Insólito: lleva seis años comiendo en restaurantes de España sin pagar
MADRID. La historia de la picaresca española está ya muy documentada, pero Antonio Miguel Grimal se ha ganado a pulso aparecer en ella porque lleva al menos seis años negándose a pagar la cuenta en los restaurantes a los que acude.
Según Victoria Jiménez, la última abogada de oficio que le ha asistido, este hombre de 47 años es ya un viejo conocido de la Policía en Zaragoza porque acumula 46 detenciones, repitiendo siempre un mismo modus operandi: come lo que apetece, pide la cuenta, asegura que no va a pagar y, si el hostelero opta por denunciarle, espera a la patrulla con indiferencia.
Juanjo Gracia, uno de los propietarios del bar Espumosos 5M, se topó con Grimal hace pocas semanas: “El muy cabrón le dijo al camarero que le pusiera una cerveza mientras llegaba la Policía. Es un jeta. Sabe que no se le puede hacer nada. Si ha estado encerrado ha sido por no querer identificarse o no acudir a las comparecencias. El problema de darle publicidad es que ahora aparezcan otros como él”.
Según el Heraldo de Aragón, Grimal ingresó en prisión el pasado 13 de marzo después de comer sin pagar en nueve restaurantes a lo largo de un mes. Pero no es lo habitual porque la jurisprudencia del Tribunal Supremo impide aplicar el agravante de reincidencia en los delitos leves para evitar “penas desproporcionadas”.
Juanjo Gracia, una de las víctimas del experto en irse de los restaurantes sin pagar, en Zaragoza. CARLOS GIL-ROIG
En 2017, de hecho, la Fiscalía llegó a pedir tres años de cárcel y una multa de 2.160 euros por haber cenado en un hotel con dos amigos (143,30 euros) y no pagar la cuenta. Pero la pena acabó siendo mucho menor: 270 euros y la obligación de saldar la deuda de la cena.
La cuestión es que, al disponer solo de una pensión no contributiva, Grimal esquiva todas las sanciones y, como mucho, sale del juicio rápido con una orden de alejamiento que le impide volver al establecimiento al que ha estafado deliberadamente. Es decir, que Grimal, oriundo de Barcelona, ha dado con una especie de fallo en el sistema que, en la práctica, le permite seguir comiendo gratis casi con total impunidad. A principios de marzo, de hecho, lo primero que hizo al salir del calabozo fue irse a cenar marcándose otro simpa.
Con vino y postre
En el Espumosos 5M, concretamente, pidió un plato combinado de lomo con patatas y huevo, seguido de un entrecot con patatas y un bol de fideos de arroz, además de una copa de vino y, de postre, tarta.
“Yo le he dado bocadillos a gente que nos ha pedido por necesidad, pero… ¿esa chulería en mi puñetera cara?”, protesta Juanjo Gracia. “El problema es que, por mucho que le grabáramos con las cámaras de seguridad, no podemos difundir su imagen porque encima tendríamos un problema nosotros”.
Siempre por debajo de los 400 euros
Se da por hecho que muchos de los restaurantes estafados por Grimal ni siquiera han denunciado, pero según el recuento de El País, ya le conocen en muchos locales de la capital aragonesa: el Bar Ankara, La Bodeguita Real, El Real, La Tagliatella…. En todos los casos, establecimientos de rango medio en los que una buena cena jamás supera el umbral de los 400 euros porque, si así fuese, el Código Penal ya prevé una pena de prisión de 6 a 18 meses.
Entre quienes han tratado a Grimal hay quien asegura que su imagen “da el pego” y que por eso consigue que le sirvan en tantos restaurantes sin levantar sospechas, pero también hay quien define su aspecto como “descuidado” y no descarta que pueda vivir en un albergue para personas sin hogar.
Muchos le definen como “un jeta” o “un caradura” de pocas palabras que, además, no aparenta tener problemas de salud mental, pero más allá de apreciaciones personales, nadie sabe exactamente cómo ha acabado convirtiéndose en una pequeña amenaza para la hostelería de la ciudad.