La política en foco
Entre debate y debate, la campaña agravó las tensiones
Los candidatos vuelven a verse las caras tras una semana. En el medio, las chicanas se convirtieron en denuncias, la impudicia en materia de sondeos, y la situación económica en terreno de funestos vaticinios.
La semana política, antepenúltima de una campaña presidencial que parece interminable, estuvo signada a nivel nacional por las repercusiones del primer debate entre los candidatos y las expectativas cifradas en el próximo.
La saludable práctica, a la que la ley confirió rango de obligación, puso así entre paréntesis un período de siete días en el que algunas de las cuestiones planteadas en Santiago del Estero incrementaron su intensidad y virulencia (las imputaciones de Javier Milei a Patricia Bullrich), otras aumentaron el nivel de preocupación y de presión por presentar propuestas mínimamente convincentes (el nuevo "deslizamiento" del dólar y la marea inflacionaria) y alguna más ocupó el centro de atención de la opinión pública y se hizo sentir sobre las proyecciones de futuros escenarios (el escándalo Insaurralde).
Como parte de esa secuencia, la confrontación entre Bullrich y Milei asumió nuevos ribetes, y desembocó abiertamente en un enfrentamiento. El libertario, además de blanquear su posición ya no negacionista, sino reivindicativa de la represión ilegal (legal, aunque con "excesos", la definió) aludió reiteradamente en el debate al pasado de la referente de Juntos por el Cambio, como integrante de la organización Montoneros. Pero como secuela de esa participación, después fue más allá, y en declaraciones periodísticas la acusó directamente de haber puesto "bombas en jardines de infantes". Una aseveración temeraria que, además de obligar a demostrar su falsedad, sobrepasó los acostumbrados agravios y le dio otra dimensión a la campaña, llevándola a los tribunales bajo la forma de denuncias penales por calumnias, injurias e incitación al odio. Un sentimiento que, por otra parte, Mauricio Macri se aseguró de avivar en las filas de la coalición opositora, con otra de sus pocas veces afortunadas y casi nunca oportunas performances verbales.
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Un nuevo cauce se abrió a propósito del tradicional Coloquio de Idea, reputado foro donde la dirigencia política suele exponer sus propuestas y proyectos ante empresarios y economistas. O solía. A la vez que Massa declinó concurrir, Milei decidió partir las aguas con un almuerzo paralelo (prácticamente simultáneo a la exposición de Bullrich), que no sin controversia mereció el apelativo de "contracumbre". Establecer quiénes fueron a uno u otro (o a uno y otro) evento se convirtió en un maligno entretenimiento de la semana, y en un movimiento táctico con repercusión inmediata.
Después de apenas haber sido mencionada de pasada en el primer debate, la obscena exhibición de las aficciones de Martín Insaurralde (o al menos varias de ellas) ocupó los espacios informativos centrales durante todo el interín y se espera que proyecte sus efectos sobre el segundo, para mal del candidato de Unión por la Patria. En ese punto, el cortafuegos dispuesto ese mismo domingo, forzando la renuncia del ex jefe de Gabinete de Axel Kicillof a su cargo y a su candidatura, se convirtió también en el mejor argumento para contrarrestar los ataques. Habrá que ver hasta qué punto.
Gastadas todas las balas de los anuncios (por la veda electoral), Sergio Massa, que salió airoso de la primera ronda, deberá poner la cara a un escenario económico que no da indicios más que de empeorar, y que en las últimas horas disparó pronósticos de hecatombe (entre otras palabras con h).
El revisionismo contrahistórico, el exhibicionismo de la corrupción, la explosiva mezcla de agobio e indignación, y la creciente alarma por el futuro inmediato, marcaron la agenda pública de la semana y operan como un recargado e indeseable puente entre ambos debates. Quizás sea demasiado, aún para un país afecto a poner en crisis los patrones del exceso.