Marcos Zar, el menos conocido entre las muchas celebridades venadenses
[vc_row][vc_column][vc_column_text]El vicealmirante Marcos Antonio Zar nació en Venado Tuerto el 31 de mayo de 1891, hace hoy exactamente 130 años, y el aniversario es oportuno para señalar que, más allá del solar entre calles Marconi y Mariño, y el acceso al aeródromo municipal Tomás B. Kenny, que llevan su nombre, el fundador de la Aviación Naval Argentina aún no tiene en su ciudad natal la dimensión que merece. Seguramente la mayoría de los venadenses no conoce a Zar. O el que escuchó su nombre, o lo leyó en un nomenclador, tampoco sabe que es oriundo de la Esmeralda del Sur. Con la voluntad de empezar a hacer justicia, sobre la base de una idea de Roberto Landaburu, Roberto Ramacciotti y Oscar Rapalin, el bloque legislativo del PJ, encabezado por Pablo Rada, impulsó un proyecto de resolución en el Concejo Municipal, solicitando a la Armada Argentina una aeronave en desuso para emplazarla en la estación aérea local, a la vera del acceso Marcos Zar. Al respecto, el abogado e historiador Roberto Landaburu manifestó: “Confío que el pedido se aprobará y dispondremos de un espacio dentro del aeródromo municipal para establecer un museo al aire libre con un monolito y el avión en lo alto, junto a una Bandera nacional en homenaje a Marcos Zar. Otra opción es construir una réplica de la aeronave que él volaba un siglo atrás. Todas las ideas serán bienvenidas”, avisó. Incluso, a mediados de los ’90, se habían entablado conversaciones con autoridades de la Armada para que parte de las celebraciones de la Semana de la Aviación Naval Argentina se desarrollaran en Venado Tuerto, y sin dudas que podría relanzarse en este período de rescate de la figura de Marcos Zar.
Landaburu es uno de los más entusiastas promotores de la reivindicación de Zar, en parte por su afición a la historia, y en parte por el azar, pues en el año ’80 construyó su casa en Marconi al 300, Barrio Parque, donde supo reinar el mítico Parque Español, y antes aun, a fines del siglo XIX, había sido la Quinta de Zar, propiedad de Sestilio Zar -padre de Marcos- que abarcaba las cuatro manzanas comprendidas entre España, Marconi, Italia y Maipú. “Hice la casa donde había vivido la familia Zar. Sólo quedaban ruinas de la magnífica casona, pero hallé algunas fotos e incluso se conservó por mucho tiempo el olivo que había plantado Sestilio al lado de su hogar, en lo que se conoce como solar Marcos Zar, en el pasaje ubicado entre Marconi y Mariño”, precisó.
Familia pionera
Sobre la llegada del italiano Sestilio Zar, uno de los primeros pobladores, Landaburu, atando cabos, supone que era un hombre de confianza del cofundador de la ciudad, Alejandro Estrugamou, y recuerda que además de liderar un próspero comercio de ramos generales, se desempeñó como cónsul de Italia y presidente de la Comisión de Fomento entre 1895 y 1897, contribuyendo al inicio de grandes obras locales, como el Hospital Gutiérrez y la Escuela Fiscal.
Luego, el prolífico historiador regional aseguró a Sur24 que “entre las figuras sobresalientes de la historia de la ciudad, Marcos Zar es uno de los menos reconocidos”. Y más adelante hilvanó aristas desconocidas: “Marcos era el hijo mayor de la familia Zar y tuvo varios hermanos, todos venadenses, y el padrino de ellos fue Alejandro Estrugamou. Años atrás, en un homenaje en el Museo de la Marina de Bahía Blanca, conocí a los sobrinos de Marcos, quien se había casado con la norteamericana Olivia Le Baron y tuvieron una única hija que falleció hace pocos años en Estados Unidos, a los 107 años de edad”.
Sobre el origen de su carrera militar, el autor de Recuerdos del Venado Tuerto relató que Marcos Zar se despidió de su ciudad natal siendo muy joven, el 15 de marzo de 1907, para incorporarse a la Escuela Naval Militar, donde se recibió de guardiamarina en marzo de 1911. Luego ofició de artillero en el crucero “Buenos Aires” y en los acorazados “San Martín”, “Garibaldi” y “Pueyrredón”, las unidades más poderosas de la Armada de la época. Tiempo después se destacó en ese mismo rol en el acorazado “Rivadavia”, mereciendo sucesivos ascensos en la fuerza a alférez de Navío y alférez de Fragata.
Del mar a los cielos
Tras una invitación, en 1916, de la Marina de Estados Unidos, Zar fue enviado junto con otros aventajados oficiales argentinos a una capacitación en diversas especialidades, y la sorpresa es que no lo incluyeron en artillería, sino en aviación, iniciando los entrenamientos en abril del ’17 y obteniendo la licencia de aviador naval cinco meses después con calificación sobresaliente. Eran tiempos de guerra y cursos breves. Así, Marcos Zar descubrió su verdadera pasión y empezó a soñar con incorporar la aviación a la Armada. Como Estados Unidos había entrado en la Primera Guerra Mundial, “con la autorización del Ministerio de Guerra, junto con otros dos oficiales, se sumó a las tropas aliadas para ‘hacer experiencia’, donde el venadense, con base en Francia, se distinguió por su arrojo en las misiones que le encomendaron y luego trasladó esos conocimientos a los aviadores que se estaban formando en nuestro país”, destacó Landaburu. Concluida la guerra viajó a Italia, donde se diplomó como piloto de caza y persecución, y también realizó cursos de hidroaviones y globos dirigibles.
Ya en marzo de 1919, arribó al país la Misión Aeronáutica Italiana, que instruyó al personal de la Marina. “Con la donación de los dos hidroaviones Macchi M-9 y dos Macchi M-7, más un hangar para alojarlos en San Fernando, se marcó un hito en la historia de la Aviación Naval Argentina y la figura de Zar, eximio probador de esas máquinas, fue clave en ese contacto”, puntualizó. Y en diciembre del mismo año el aviador participó en las ejercitaciones de la escuadra de mar, junto a otros pilotos, siendo la primera vez que se operaba con buques de la Armada, inaugurando así las operaciones navales integradas.
Poco después, “el incansable Marcos batió el 19 de diciembre de 1919 el récord sudamericano de velocidad y distancia sobre el mar, uniendo Puerto Belgrano con San Fernando con un hidroavión Macchi-9, recibiendo una condecoración del Centro Naval por la proeza. Meses después, en marzo de 1920, marcó un nuevo récord mundial de velocidad y distancia sobre grandes ríos, uniendo Buenos Aires con Asunción del Paraguay, en un Macchi C7. Entre sus proezas también se incluye haber unido Buenos Aires con Ushuaia, en 1937, con un Fairchald”, dijo el escritor, justificando con su descripción porqué la base aeronaval de Trelew y varias calles de ciudades patagónicas, como Ushuaia, llevan el nombre del piloto nacido en lo que ahora es el Barrio Parque.
“Esas hazañas aéreas, que habían adquirido popularidad -evocó-, sumadas a la continuidad de la formación de pilotos en Estados Unidos, siempre con la coordinación de Zar, y la compra de varios hidroaviones a bajo precio, desemboca en octubre de 1921 en la creación de la Escuela de Aviación Naval”.
Orgullo venadense
A pesar de sus intensas actividades, “Marcos nunca se olvidó de su ciudad, tanto es así que volvió varias veces para visitar a sus amigos de la infancia en las décadas del ‘40 y el ’50. No tenía parientes acá porque Sestilio, para estar cerca de su hijo mayor, se radicó en Buenos Aires con toda su familia”. Asimismo, comentó que a Zar “le gustaba escribir poemas y payadas, y en la letra de uno de ellos sostiene con gran orgullo su condición de venadense”.
“Ya con más de 50 años de edad, siendo capitán de Navío y director general de Aviación Naval, a bordo de un hidroavión Stearman biplaza, Zar protagonizó en febrero del ’42 los primeros vuelos a la Antártida argentina y esas proezas motivaron su ascenso a vicealmirante, a fines del ‘43, pasando a retiro un año después, presuntamente por razones políticas”, conjeturó Landaburu, señalando que en su notable carrera militar sentó las bases de la Aviación Naval Argentina y dejó trascendentes testimonios de la especialidad en varios artículos del diario la Prensa y en su libro “La Marina y la Aviación Integral”.
Marcos Zar fallece en Buenos Aires el 19 de septiembre de 1955, a los 64 años, y en noviembre del ‘56 lo distinguen como fundador de la Aviación Naval, en tanto que en 1970 recibe, también post mortem, la distinción de Benemérito de la Aeronáutica Argentina. En las aulas de las escuelas de aviación naval se enseña el legado del brillante piloto que hizo maravillas al comando de las frágiles aeronaves de su época. También en el sur argentino y en países europeos, el venadense es reconocido como una notoria celebridad. Ahora sólo hace falta que se lo conozca un poco más en el suelo que lo vio nacer.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
El trío más mentao
El tango, que nació alrededor de 1880 hasta 1900, y que hoy sigue vigente en todo el mundo, no escapó de las influencias de la naciente aviación que también comenzó a desarrollarse a principios del siglo XX. Numerosos autores y compositores pusieron nombres alusivos a la aeronáutica a las partituras que creaban, tales como El aeroplano, Newbery, Tributo a Newbery, De ida y vuelta, El cabo Fels, El Palomar, El trío, Aguila real y Flecha de oro, entre muchos otros, surgidos a lo largo de estos últimos 100 años. La letra de El trío, del compositor Santos Aschieri, exalta las hazañas de tres pilotos en 1920: los capitanes Parodi y Zanni, que venían de hacer el doble cruce de los Andes en avión; y Zar, quien había batido el récord mundial de velocidad y distancia sobre ríos entre Buenos Aires y Asunción. Además los tres pilotos encabezaron un desfile victorioso por Avenida de Mayo que fue tapa de diarios.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_video link=”https://youtu.be/ppyC8TBinRQ”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
NOTA PUBLICADA EN LA EDICION IMPRESA DE SUR 24 DEL LUNES 31 DE MAYO
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]