Internas santafesinas: ¿desventuras de Rossi y auspicios de Perotti?
Por Rogelio Alaniz
El Litoral
I
La foto que registra el momento en que la señora Cristina Kirchner recibe en una sala del nunca bien ponderado Instituto Patria a los candidatos santafesinos de Omar Perotti, es una escena elocuente acerca de lo que opina la vicepresidente de la interna oficial en nuestra provincia, pero al mismo tiempo es para el curioso observador un dato cargado de interrogantes. Por lo pronto, si alguien expresó al kirchnerismo en Santa Fe y, hasta que alguien diga lo contrario, lo sigue expresando, ese alguien fue Agustín Rossi, más allá de que nunca, o casi nunca, ganó una elección, una falta que en otros tiempos hubiera sido imperdonable para una cultura peronista que siempre se consideró “naturalmente” mayoritaria. ¿Y entonces? ¿Cómo es que la jefa de la causa (y en el peronismo la condición de “jefe” es un caso serio, y para cualquier ampliación al respecto aconsejo la película “El jefe”, filmada en 1957, dirigida por Fernando Ayala, con música de Lalo Schifrin y guion de David Viñas) apoya a los candidatos de la otra lista, de la lista que aunque Rossi no lo haya dicho de manera expresa, tiene como objetivo o como inclinación separarse en algún momento de la coalición “Juntos por el Cambio” y tomar progresiva distancia de Cristina, pero también de Alberto?
II
Vuelvo a preguntar: ¿entonces? De María de los Ángeles Sacnun podemos tener las opiniones más diversas, pero lo que parece estar fuera de discusión es su condición de kirchnerista. Y sin embargo, es la candidata de la lista que lleva a Perotti en una suerte de candidato testimonial en homenaje al principio de ser el dirigente que mejor mide en la provincia según las solemnes evaluaciones de encuestas que a veces aciertan y la mayoría de las veces se equivocan. ¿Y entonces? ¿Quién es el verdadero representante de la causa kirchnerista en la provincia de Santa Fe? ¿Perotti, que nunca dijo serlo? ¿O Rossi, que siempre dijo serlo, pero que pareciera que esta vez le han retirado la escalera y se quedó con el pincel gravitando en el techo con la exclusiva y glacial compañía de las arañas? ¿Y entonces? Entonces, que pareciera que la política es muchas cosas, menos una ciencia exacta, motivo por el cual los amigos de ayer no son necesariamente los amigos de hoy y que a la hora de jugar con el poder todos los alineamientos son posibles, todos los juramentos de amistad pueden negarse con la misma liviandad, cinismo e indiferencia con la que Don Juan Tenorio negaba las promesas de amor realizadas a sus cándidas y llorosas víctimas. En política, aunque en nombre de la corrección se diga lo contrario, todo está permitido. Incluida la traición. No se equivocaba Max Weber cuando recomendaba a sus discípulos que si pretendían salvar sus almas no transitasen por las azarosas avenidas de la política. Se cuenta que alguna vez a Juárez Celman le preguntaron qué concepto tenía de la política. Y respondió: “Es lo más parecido a un grupo de niños malcriados repartiéndose una torta de chocolate”.
III
Pero no concluyen aquí las novedades. También se suponía que Rossi contaba con el apoyo del presidente Alberto Fernández. Es más, que el propio presidente lo había entusiasmado para que sea el candidato. Vanidad de vanidades. Fue el mismo presidente que de hecho le pidió la renuncia en un trámite por demás de expeditivo o, lisa y llanamente, se tomó la licencia de “renunciarlo” a través de una entrevista periodística en el extranjero. Más displicencia, imposible. Una displicencia que en este caso parece confundirse con el maltrato o con la sanción. ¿Qué pasó? Las malas lenguas dicen que las listas de glamorosos visitantes a la residencia de Olivos en plena pandemia fueron entregadas por alguna Garganta Profunda que podría haber merodeado entre la Casa Militar y los despachos del Ministerio de Defensa. Eso dicen las malas lenguas, que, como las encuestas, muchas veces se equivocan pero de vez en cuando aciertan. ¿Qué pasó? Yo no creo en las conspiraciones, pero que las conspiraciones existen, existen. De todos modos, vaticino que deben de haber algunas otras consideraciones para explicar por qué a un soldado leal a la santa causa kirchnerista como Rossi, lo dejaron haciendo señas como al Penado 14.
IV
Rossi, además de ser un kirchnerista ortodoxo, uno de los kirchneristas de la primera hora y uno de sus cuadros políticos más destacados, es también un dirigente con experiencia, lo que quiere decir en este caso, con habilidades y saberes para manejarse y circular en el proceloso y resbaladizo territorio de la política donde las zancadillas y las emboscadas están a la orden del día. ¿Cómo es que quedó pagando de este modo? ¿Cómo es que logró alinear a todos los planetas en su contra? ¿Cómo se explica que Alberto y Cristina le hayan bajado el dedo, le hayan dado el esquinazo mientras apoyan a un Omar Perotti que siempre fue peronista (¿no hubo un breve romance con la Ucedé en sus años de estudiante?) pero nunca fue kirchnerista, y a esa verdad los kirchneristas santafesinos la saben de memoria? ¿Qué pasó? Otra vez las reglas implacables de la política, reglas que, como ocurre con todo código, permiten ganar a quien más invoca su respeto a condición de ser al mismo tiempo capaz de violarlas cuantas veces considere necesario hacerlo. De algo no debemos sorprendernos: Perotti y Rossi siempre tuvieron diferencias y este reciente desenlace -parcial por el momento- es un capítulo más acerca de esas históricas desavenencias que son personales pero expresan dos maneras singulares de entender al peronismo.
V
Continúan las perplejidades. Yo, por ejemplo, creo que Rossi es totalmente peronista, es totalmente kirchnerista y está totalmente equivocado. Es mi opinión que, como toda opinión que merezca ese nombre, puede refutarse en el acto. Al mismo tiempo considero que Rossi no es un político corrupto. Por lo menos a mí no me consta que lo sea. Dicho esto, mi siguiente perplejidad: ¿Qué hace este muchacho al lado de Armando Traferri? El mismo Traferri, imputado por asociación ilícita y protegido de manera algo desvergonzado por una mayoría de la Cámara de Senadores, es su aliado preferido, o su aliado por descarte, pero aliado al fin en la provincia. Alguien dirá que Traferri es inocente hasta tanto se demuestre lo contrario. Ese principio vale para todos: para Al Capone y para Ceferino Namuncurá; para el Gordo Valor y para Traferri. Pero quienes participan en política saben, o deben saber, que las decisiones que se toman no se fundan exclusivamente en las verdades de una sentencia jurídica, sino en la legitimidad adquirida alrededor de experiencias compartidas. A un tiburón de la política como es Rossi, no se le puede escapar los beneficios y desventajas de una alianza con Traferri, aunque, pensándolo bien, habría que ver hasta dónde este juego de danzas y contradanzas al borde del pecado afectan la delicada y escrupulosa sensibilidad del electorado peronista. En la provincia de Santa Fe, y en particular en algunas de sus populosas ciudades donde el hampa parece haberse enseñoreado, la presencia de Traferri en un esquema de alianzas es por lo menos sugestivo. Dicho de de una manera más directa: nunca hubiera imaginado una alianza de Traferri con Rossi. Alguien dirá que mi imaginación es pobre. Es posible. Es posible que a la hora de imaginar las hipotéticas maniobras del peronismo mi imaginación sea efectivamente pobre. A los “gorilas” nos suelen aquejar estas íntimas deficiencias.
Foto Crédito: Ilustración Lucas Cejas