El vacío que dejó la muerte de Miguel Lifschitz
(Por Luis Rodrigo) – Durante siglos los sabios, incluso los clásicos, han negado la existencia del vacío. Hasta que el pensamiento científico probó su existencia, experiencia empírica mediante, la cosmovisión aristotélica no podía enfrentar la idea de la nada, ese abismo en el que acecha la muerte. Acaso, porque en la naturaleza el vacío no sucede si no se lo provoca. O tal vez, porque es humano pensar la muerte como un artificio.
La expresión “la naturaleza rechaza al vacío” aunque derogada para el campo de lo real, o el de la física si se prefiere, siempre debe tenerse presente en política, que tampoco se permite ese lujo.
El imposible vacío que dejó la muerte Miguel Lifschitz produjo cambios que, si bien se comenzaron a gestar antes de su fallecimiento, se precipitaron con su ausencia en la jefatura de la oposición.
El ex gobernador, además de presidir la Cámara de Diputados, indiscutiblemente también lideraba al Frente Progresista, Cívico y Social, con cuyo gobierno había terminado 12 años de hegemonía frentista. Había accedido a su banca en la Legislatura al ganar con comodidad la elección de diputados provinciales y, aún durante su larga lucha contra el Covid-19, se especulaba con que estuviera su nombre para la renovación de las Cámaras del Congreso de la Nación.
Sin dudas, es el FPCyS el espacio que más ha sufrido las consecuencias de su ausencia, tal vez más que el propio Partido Socialista, que tiene bases de más de un siglo y una estructura institucional que al Frente siempre le negó (mientras los radicales la reclamaban).
Para la alianza de partidos políticos que gobernó en tres períodos a la provincia de Santa Fe, con tres gobernadores del PS, no fue solamente la pérdida de su mejor candidato, también de su carta de unidad.
En 2021, los radicales dejaron el frente con los socialistas y otras fuerzas: muy pronto pensaron en un “frente de frentes”. Comprendieron antes de que se inicie el proceso electoral del año pasado -a poco de la infausta noticia- que el luto no impedía tomar decisiones políticas que, en rigor, parecían reservadas para los comicios de 2023, o tal vez para negociar con el socialismo en otros términos. Los resultados electorales, si de solo eso se trata, les dieron la razón y hoy es más cercana la chance de una sola expresión política en Santa Fe que congregue al llamado no-peronismo.
La ausencia en términos políticos de Lifschitz restó argumentos a los radicales para quedarse en el FPCyS. Ya mantenían contactos con sus correligionarios santafesinos que sea con Mauricio Macri en el poder o antes de aquel gobierno se sumaron a Juntos por el Cambio. (La mayoría de los delegados de la UCR santafesina se opuso a la Alianza Cambiemos en la convención de Gualeguaychú de 2015).
La muerte del Lifschitz fue para el Frente Progresista una bomba de vacío, tanto en el sentido del desplazamiento de grandes masas de dirigentes radicales que fluyeron a otro espacio y ahora buscan atraer al PS por reflujo, y precipitarse en un dique con contenga a los opositores santafesinos, como en un sentido explosivo y de fragmentación del drama europeo del este. ¿Qué quedará realmente del FPCyS si la única condición para integrar el frente de frentes es oponerse al PJ?
Hubo una casi inmediata salida de ese espacio de los radicales que, por supuesto, ya maduraban dar ese paso antes del fatal desenlace de la internación por Covid-19, que el diputado provincial afrontó sin haber sido vacunado a tiempo. Debe decirse: queda la impresión de que la de Lifschitz fue una de las tantas muertes evitables de la pandemia en la Argentina. Y de la lentitud con que llegaron las inmunizaciones respecto de, por ejemplo, otros países limítrofes. Además, para cuando falleció, la sociedad todavía no había salido del asombro y se desataba una ola de indignación por el vacunatorio VIP que (tan solo un año atrás) no provocaba diferencias internas en el partido de gobierno a nivel nacional.
Tentaciones
A propósito de la física y su pariente, la filosofía, en la política abundan las ideas de lo sobrenatural, magia incluida. El socialismo supo no caer en esas tentaciones místicas que tanto se ven en otras fuerzas políticas. Sin embargo, no escapó de apoyarse en los vínculos familiares a la hora de elegir candidatos ante la ausencia de Lifschitz. Las tradiciones progresistas en general reniegan de los modelos dinásticos que hoy (por ejemplo) hacen de Máximo Kirchner un presidenciable, tal como lo fue antes la esposa de Néstor Kirchner. Mucho antes de ser Cristina.
De todos modos, también es cierto que Clara García demostró a quienes aún no la conocían, aún en medio de su dolor, ser bastante más que su viudez.
La ausencia en la oposición de Lifschitz también produjo cambios en el oficialismo. Son menos evidentes pero están. En especial en el discurso del gobernador Omar Perotti que debió entender que ya no podría más debatir con la figura del ex gobernador muerto a los 65 años y que -en todo caso- sí puede pelearse, de vez en cuando, con el poderoso recuerdo de la gestión de Lifschitz.
Los efectos políticos del vacío se completarán en 2023 cuando se definan alianzas y se lleven propuestas electorales con vistas a las PASO. Pero seguramente al ingeniero del socialismo santafesino se lo seguirá recordando.