Las lluvias aún no alcanzan para dejar atrás la sequía en el norte provincial y muchos productores siguen en una situación de extrema fragilidad. Si bien hubo algunos aportes de humedad que “verdearon” un poco los campos, las represas siguen secas y la proximidad del invierno mantiene encendida la luz de alarma -que se prendió a fin de 2022- ante lo que se anticipa será un drama mayor cuando las heladas terminen con los pocos brotes de forraje natural.
La informalidad y el abandono agravan la sequía, que sigue pegando en el norte santafesino
Al escenario climático se suman una situación socio-cultural y un déficit de infraestructura que complican todavía más el cuadro. En áreas como la Cuña Boscosa o los Bajos Submeridionales, las familias rurales tienen una gran proporción del stock animal en la informalidad, situación que deriva en diagnósticos errados y asistencias insuficientes. Y la falta de mantenimiento de caminos quedó en evidencia con el acarreo de agua en grandes cisternas que terminaron de destruir alcantarillas, que en muchos casos son herencia de La Forestal.
Mientras tanto, una gran cantidad de pequeños productores en el departamento Vera dejaron de recibir las partidas de agua que distribuía la Sociedad Rural con fondos de la provincia. Hace más de un mes que se cortó ese suministro. Desde el gobierno insisten en que se retomará la asistencia, pero la partida presupuestaria aún no logra la firma en el Ministerio de Economía.
Daniel Bosch, jefe de la Agencia de Extensión Rural Garabato de INTA, indicó que llovió muy poco para la época, sobre todo teniendo en cuenta los tres años de sequía. “Hubo chaparrones en algunos lugares, con registros de 170mm, pero ese agua duró tres días en las represas, se filtró todo por las rajaduras del suelo”, describió. A su criterio, “debería llover 40 o 50 milímetros por semana para que la tierra se expanda lo suficiente para expandirse lo suficiente para cerrar las grietas y empezar a acumular agua”.
En diálogo con Campolitoral, relató que ahora los pobladores están “respirando un poco” porque bajaron las temperaturas y hay algo de verde en los potreros. Indicó que “hay un pastito tierno” que se va terminar con la primera helada. Luego, habrá que esperar hasta septiembre para volver a tener forraje. “Estamos por entrar al invierno; dentro de dos meses esto va a ser desesperante y no hay recursos con qué cubrir eso; así de triste es la situación”.
Si bien quienes pueden siguen acarreando agua y se ve algo de pasto en las cunetas, donde no se pastorea, “dentro de los campos está peladísimo, porque los animales no le dan respiro; lo poco que brota lo van comiendo y la hacienda está muy deteriorada”.
Al respecto, advirtió que la informalidad de mucha hacienda complica la situación. “En noviembre vinieron con una propuesta de la provincia y les dije que no alcanzaba ni para arrancar, es un tercio de la cantidad de animales que hay”, reveló. El error de cálculo se produjo -explicó- porque los funcionarios se basaron en la nómina del Registro Único de Producciones Primarias (RUPP). “Matemáticamente alcanzaba, pero explotó porque hay muchos más animales de lo que está declarado”.
Bosch, quien está en permanente contacto con las familias rurales, indicó que los productores no declaran todo lo que tienen porque consideran que el Estado se queda con su ganancia. “Esas cuestiones hacen que después fallen las políticas públicas”, afirmó.
Serios daños causó una intoxicación con nitratos en el sur santafesino
Incluso mencionó que este aspecto lo vienen trabajando desde la AER Garabato. Y han visto que “hay productores que venden terneros a $100 menos el kilo porque no quieren estar inscriptos porque el Estado les saca todo”. A su criterio, son conceptos que “no llevan a nada”. Y así han tratado de demostrarlo en los números, por ejemplo planteándoles que “con el valor de dos terneros en blanco pagaban todos los trámites para formalizar el establecimiento para todo el año; por más que sea pequeño y tenga 10 terneros, con 2 gana plata estando en blanco”.
El técnico consideró que, si bien hay situaciones complejas, como predios en procesos sucesorios, “es una cuestión más cultural” y “buscándole una solución a esto se podría mejorar muchísimo”.
A esto, casi como una cuestión anecdótica, Bosch contó que los camiones cisterna para el acarreo de agua terminaron por destruir la poca infraestructura que había en algunas zonas. Hasta el momento, aguantaban las 15 toneladas que carga una jaula de novillos. Pero las cisternas “tienen 60 toneladas y por eso revientan las alcantarillas, que están en mal estado, les falta mantenimiento y muchas son de la época de La Forestal; dan pena los pobres caminos”.
Incluso agregó que los camiones a veces no pueden llegar hasta los campos y se tienen que hacer trasbordos, una maniobra compleja y con la que se pierde tiempo. También mencionó que a algunos productores con animales en el camino, sin tanques o recipientes en el lugar, se les volcó el agua en las cunetas. “Lo cual era un mal uso del recurso, que sale plata”, concluyó.