2 de noviembre: Día de los Fieles Difuntos
Llorar a los muertos es una costumbre arraigada: ¿está bien o no?, ¿produce alivio o más dolor?
Nuestra cultura llora a los muertos, algo que no ocurre en la mexicana por ejemplo, donde la muerte de celebra y se festeja.
"Recuérdame, hoy me tengo que ir mi amor.
Recuérdame, no llores por favor.
Te llevo en mi corazón y cerca me tendrás.
A solas yo te cantaré soñando en regresar.
Recuérdame, aunque tengo que emigrar.
Recuérdame, si mi guitarra oyes llorar.
Ella con su triste canto te acompañará.
Hasta que en mis brazos estés, recuérdame” (*).
Hoy es el Día de los Muertos, una fecha que puede doler mucho, poquito o nada para los que siguen en este plano. Y eso dependerá de qué significa la muerte para cada uno según su religión, creencia o simplemente las sensaciones que produzca hablar del tema o la ausencia para siempre -sí, para siempre o hasta que se vuelvan a encontrar- de un ser querido.
El Día de Muertos fue siempre una tradición emblemática de la cultura mexicana que se fue extendiendo. En 2003 la Unesco declaró la celebración Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La fecha está destinada para pensar en la muerte, explicaba el escritor mexicano ganador del Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz. “Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; más al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía”.
Llorar a los muertos
Hoy, muchas son las personas que cambian las flores de los jarrones o se acercan a los cementerios para llevarles un ramito a esa persona que ya no está. Es que dicen que solo muere quien se olvida, pero no quien se recuerda. Y entonces, cada 2 de noviembre o cada fecha de muerte o cumpleaños de esa persona que ya no vive, se hacen rituales o se llevan adelante costumbres que van pasando de generación en generación.
¿Por qué la muerte genera tantas cosas? ¿Por qué en muchos países se llora la partida de un ser querido y en otros se la festeja? ¿Por qué la muerte sigue siendo un tema tabú en muchas familias y algo tan naturalizado en otras? Hoy es el día para pensar en todo eso.
La psicopedagoga María Alejandra Canavesio (M.P. N° 279) conversó con El Litoral sobre el Día de los Muertos y brindó su punto de vista sobre un tema que es muy personal en cada uno: la muerte de un ser querido y todo lo que genera.
-Culturalmente, en nuestro país la muerte es algo que duele. ¿Por qué lloramos a los muertos?
-No todos lloramos a los muertos por el mismo motivo. A veces lloramos por ellos y a veces lo hacemos por nosotros. Por ellos lloramos cuando se trata de personas jóvenes, que sentimos tenían “toda la vida por delante”, sobre todo en ocasiones en que la pérdida fue de un modo trágico. También sucede cuando se trata de personas más grandes y que se han ocupado de decirnos que no quieren morir. Y lloramos por nosotros, porque somos quienes deberemos continuar la vida sin ellos.
-¿Está bien que los lloremos? ¿O deberíamos seguir el ejemplo de México que toman la muerte de otra manera y hasta la celebran?
- Es absolutamente saludable que los lloremos, pues el llanto es la liberación del dolor y/o la tristeza que estamos sintiendo, y es una acción que nos acaba produciendo un efecto calmante.
La cultura mexicana es muy diferente a la nuestra en ese sentido. Para nosotros, llorar a un muerto es “lo normal” y no significa un motivo de celebración ni fiesta. De hecho, cuando una persona está ante una pérdida, no llora y hace “como si” no hubiera sucedido, pareciendo hasta estar contenta, lo que sucede con ella, muy probablemente, es que está negando la realidad y/o reprimiendo sus emociones.
- ¿Es el de la muerte un tema que conviene hablar con los niños? ¿Por qué? ¿A partir de qué edad y qué decirles?
- Indiscutiblemente sí. Porque la muerte es el punto final de la vida; es una experiencia que, tarde o temprano, van a tener que experimentar y, como en todos los sentidos, cuanto más preparados estén, resultará mejor. No hay una edad ni un momento ideal como para hacerlo. Es conveniente estar atentos a los momentos en que reciben alguna información (por ver o escuchar noticias en los medios de comunicación o de boca de personas cercanas) y prepararse para responder a las preguntas que puedan hacernos, siempre diciéndoles la verdad. En caso de que no cuestionen, es importante preguntarles nosotros si les pasa algo o qué sienten, cuando nos percatamos de que haber visto o escuchado algo les cambió el semblante, el estado de ánimo o los silenció. A los más pequeños suele hablárseles en términos de que quien partió “se fue al cielo”, “está en una estrellita” o expresiones por el estilo, y son válidas siempre y cuando hagamos referencia al alma. A cierta edad no es común que vayan a preguntar más allá pero, en caso de que lo hagan, es importante diferenciar dónde va el alma y dónde va el cuerpo, valiéndonos de palabras y expresiones claras, pero no lúgubres ni violentas. Cabe esto último a los niños no tan pequeños.
- Cuando de niño se pierde a uno de los padres surge la duda: llevarlo o no al funeral. ¿Cuál es su postura? ¿Deben participar o conviene que no? ¿Por qué?
- Cuando el niño pierde a alguno de sus padres, abuelos, tíos o cualquier ser afectivamente cercano a él, lo primero es decirle que eso sucedió y, luego, explicarle lo más precisamente posible y con la mayor cantidad de detalles en qué consisten el velatorio y el sepelio, y que él decida si quiere o no ir, aclarándole, además, que esa sería la última oportunidad de poder ver a esa persona. El niño que decide ir al velatorio tiene que saber con anticipación cómo es una casa de sepelios, en qué condiciones pueden estar las personas que estén presentes, cómo y dónde va a estar la persona fallecida y qué es lo que puede hacer él para despedirse. Considero que esto tiene que ser así porque el único modo de comenzar a transitar un duelo es partir de enfrentarse con la persona que está ahí… pero que ya no está ni volverá a estar.
“Ay, mi familia.
Oiga mi gente.
Canten a coro nuestra canción.
Amor verdadero nos une por siempre.
En el latido de mi corazón” (*)
(*) Extractos de las canciones Recuérdame y el latido de mi corazón de la película Coco de Disney- Pixar.
Pastoral del Duelo
En la capital provincial hay un Grupo de Mutua Ayuda para personas que están sufriendo por la muerte de un ser querido. Se llama Pastoral del Duelo. Pertenece a la Iglesia Católica y brinda herramientas que ayudan a elaborar el duelo. Los interesados, pueden buscarla en instagram o facebook.
Mónica RItacca