Laboulaye: el chico que mató a su amigo dijo que lo hizo por “enojo”
El menor de 14 años que asesinó a su amigo y compañero de clase, Joaquín Sperani, en Laboulaye, en el sur de la provincia, mantuvo una audiencia con el juez de la causa en la que ratificó su confesión y reiteró que él mató a la víctima, que lo hizo en soledad y que fue por un “enojo” tras una “discusión”.
El encuentro entre el juez de Control, Niñez, Adolescencia, Penal Juvenil, Violencia Familiar y de Género y Faltas de Laboulaye, Sebastián Moro, y el chico fue de forma virtual, ya que el adolescente está, “por su resguardo”, alojado en el complejo Esperanza de la ciudad de Córdoba.
La causa, a cargo del juez Moro, está calificada como homicidio calificado y hurto (el adolescente se quedó con el teléfono celular de la víctima). No habrá juicio porque L. es inimputable. Sí, continúan los peritajes y las evaluaciones psiquiátricas del confeso asesino.
Declaraciones del abogado defensor
Raúl Palacios, abogado del menor contó que su asistido “no dio muchos detalles, sí mantuvo que fue él el autor, que lo hizo solo y que reaccionó después de una discusión. Actuó con un hierro que había en el lugar”.
De la audiencia participaron el adolescente, Palacios, el juez Moro, la secretaria del magistrado y la asesora legal de Menores en Laboulaye.
Al estar involucrados dos menores en la causa, como víctima y victimario, todas las partes son extremadamente cuidadosas en la información que difunden.
Palacios sostuvo que están a la espera de los resultados de los peritajes que se le siguen haciendo a L. y que serán determinantes para ver cómo sigue. “Está recibiendo tratamiento -agregó-. Lo he visto personalmente, también sus padres lo visitaron algunas veces y mantiene contacto virtual con ellos.”
Será Moro quien decidirá qué hacer con el adolescente cuando finalicen los estudios. En principio, según fuentes de la causa, hay acuerdo para que no regrese a Laboulaye. Como anticipó este diario, su familia está pensando en mudarse a otra ciudad. Pero, además, las pericias definirán qué tipo de abordaje tiene que recibir para que “no constituya un peligro para él ni para terceros”.
La conversación de L. con Moro fue la segunda. Durante la primera audiencia fue pocas horas después de que él se autoincriminara en la jefatura de Policía de Laboulaye cuando encontraron el cuerpo de Sperani en una casa abandonada, tres días después de que desapareciera.
Según la reconstrucción que hizo la Justicia, el 29 de junio pasado L. salió de la escuela a las 9.21 y se dirigió a la casa abandonada, donde 72 horas después, el domingo 2 de julio, fue encontrado el cuerpo de Joaquín.
A esa hora llevó un pedazo de hierro con punta que usó para golpear a su amigo, además de unos pedazos de hormigón. Regresó al Instituto Provincial de Enseñanza Media (IPEM) 278 Malvinas Argentinas a las 9.56. En su exposición de ayer, L. afirmó que el hierro estaba en la casa abandonada.
Cómo fue el hecho
Joaquín había ido a clase de educación física esa mañana y se retiró a las 10, a pesar de que tenía que cursar otra materia. Su madre, Mariela Flores, había avisado a la escuela que su hijo, después de gimnasia, se iba a retirar. Regresó a la hora de la siesta y dejó la bicicleta en el patio, pero no entró en la clase.
A las 14.50 los dos amigos fueron registrados por una cámara de seguridad instalada en una casa vacía cuando salían de la escuela. Según las imágenes, Joaquín llevaba su mochila y L. no tenía nada.
En la casa abandonada, el confeso asesino le asestó 18 golpes, según el informe preliminar de la autopsia. El adolescente murió en el acto por traumatismo de cráneo y pérdida de masa encefálica.
Los padres de Joaquín denunciaron su desaparición el jueves 29 de junio a la noche. El domingo 2 de julio, el cuerpo del adolescente fue hallado por sus primos en la casa abandonada situada a 100 metros de la escuela.
L. participó de las búsquedas y de las marchas y dio pistas falsas a los investigadores. Insistió en que su amigo se había ido de su casa porque la familia era “muy estricta”.
El sábado 1° de julio, a la hora de la siesta, entregó el teléfono de Joaquín y aseguró que su amigo se lo había dado para que “no lo rastrearan”. Había “intervenido” la carcaza transparente con un fibrón rojo y escrito el apodo de otro estudiante.
Su confesión llegó en paralelo a que los padres de Joaquín recibían la noticia del hallazgo del cadáver. “Yo maté a Joaquín”, dijo al escuchar a Flores, la madre de la víctima, llorar y gritar desesperada. Estaban, separados por una pared, en el edificio de la jefatura departamental de la Policía de Córdoba.