La santafesina que “rastrea” historias de vida y tramita ciudadanías italianas
Valeria Fornari nació en la ciudad de Santa Fe hace 46 años, en la “zona de la Costanera”, como le gusta recordar. Hace unas dos décadas decidió irse a vivir a Italia: allí conoció a quien es hoy su marido (italiano y abogado), y de a poco fueron ideando un proyecto de vida. Con el tiempo, también montaron un estudio jurídico, llegó la pandemia y ocurrió algo llamativo: empezaron a recibir una inesperada cantidad de solicitudes de amigos y conocidos -de esta capital y de toda la provincia-, pidiéndoles que les empiecen los trámites de gestión de la ciudadanía italiana.
Pero aquellas consultas solicitando ese trámite se viralizaron a través del “boca a boca”: ni Fornari ni su pareja imaginaron que tanta gente estuviese interesada en irse a vivir a Italia. Es que por el Covid-19 -y sus consecuencias económicas, e incluso psicológicas tras un largo encierro-, mucha gente decidió partir hacia nuevos horizontes a probar suerte.
La santafesina y Emiliano Rosalia (su marido) empezaron a dar una mano a sus amigos de aquí, como “gauchada”, en lo que es la búsqueda de actas y otros trámites. Pero después, personas que no conocían comenzaron a llamarlos diciéndoles que querían iniciar la ciudadanía italiana.
Y todo explotó durante la cuarentena estricta decretada en el país el 20 de marzo de 2020: “La gente se sentía encerrada, privada de su libertad, todos lo pasamos… Y a raíz de eso hubo un ‘boom’ de gente que nos envió solicitudes sobre cómo es el trámite de ciudadanía; que quería informarse, consultar…”, relata Fornari, en diálogo con El Litoral.
Para la radicada en Italia, la decisión de irse del país va más allá del hecho de querer dejar el lugar de origen, por las coyunturas sanitarias, políticas o económicas. “El motivo no es siempre: ‘Me quiero ir de la Argentina’. No: los santafesinos tiene un gran deseo de descubrir sus raíces, sus antepasados, de explorar un mundo nuevo, de prepararse para otro tipo de futuro. Ese deseo se activó más con la cuarentena”, explica. Entre los interesados hay muchos jóvenes (de unos 25 años), y también familias con hijos.
Contar con la ciudadanía italiana y el pasaporte (documentos que van de la mano) “abre las puertas a casi 200 países. Ese es otro atractivo: con ello no hablamos sólo de: ‘Me quiero ir a vivir a Italia’, sino de la posibilidad de conocer muchas regiones sin Visa: Estados Unidos, sureste asiático, Medio Oriente. Y además, la ciudadanía italiana y el pasaporte habilitan a una persona a vivir como ciudadano europeo en cualquier país de Europa, no sólo en Italia”, explica Fornari.
“Las ciudadanías que salieron fueron muchísimas”, dice. Y aporta un dato: a la fecha hay registrados unos mil pedidos de trámites para empezar las gestiones, de la ciudad de Santa Fe y de toda la provincia. Incluso hay pedidos de Córdoba. “Todos los días me llegan solicitudes de información y consultas relacionadas con la ciudadanía italiana. ¡Nunca para!”.
Lo que hacen ella y su marido es ofrecer asesoramiento jurídico para iniciar un tipo de ciudadanía judicial, que se hace en Roma. “No se puede hacer a través del Consulado”, aclara. En este sentido, trabajan sobre el reconocimiento judicial de ciudadanía por vía materna; control de carpetas; búsqueda de acta en Italia; traducciones y apostillados, y asesoría notarial. Pero más allá de esa labor de escritorio, hay otra: rastrear los árboles genealógicos.
Urgar en descendencias
Para llegar a cerrar el trámite de una ciudadanía italiana hay un “trabajito” previo, fascinante, casi detectivesco. “Es lo más lindo de todo esto. Es hablar con una persona que te cuenta su historia”, explica. Las familias (una tía, un pariente lejano, por ejemplo) tienen alguna información ligada a la descendencia: “Alguien nos dice: ‘Me parece que mi nona nació en tal localidad de la región de Piamonte’. Aquí ayudamos a buscar el acta, y se pone en marcha toda una interacción familiar”.
Y las familias van dando de a poco los datos para que el equipo profesional empiece a indagar el lugar exacto donde nació tal o cual persona y buscar la partida de nacimiento de aquel ancestro italiano que viajó a la Argentina. Documentos y cartas viejas, hasta la foto de un barco de inmigrantes: todo sirve.
“Encontramos historias maravillosas: de inmigrantes en un momento tremendo como la Post Guerra, documentos que datan del 1800… Dimos con actas escritas en latín, cuando todavía éstas no se escribían en italiano. Imaginate: es algo increíble”, confiesa Fornari.
Y los relatos orales son también fundamentales para reconstruir una historia familiar. “Un ejemplo: hay personas mayores que nos hablan de las ‘bisnonas’ o los ‘tataranonos’, porque no se dice abuelo o abuela (se ríe); que tal o cual venía de Piamonte, o de Friuli, o de la región de Véneto”. Y todo dato que sirva abre una pesquisa.
“La gente nos llora de la emoción cuando se encuentra un documento del abuelo, un acta de bautismo, por ejemplo”. Fornari recuerda que en 1890, las actas de bautismo se labraban en las parroquias, pues aún no había registro civil en Italia. “Es un trabajo de rastreo que se hace en conjunto con las propias familias. Es muy lindo, a nivel sentimental y emotivo, algo que me moviliza muchísimo”.
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Valeria Fornari confiesa que no puede estar sin venir a la Argentina y a Santa Fe, su ciudad natal. De hecho, en las próximas semanas visitará en esta capital. “Con la pandemia, sentí que en cierto punto me quitaron el derecho a reunirme con mis afectos. Y en esta idea claustrofóbica, decidimos hacerles a nuestros tres hijos las ciudadanías argentinas, para que puedan volver al país cuando quieran, para conocer los orígenes de sus abuelos, la cultura… Incluso para que si algún día ellos quieren volver a la Argentina a estudiar, tengan ese derecho”.La santafesina está radicada con su familia en Fregenae, un pequeño pueblo ubicado a una distancia de 15 minutos en tren hasta la capital italiana. Rememora los primeros meses de la pandemia: “Llegué a ver a Roma totalmente vacía, y hoy está volviendo a cierta normalidad post Covid, después de dos años de cierres y restricciones. Hoy aquí la tendencia es irse de las grandes ciudades: ocurrió después de la pandemia. La gente se va a las afueras para vivir más tranquila”, concluye.
Luciano Andreychuk