en todo el mundo”.
Del Pacífico a Santa Fe
“Durante el ENOS la circulación atmosférica de gran escala (extensiones de miles de kilómetros) se ve alterada y se producen cambios importantes, principalmente en la primavera y el verano. Estos cambios en la gran escala se combinan con procesos regionales que son más relevantes finales de la primavera y el verano.
“A fines de la primavera de un episodio El Niño, predominan las anomalías anticiclónicas (situaciones asociadas con condiciones de buen tiempo) en los niveles más bajos de la atmósfera sobre el centro-este de Brasil, producto de lo que ocurre en océano Pacífico, antes mencionado.
“Al mismo tiempo, anomalías ciclónicas (situaciones que favorecen la generación de lluvias) predominan sobre el sudoeste de América del Sur. La típica entrada de humedad desde el océano Atlántico ecuatorial al continente sudamericano se ve favorecida y desviada hacia el sur de Brasil y el nordeste de Argentina como consecuencia de la ubicación de esos sistemas anómalos de presión mencionados.
“La misma región, pero en los niveles altos de la atmósfera, está gobernada por movimientos de ascenso, debido a mecanismos de la gran escala vinculados principalmente a la intensificación de la corriente en chorro subtropical (región de vientos muy intensos en niveles altos de la atmósfera desde el oeste hacia el este). Ese aporte de humedad que llega del norte, junto con el movimiento de ascenso del aire, es la combinación fundamental para generar precipitaciones, cuya consecuencia es el aumento de las lluvias en el sudeste de Sudamérica.
“Como resultado de ello, durante la primavera y comienzos del verano llueve más en esta parte del continente y en particular sur de Brasil y nordeste de Argentina. Lo que ocurre durante El Niño nos permite entender a la atmosfera y su interacción con la superficie terrestre, los océanos y todos los demás componentes del sistema terrestre, como una compleja maquinaria, la que esencialmente está motorizada por contrastes térmicos (desde el punto de vista termodinámico), y por mecanismos y procesos (desde el punto de vista dinámico), que nunca se detiene en su constante cambio”.
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Mar y océano: el juego de los titanes
“Las fluctuaciones de las temperaturas oceánicas durante los episodios de El Niño y La Niña van acompañadas de importantes fluctuaciones de la presión atmosférica que se conocen con el nombre de Oscilación del Sur”, detalla Gabriela Müller.
“Se trata de un cambio cíclico de la presión atmosférica de modo tal que cuando la misma es superior a lo normal en el extremo occidental del Pacífico, en la región de Indonesia y Australia, es al mismo tiempo inferior a lo normal en el extremo oriental del Pacífico, hacia las costas de América del Sur. En su fase opuesta esta relación se invierte”.
Detalló que “esos cambios en la presión generan cambios en la circulación atmosférica cuya consecuencia es la variación de las temperaturas de la superficie del océano Pacífico ecuatorial, dando lugar a las anomalías características de El Niño y La Niña.
“El Niño y La Niña -detalló- son los componentes oceánicos, mientras que la Oscilación del Sur es el componente atmosférico, y ambos dan origen al término El Niño/Oscilación del Sur (ENOS). La comunidad científica identifica tres fases del ENOS, una fase cálida denominada El Niño, una fase fría denominada La Niña y una fase neutra”.
Falta mucho por conocer
“La comunidad científica tiene un amplio conocimiento de los procesos que ocurren en el sistema climático, pero aún falta mucho por conocer. Es por ello recomendable acudir a fuentes de información autorizadas que dedican esfuerzos y grandes recursos a la investigación atmosféricas, en lugar de tomar como válido publicaciones basadas en interpretaciones parciales o erróneas”.
Müller reseñó que “agencias e instituciones científicas de reconocido prestigio en la investigación atmosférica son las apropiadas para procurar información: la Agencia Nacional de Océanos y Atmósfera (NOAA) de Estados Unidos o el Instituto Internacional de Investigación del Clima y Sociedad (IRI) de la Universidad de Columbia en Nueva York.
“En la Argentina -señaló- el Servicio Meteorológico Nacional es una voz autorizada en temas climáticos, además del tiempo meteorológico, y el Centro de Variabilidad y Cambio Climático (CEVARCAM), de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL cuenta con un plantel científico dedicado a la investigación del sistema climático”.
La especialista advirtió que “el sistema climático es demasiado complejo para ser abordado de manera superficial, como lo hacen algunos aficionados que se presentan en los medios de comunicación como especialistas en el tema, dando información sesgada, acotada o interpretada erróneamente por su falta de conocimiento y comprensión del tema y sin citar la fuente de la cual toman esa información”.