La historia de Tahiana: luchador de Malvinas, luchadora de su feminidad
Hagar Blau Makaroff
Cuando comenzó su etapa de juventud, le hicieron un espermograma y le dijeron que supuestamente es estéril. Formó una pareja, se casó y quiso tener familia, para lo cual debió desde entonces y por muchos años inyectarse testosteronas, aunque “la sensación era siempre de que no encajaba en la vida que llevaba”, aseguró en diálogo con El Litoral, a pocos días de que se cumplieran 40 años de haber sido soldado en Malvinas.
Se dedicó siempre a la electrónica y computación, hizo un terciario en técnico en sistemas, y vivió tras la guerra en Corral de Bustos, donde trabajó en los sistemas de la Lotería de Córdoba. Pero hace 28 años que vive en Chañar Ladeado departamento Caseros-, donde se jubiló con pensión honorífica de veterana, y continúa trabajando en sistemas cuando surge algún cliente particular.
Dice con convicción que desde 2015 se dedica a disfrutar la vida. Es que por esos años le surgieron fallas renales de la edad y consultó al médico. Al hacerse entre otros análisis un estudio genético, descubrió la gran verdad que toda su vida intuía pero no comprendía: Tahiana nació con un cromosoma diferente al de los hombres, el conocido como XXY, el Síndrome de Klinefelter, y entendió que producía más hormonas femeninas que masculinas.
Entonces decidió ceder a la naturaleza que llamó desde siempre: por fin dejó de inyectarse hormonas y su cuerpo comenzó a ser el de una mujer. “En 2015 estaba podrida de renegar, estábamos mal con mi pareja. Por más testosterona que tomara era latente en mí lo femenino, no podés alterar el genoma humano. Fui ese año a una endocrinóloga genetista, ella me hizo hacer el estudio de fenotipo, y eso me alentó a decidirlo: me separé y tiré a la miércoles la testosterona”, recordó con entusiasmo. Transicionó, cambió su nombre en el DNI, y comenzó una nueva vida como mujer, tras divorciarse de la madre de sus dos hijos.
El cambio fue acompañado por el Centro de Ex Combatientes de Rosario, del cual forma parte, y aunque para algunos fue difícil aceptarlo, se siente acompañada por los compañeros de tantos años: “Ellos pusieron su granito de arena en mi lucha en el reclamo a Pami que finalmente autorizó mi cirugía de reasignación genital”.
Cuando Tahiana salió a la luz, al fin la veterana de Malvinas se encontró con su lucha personal: “Disfruté la vida al fin, salí de joda -dijo con risas orgullosas- aunque después me agarró la pandemia y tuve que encerrarme, y trabajar para particulares para hacer algo durante la cuarentena”.
Hace tres años que le llegó la menopausia, y a pesar de que fueron nuevos cambios desconocidos en el cuerpo con los calores y cambios de ánimo, aseguró: “Hoy vivo feliz siendo yo misma, sin el disfraz de varón. Yo tuve que aprender a actuar como el varón que no era. Siempre me sentí un bicho raro, porque siempre está el machismo y el homo-transfóbico. Pero yo no busco que todos me reciban con los brazos abiertos, sólo vivo mi vida”.
Este 2 de abril se cumplen 40 años de su arribo a la Bahía Fox, en una lucha que Tahiana destaca “seguimos combatiendo porque no hubo rendición, y ‘malvinizando’ a la sociedad que comprende que las islas son argentinas y que nos deben reconocer. Gracias a Dios la ciudadanía se va dando cuenta de que la causa Malvinas fue manipulada por nuestros gobernantes para el olvido del pueblo”. Asegura que la sociedad no les debe nada a los veteranos, mientras que el Estado les debe “todo: honores, reconocimiento, pero cobertura en salud por sobre todas las cosas”.
76 días en la trinchera de Bahía Fox
Antes de ser santafesina y mucho antes de ser mujer, Tahiana fue un jovencito cordobés: vivía en Corral de Bustos y recién terminaba el Secundario cuando fue reclutado a alistarse con la Compañía de Ingenieros N° 9, el primer grupo de combatientes argentinos en arribar a las Malvinas. Aun no era mayor de edad porque cumplió sus 18 años en la isla en pleno bombardeo.
Recordó el operativo como si fuera ayer: “Llegamos a las 10 de la mañana de ese 2 de abril y tomamos Darwin. Nos replegamos en la costa con el buque Almirante Irizar, y después un carguero nos llevó hasta la Bahía Fox. Hicimos allanamientos, pero los kelpers ya se habían ido de sus casas, y allí nos quedamos tomando el sitio hasta el final de la contienda, durante 76 días”.
Desde allí los bombardeos aéreos y navales que recibieron fueron constantes. “Estábamos cerca de la Bahía San Carlos, y el 1° de mayo bombardearon los buques mercantes, de los que rescatamos a soldados, algunos fallecieron ahí”.
Recordó que al asentarse en la Bahía Fox, su sección hizo unos pozos en la costa con maderas y piedras, donde se guarecían de los bombardeos: “Hacía 7 grados. Mi sección estaba en la costa, primera en la línea de fuego, si veíamos los buques en el mar. El piso alrededor temblaba todo el tiempo con los impactos”.
El operativo era planeado por 15 días, por lo que tenían calculadas las provisiones, pero al ser atacada su sección la orden fue de quedarse allí. “Fue entonces que la pasamos peor porque nos quedamos sin comida, y las provisiones no vinieron más”.
Aseguró que sólo una noche tuvo mucho miedo, porque fueron cinco horas seguidas de bombardeos. “Fue tremendo. Tuve ganas de irme corriendo, pero yo soy muy creyente y siento que dios me salvó la vida y me dijo que me quedara en el pozo. Era pibe y se me pasaron miles de cosas por la cabeza. El resto de mi estadía era estar alerta a sirenas y bombardeos. Había que pensar todo el tiempo y no había lugar al miedo. Después no tuve más miedo en mi vida a nada”, aseguró, fortalecida de esta experiencia traumática.
La guerra que se ve hoy en los medios en Ucrania le recordó a Tahiana su propia experiencia, porque “los misiles con los que atacan son las mismas, las llamadas belugas, que se abren y salen misiles más pequeños, solo que allá los ataques no son constantes, pero son civiles los atacados, y nosotros éramos soldaditos”.