“Kamono” Ibarra: frontman en los escenarios y el aula
[vc_row][vc_column][vc_column_text]El otro costado de la vida de uno de los fundadores de ese grupo de trabajadores de la música, Leandro Ramón Ibarra, resulta interesante contar. Porque “Kamono” (52) es un personaje querible con todas las letras, pero que de la música no vive. No se habla o poco se sabe de los integrantes de Carmina cuando las luces se apagan y los amplificadores se desconectan.
El artista es además técnico universitario en Mecatrónica Industrial de la Universidad Nacional de Rosario y profesor en Enseñanza Superior por la Universidad de Concepción del Uruguay, donde fue de los mejores promedios en ambas cursadas. Actualmente, está dando clases en la Universidad Tecnológica Nacional, en la tecnicatura en Diseño Digital Industrial y en la Escuela Técnica de Firmat. Es decir que el cantor, es educador.
Un compañero de la fábrica donde trabajó por más de 20 años, fue quien le explicó que la tecnicatura le abría la posibilidad al ámbito educativo: “Me comentó que hacían falta profesores para dar materias, me anoté y empezaron a llamarme para reemplazos. Me empezó a gustar la cuestión, agarré más horas y de a poco fui dejando de lado la fábrica”, recordó acerca de sus primeros pasos en la docencia.
“También estudié ingeniería química en la UTN cuando terminé el secundario. Pero al tiempo me fui al servicio militar y estuve en el sur un año”, contó, haciendo referencia a su paso en 1987 por el Grupo de Artillería Nº 9 en Sarmiento, Chubut. Desde ese mismo lugar salieron los soldados que en 1982 desembarcaron en las Islas Malvinas.
“Fue una de las cosas más copadas que hice. Gente de toda condición social que no hubiese conocido en otro lado estaban ahí”, remarcó. Al tiempo, quiso volver a estudiar, pero tuvo su primera hija (en total, son cuatro sus herederas), los horarios se acortaron y se fue directo a trabajar. “Surgió después la idea de seguir estudiando en Firmat. Siempre laburé con los fierros y las máquinas. La propuesta de una carrera estaba buena porque me permitía aplicar algo del trabajo que yo hacía”.
“Kamono” dice que en su casa, material para escuchar y de lectura nunca le faltaron a él y sus dos hermanos. Así como la música que crea es una comunión de estilos, lo mismo se traslada a su biblioteca: “Podés encontrar cualquier locura, como libros de Matrix, el Martin Fierro o sobre el socialismo. Últimamente estuve leyendo historietas y un libro que me gusta mucho, que se llama ‘Historia de la civilización americana y su destrucción por los bárbaros del este'”.
Primeros escalones
“Siempre me interesó la lectura. Eso me llevó a interesarme en estudiar. Fui un convencido de que uno de los principales motivos por los que uno se manifiesta es justamente aprender. En cualquier ámbito de la vida, hay que interesarse en lo que te gusta”.
Más allá de que en la primaria fue buen alumno y lo mismo se repitió en la tecnicatura universitaria y el profesorado, los comienzos no fueron fáciles. “¡Mil años que no hacía una cuenta! En la carrera, para el primer final de física me dieron un problema y saqué un 2. Estuve toda una noche intentando entenderlo. Tomaba tequila y no comprendía qué pasaba, porqué los números no me daban, hasta que pude razonarlo”.
Dice que el profesorado fue una experiencia buena porque se encontró con materias que no vio nunca en su formación académica, como psicología, epistemología, filosofía y prácticas de la enseñanza. “Vas viendo y abriendo los ojos. Me sirvió un montón porque encontré un plantel de profesores que la tenía muy clara. Seguí dando clases con una base más sólida para comprender esta cuestión que tiene que ver con los alumnos y la práctica de la enseñanza”, aclaró.
Cuenta que sus alumnos, “más o menos” lo conocen por Carmina, pero que son de otra generación y escuchan otra música. “Algunos saben por los hermanos o padres que estoy en una banda. A veces piden que cante algo en clases, pero es como si yo me subo a un escenario donde hay 150 punks y me pongo a explicar lo que es un ‘diagrama espacio fase en una automatización’ o lo que equivale un diámetro y la diferencia con el perímetro. ¡Me matan! Cada cosa en un sitio. Les digo que (a la escuela) venimos a otras cosas”.
Entiende que su labor es formar técnicamente al alumno y que en su paso por las aulas las relaciones eran tensas: “Yo soy de una época donde el alumno y el profesor eran enemigos. Romper eso era dificultoso a veces. En este momento no me meto en mi sangre y lo que siento o pienso, sino que trato de darle (a los estudiantes) cuestiones a resolver con su intelecto. Hacerles entender que el conocimiento nunca está de más”.
Y siguió: “Es bueno incluso ir a la escuela para enterarse de lo que a uno no le gusta. Trato de ir llevándolo. Me ‘como mis garrones’ porque es mi forma de pensar las cosas. Tampoco quiero ser del momento ahí, una cuestión de influencia de acuerdo a mi visión de la realidad, porque no sé si es correcta tampoco”.
“Algún alumno, después de verme tocar, tiene un poco más de miedo cuando aparezco”, añade entre risas. Y es que para “Kamono”, el profesor es uno más. “No sé quiénes son o si el día de mañana yo voy a aprender de ellos. Vengo, explico humildemente lo que aprendí y espero que les sirva. Se establece una relación que está buena. El pibe sabe que uno no es una ‘Carmelita descalza’ y eso es bueno”.
Y cerró: “Nunca pensé que iba a terminar dando clases o pasar un período de mi existencia enseñando de esta manera, en una escuela, en un ámbito de enseñanza formal, con un programa y orientado a una formación técnica. Trato de aprovecharlo a eso para que siga siendo una expresión artística, porque el arte no se termina cuando se sube al escenario. En el ámbito educativo recomendaría a más de un docente que se ponga a tiro y lleve un poco de arte en la enseñanza”.
El chango del místico
“El profesorado se cursaba los sábados por la mañana. De pronto había una fecha violenta con Carmina (un viernes) y al otro día había que presentar el equipo como sea. Tuve clases que no me acuerdo de nada. Era un maniquí sentado. No fue fácil. O a veces trabajaba hasta las 19 (durante la semana en la fábrica) y después me iba a cursar. Igual estuvo bueno y lo disfruté”.
Asegura que “Kamono” está en el aula y en los escenarios. O sea, que para los alumnos y profesores es “profesor Kamono”. “A mí no me interesa como me llamen. Es el nombre de una energía… ¡mi verdadero nombre qué se yo cuál es! Soy la misma persona realizando distintas actividades”.
En cuanto a seguir formándose, admitió que le gustaría terminar ingeniería (en algunas de sus ramas) o algo que no tenga nada que ver con lo que está haciendo: “Hay un nivel de exigencia alto en Firmat. Está bueno porque hay pibes que tienen la intención de seguir estudiando y no pueden sostenerse económicamente en otro lugar. Si no estuviese la oportunidad en Firmat no podrían hacerlo. Es una buena opción de poder estudiar algo para seguir formándose acá cerca”.
Finalmente, aclaró: “Compartir un espacio artístico con ‘Maqina Matarife’, ‘Montecarlo Lounge’ y ‘Carmina’ (las tres bandas donde canta) aporta una cuestión que no se podría pagar con ningún dinero. No voy a dejar de hacer esto para tener un mango más. De pronto, capaz que dejo de laburar para seguir haciendo música (risas). Porque plasmar energías en una letra, inventar palabras o putear arriba de un escenario, me aporta un equilibro que otras actividades no me dan”.
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