(Por Nicolás Loyarte) – El brigadier Estanislao López ensilla su potro arisco con espuelas al talón y grita a sus huestes gauchas ¡Viva la santa federación! El sol asoma entre los yuyos por la orilla del río Coronda y levanta el olor a bosta de la tropilla. Queda atrás el perfume verde y fresco de noche en la llanura. Bajo la parra de la Estancia Colastiné se alista la tropa. Es la quinta de López, en Arocena, a 54 kilómetros de la ciudad de Santa Fe. Corre el año 1835.
El triste abandono de la Estancia Colastiné, que perteneció al Brigadier López
Hoy habrá combate en Arocena. Hay que frenar a los unitarios. López arenga a su tropa que prepara las armas. El sol ya está arriba y pica.
Lugar histórico
La Estancia Colastiné tiene más de 180 años de antigüedad. Pertenece a la primera época posterior a la independencia. Según el arquitecto Luis María Calvo, constituye una de las varias propiedades rurales que el Brigadier López adquirió en la última década de su vida, que fueron inventariadas al momento de su muerte, en 1838, y que comprendían, además de la nombrada, el Puesto de Resquín, la Chacra de Vera y tierras para estancias en la banda oeste del Salado y en el Pago de Ascochingas.
Se trata de una imponente construcción. La estancia tiene muros de adobe, grandes arcos, baldosas y tejas francesas. En verdad los tenía, porque mucho de ello se redujo a escombros. La casa abrazaba un gran patio interior con una parra. Todavía se distingue un sótano con túneles que podrían haberse utilizado para resguardarse de los ataques y para almacenamiento de mercadería.
Según consta en registros históricos, el brigadier López le habría comprado la estancia a un tal Nicolás Osuna en el año 1832. Pero según documentos del Archivo Histórico Provincial -del año 1829-, el brigadier ya estaba en posesión de esas tierras un tiempo antes. Uno de esos documentos es una carta que le mandó López a su ministro Pedro De Larrechea, en la que le encomienda la compra de jabón para las tropas y le indica que están acampando en su estancia Colastiné, frente a la laguna de Coronda. Incluso le recomienda que le lleve la mercadería por el río ya que en esa época no había caminos.
La vida antigua
Además de habitar la estancia por temporadas, el brigadier López la utilizaba como posta en las campañas de sus tropas. En el predio de la estancia había un establecimiento rural en el que se daba cuidado a las caballerizas durante dichas campañas.
En los alrededores de la estancia ocurrieron hechos históricos como la derrota de Pancho Ramírez, en 1821, cuando intentaba atravesar Santa Fe para atacar Buenos Aires. Por aquellos caminos marcharon los ejércitos porteños que invadieron Santa Fe en diversas ocasiones. Y muy cerca de la estancia, sobre el arroyo Colastiné, tuvo lugar en 1842 el combate protagonizado por el general oriental Manuel Oribe y las fuerzas santafesinas que defendieron a la Provincia de una invasión ordenada por Juan Manuel de Rosas.
La nochebuena de 1851 cobijó la estancia del brigadier López al general Justo José de Urquiza, en su paso desde Entre Ríos a Buenos Aires, junto a su ejército de 30 mil soldados, 55 mil caballos y centenares de piezas de artillería, tras su pronunciamiento contra Juan Manuel de Rosas. Aquella fue una de las concentraciones militares más grandes de la historia argentina. Antes del anochecer, los soldados a caballo atravesaron el río Paraná desde Diamante hacia la estancia de López.
Hoy es un campo de soja con un gran matorral en el medio. Y dentro de ese matorral, escondidos, están los restos de la estancia Colastiné.
Pese al abandono, la estancia es hoy “un testimonio valiosísimo de la vida rural de López”, apunta el historiador Alejandro Damianovich, un especialista en la vida del brigadier. “He visto registros que la muestran en ruinas, abandonada, con árboles que crecen en las paredes, el techo del sótano derrumbado, todo lleno de escombros”, describe. “Es irrecuperable”, se lamenta luego. “Lo que podría hacerse es una puesta en valor del tipo arqueológico, como las ruinas de Cayastá. Para que sean un testimonio para las nuevas generaciones”.
Un equipo periodístico de El Litoral viajó a Arocena a constatar todo esto. Y como muestran las fotografías, lo pudo ratificar. La estancia Colastiné está en ruinas. Uno de sus actuales propietarios es quien le abrió la tranquera a este medio para recorrer los vestigios de la antigua edificación que fue declarada Monumento Histórico, pero -como se dijo- nunca se expropió y quedó en el abandono. Hoy la estancia se esconde entre los árboles que le crecieron a su alrededor y en su interior, lo que imprime misterio y asombro al descubrirla.
¡Al ataque!, grita el brigadier López y taconea las costillas de su caballo para avanzar contra el enemigo. Una polvareda queda en le campo abierto. Hay guerra. Guerra civil. Cruenta y bárbara. Más tarde López propondrá una vez más la paz. Pero hoy toca lucha y sangre sobre los campos de Santa Fe.
La casa, su destino
Cuando murió el brigadier López, en 1839, se hizo un inventario de sus bienes y allí apareció la estancia Colastiné, “tasada en 500 pesos de la época”, apunta Damianovich. Dicho inventario es hoy un documento histórico del Archivo Provincial. Cuando se dividieron esas propiedades entre sus herederos, la estancia quedó en manos de una de sus hijas, Inés López de Fraga. En los años posteriores se produjeron sucesivas ventas a Juan Aramburu, Juan B. Molina y José Aldao, hasta que en el año 1878 quedó en manos de la sociedad Ledesma Hermanos. Esta familia transformó el inmueble en una casa de campo señorial. Finalmente pasó a manos de los actuales propietarios, Pedrol, y Calimano, reza el proyecto de Ley provincial de 2012 que intentó su expropiación.
Hasta 1990 la casa estaba casi íntegra. De hecho, Javier -un joven chacarero- vivía allí y todavía recuerda que cada tanto era visitado por curiosos interesados en el valor histórico de la estancia. “Yo viví hasta el 2006”, cuenta el último habitante de la casa, en diálogo con El Litoral. En el ’90 fue declarada Monumento Histórico Provincial. También la Comuna de Arocena hizo lo propio mediante una Ordenanza. Entonces la estancia quedó deshabitada. Iba a ser expropiada por el Estado para su restauración y preservación. Pero la expropiación nunca se concretó. Y la casona quedó sola, deshabitada. Se vino abajo. Se la devoró la naturaleza.
En la Legislatura provincial hubo varios intentos de expropiación de la estancia Colastiné, para que pase a manos de la Provincia. El último fue en 2015, presentado por la diputada Marcela Aeberhard (100% Santafesino). Aquella iniciativa sólo obtuvo media sanción de la Cámara Baja, sin prosperar en el Senado.
Lo que se buscó siempre fue la preservación del inmueble, por su valor patrimonial e histórico. Para ello era necesario expropiar sólo una de las 174 hectáreas del predio. El destino era la restauración y preservación para la realización de actividades culturales y educativas. Ello sería además un atractivo turístico para la región.
“La estancia Colastiné es patrimonio de todos”, argumentó Aeberhard cuando propuso la expropiación, al tiempo que expresó su preocupación por lo que entiende es “la posible desaparición de un hito cultural significativo”. Le reclamó al Estado “apurar los trámites” para que no se pierda el patrimonio santafesino, “como ya ha ocurrido tantas veces”.
“Para Arocena la Estancia Colastiné es todo”, resume el presidente comunal Osvaldo Lombardi. “Hay libros de nuestra historia que así lo testimonian”. De hecho la imagen de la estancia forma parte del escudo del pueblo. “La familia Ledesma donó las tierras para que hoy exista Arocena”, cuenta. “Eran los propietarios de la estancia. Vivían allí. ¿Se imaginan entonces lo que significa para nosotros? Es todo para esta localidad”.
-Desde la Comuna, ¿qué se hizo para tratar de preservarla?
-Nos pasamos más de 20 años presentando proyectos a los legisladores, en distintas comisiones, tratando de que se expropie para su preservación. Pasó por Diputados y se quedó en Senadores. Y nada.
Más adelante Lombardi cuenta que, cansados de la inacción, en el año 2018 la Comuna presentó una denuncia ante el evidente deterioro de la estancia. “Creemos que además la mano humana hizo lo suyo”, se lamentó. “Pero nosotros no podemos hacer mucho porque nuestra economía no nos da para reconstruirla. El Gobierno Provincial debe hacerlo, por la historia, la cultura y el turismo”.
“Hay que hacer excavaciones arqueológicas en todo el entorno”, reclama hoy Damianovich. “Seguramente se van a encontrar elementos de aquellos tiempos. La vida rural era muy básica”, agrega, y reflexiona: “Estamos ante una estancia muy valiosa que ha sido ignorada”.
En el aire pareciera resonar el eco de la voz del brigadier López. El rumor de sus tropas. Una cadena cierra la tranquera de madera vieja de la estancia Colastiné. La gana el silencio. Sólo el tiempo dirá si el Estado sale a su rescate. O si sólo será recuerdo. Brigadier General Don López Estanislao, hoy mi zamba te da un canto que nunca nadie te ha dado.