La obra de humor “Las Cocot” bate record de público en Rufino
Por Ana Inés Dobal
Con ocho salas llenas, Las Cocot es la gesta de una obra de humor, transformismo y un estilo particular sin precedentes y “made in Rufino” que sigue en cartelera y deja una huella contundente que bate récords de localidades en la ciudad y va por más.
Marchel Gondou y Emilio Cura son los protagonistas, apostando a una reminiscencia que devuelven al presente el humor característico de Antonio Gasalla -en El Palacio de la Risa- o Juana Molina -en Juana y sus hermanas- hasta teletransportarnos al humor de los años 60 y sus publicidades e histrionismo de alto impacto, ésta propuesta se sale del molde y la rompe.
Recursos
El recurso de la repetición, la voz en off, la música creando climas y la exageración de gestos y movimientos de la mano de un vestuario llamativo y cuerpos mutando y transformando personajes, pasean al espectador por un “continum” de sketches cortos, con intervalos de pocos minutos que permiten a los protagonistas cambiarse y volver a las tablas en un abrir y cerrar de ojos.
Con una escenografía mínima, fondo negro, cambio de luces e incorporación de dos o tres elementos por escena, la risa tentadora y variada del público es sin dudas, el plato fuerte. La propuesta de “Las Cocot” devolvió a Rufino la posibilidad de reírse sin pausa. Un espectáculo aparte es mirar al público en cada función, ver, sentir y escuchar las risas en infinitas versiones, volúmenes como potencial indiscutido de las audiencias que, incluso repetidas veces, se llevaron al teatro desde su estreno hasta hoy.
Crónica de una carcajada segura
Cerca de las 21 hs del último sábado en el que se brindó una de las últimas funciones con lleno total, el único ingreso a Candilejas sobre el boulevard, estaba repleto de público en fila, alcanzando casi una cuadra de extensión. Impresionaba. Todos, esperando el ingreso a pesar de las noches frías.
“Bienvenidos a un show de música, veinte cambios de vestuario e intervalos de cinco segundos”, expresaba el locutor con las luces de la sala aún apagadas a través de una voz en off, que ya dio permiso para despuntar atisbos de sonrisas cómplices. “Lo que verá es meramente humorístico, un show nunca antes visto”, continuó antes de que el escenario se ilumine y reciba a los actores.
Con la música reconocible del viejo y querido Ante Garmás durante su época dorada, comenzó recorriendo el escenario a paso seguro una de las figuras, Emilio Cura, caracterizado con sombrero negro, brillos propios de una estrella sobre el escenario y una performance de danza clásica -o casi- en sus movimientos. Entre grand battment -paso de danza clásica- y giros interminables, el actor demostró sus habilidades casi acrobáticas para la danza y sentó las bases para el despliegue de la obra.
Cantantes
Temas más pegadizos como “Mueve la colita mueve la colita” en la interacción entre un cantante y una fan sobre el escenario, desplegaron la risa irrefrenable en el público cuando pedía “otra vueltita, y otra vueltita y otra vueltita” reiteradas veces y tentaba así de risas a todos los presentes sin distinción, pasadas las 21:30.
Quince minutos después hizo su aparición una versión bastante particular de Celine Dion, interpretando un sólo vocal que reitera sin éxito, hasta lograrlo con la ayuda de un trago largo de alcohol, mientras nos hace morir de risa.
“Es bien rico”
Las publicidades “retro” hacen su aparición de la mano de una impecablemente lograda joven de los años sesenta publicitando un jarabe durante un ensayo de aquella época. La chica Vitamina Betcheman -Lucille Ball-, se esmera por hacer bien su trabajo, y termina alcoholizada sobre el escenario por el grado de alcohol que dicho producto contenía. Llegado éste punto, el control equilibrado de la risa pierde todo balance, y la gente literalmente se “retuerce” de risa en sus butacas, dejando claro el logro del objetivo para los actores.
Para las 22:00 hs pasaron más de seis pequeños sketch con música del recuerdo, la sensación de risa permanente se instala y activa, y algo de ese continuo gozo generalizado y contagioso no quiere culminar nunca.
A éstas propuestas continuadas le siguen las acciones maliciosas de una madre con aires de cantante, interrumpida una y otra vez por su hija doliente, cuya torpeza tienta a los que quedaban bien sentados en sus sillas, en cada una de sus interrupciones inesperadas.
Dos coristas coreografían y siguen al pie de la letra una pegadiza melodía que dice algo como “Chiribim bom bom bom bom”, esperando, impolutas, la melodía siguiente mientras la buscan en el cancionero. Pero la repetición es imparable, la melodía siguiente jamás llega y sus caras y actitudes generan más carcajadas entre los presentes, hasta llegar al último apagón antes de las 22:30.
Cerca del final
Desopilante hasta acá, por todo lo que moviliza y activa en una audiencia tradicionalmente conservadora: la risa disruptiva como un ineludible, los cuerpos masculinos en vestuarios femeninos, pelucas, bocas exageradamente maquilladas, gestos bien marcados y el absurdo en su máxima expresión. Lo grotesco bien cuidado, porque no usan vocabulario inapropiado en ningún momento. La ridiculización como recurso, no tiene lugar por sí sola, porque no basan su humor en un lenguaje irrespetuoso para nadie. La sola esencia humana exagerada y exacerbada, nos es extremadamente graciosa.
Aba llegó con sus ritmos pegadizos y el amor también tuvo su momento con un beso esperado en escena -luego de un atinado cepillado de dientes en vivo-. Llegó el último break musical antes del final, y un espejo con luces de camarines entre dos bancos enfrentados, ganaron protagonismo sobre el escenario aún vacío.
Transformación en escena
Con luces casi apagadas y el encendido de las pequeñas luces de un espejo tras bambalinas, sonó desde el inicio hasta el final la tradicional canción “A mi manera”, que diluyó las risas y cargó cada mirada de emoción y sensibilidad.
El silencio se apoderó de la audiencia que seguía atónita la transformación frente a sus ojos de los artistas aún caracterizados, volviendo a sus esencias: vestidos y blusas al cuerpo cambiadas por pantalones y camisas, sostenes por camisetas y tacos altos por zapatos acordonados.
Final emotivo
Pero los aplausos cerrados y la emoción se desplegaron en su totalidad cuando ambos actores con la letra de la canción en su momento cúlmine “viví a mi modo” se quitaron las pelucas y dejaron ver sus rostros y cabellera con mirada franca y desnuda a los ojos del público.
El apagón dio por culminada una obra que marca un antes y un después en el estilo, el abordaje, las temáticas y hasta el perfil actoral de los artistas de hoy. Tendrá otra presentación a pedido del público éste sábado 24 y la siembra de risas y emociones contagiosas como preámbulo de mucho más por nacer.
En 1era persona
“¡Todas las entradas agotadas, guau!”, expresa la dupla sobre el escenario luego de la función, y agrega: “Decir gracias es poco, por todo el reconocimiento de ustedes, público querido, que función tras función acompañaron firmes. ¡Así logramos llenar ocho salas! y vamos por más. ¡Gracias a Cine Club Candilejas y a todo el equipo! Nos vemos pronto con más risas, diversión y emoción”, expresaron Emilio y Marchel, los actores de “Las Cocot”, después de romper todos los récords de audiencia en la ciudad, y dejando entrever que se vienen más sorpresas.