Hace 18 años, un hecho histórico tuvo lugar en un laboratorio de Corea del Sur. El 24 de abril de 2005, nació Snuppy, el primer perro clonado del mundo. Con un peso de 530 gramos, su llegada marcó un hito en la ciencia mundial.
La historia de Snuppy, el primer perro clonado del mundo
Aunque antes se habían clonado otros animales mamíferos, como la oveja Dolly, el gato CopyCat, vacas, ratones, ratas, cabras, cerdos y conejos, entre otros, la clonación de perros resultaba mucho más complicada.
Como se realizó la clonación
El veterinario coreano Hwang Woo Suk, profesor de la Universidad Nacional de Seúl, y su equipo implantaron más de 1.000 embriones clonados en 123 vientres de alquiler, pero sólo lograron tres embarazos, de los cuales solo Snuppy sobrevivió. El primer intento sufrió un aborto espontáneo, mientras que el segundo, que nació después del protagonista de esta historia, murió a los 22 días como producto de una neumonía.
Para clonar a Snuppy, los investigadores tomaron una célula madre adulta de la oreja de un ejemplar macho adulto de lebrel afgano o perro de Afganistán y la colocaron en el óvulo sin núcleo de un ejemplar hembra. Después, ese óvulo reconstruido -posteriormente un embrión- se depositó en el vientre de una perra labradora. A los 60 días de gestación, nació por cesárea.
El animal vivió durante 10 años y, en 2015, murió a causa de un cáncer. Tai, el lebrel afgano que donó sus células madre, había fallecido a los 12, víctima de un cáncer, pero de otro tipo diferente. En 2017, se anunció que se había logrado clonar cuatro ejemplares con material genético de Snuppy.
Falta de bioética
Hwang Woo Suk, el “padre” de Snuppy, había afirmado en dos artículos publicados en la revista Science en 2004 y 2005 que había creado células madre embrionarias humanas por clonación. Esto fue considerado como un avance científico importante en la búsqueda de curas para varias enfermedades degenerativas. La revista Time declaró a Snuppy como la “invención del año” en aquel momento.
Sin embargo, en noviembre de 2005, Woo Suk admitió que su equipo de la universidad había utilizado óvulos donados por dos científicas jóvenes de su mismo laboratorio y que también había obtenido óvulos del mercado negro. Estas maniobras dejaban en manifiesto una falta de bioética.
Poco tiempo después, un panel de miembros de la Universidad Nacional de Seúl examinó el trabajo de Woo Suk y determinó que sus experimentos con embriones humanos eran fraudulentos. Todo este escándalo por sus mentiras y violación a la ética puso en duda lo de Snuppy. Al final, una investigación interna de la Universidad Nacional de Seúl comprobó, gracias a un examen de ADN, que Snuppy era efectivamente un clon. La institución echó al científico.