El gobierno vuelve de Brasil con la amenaza de Lula da Silva de “hablar con el FMI para quitarle el cuchillo del cuello a la Argentina”. No es el mejor momento geopolítico del vecino presidente, cuestionado por su fallido intento de intermediar entre Ucrania y Rusia inclinado hacia el interés de Vladimir Putin. Tampoco las apelaciones a la Unasur o la exhibición de precandidatos presidenciales -Sergio Massa, Daniel Scioli, Agustín Rossi- le darán respuestas inmediatas a las urgencias argentinas.
Massa “repostó” en Brasil para un viaje de emergencia a Washington
En medio de la emergencia, la vocación de poder del justicialismo-kirchnerismo muestra más reflejos condicionados de su reconocible genética, que perspectivas de horizonte. El ministro de Economía es el más interpelado por la urgencia; trae del Palacio de la Alvorada un intento para que el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) financie desde Brasil las importaciones argentinas con ese origen. Algo similar a lo que sucede con las compras a China pagadas con yuanes previamente prestados por Beijing, swap mediante.
La intención de cambiar al dólar como moneda de intercambio comercial es tan opinable como desmesurada; la habilidad de Massa es proporcional a su ambición en el corto plazo. Pero el ministro no desconoce que el país debe ya importaciones por 14 mil millones de dólares y que sin divisas, sin insumos importados, la actividad económica -que ya está en “cero” según la tendencia ciclo del estimador del Indec- se volvería negativa en un proceso de inflación que acumuló 104,3% y con tasas de interés efectivas anuales del 140,51%.
Economía logró bajar los dólares financieros a costa de incumplir el acuerdo con el FMI. Pero el Banco Central no logra detener la sangría; las reservas el último martes perdieron US$ 133 millones y cayeron en su contabilidad bruta a US$35.078 millones, el nivel más bajo de la administración del FdT. El país no tiene divisas para funcionar.
En una semana Sergio Massa viaja a Washington para volver a hablar con las autoridades del Fondo. Los ministros de Economía del G7 podrían analizar el caso argentino. No hay indicios hasta aquí de más dólares frescos para la administración del Frente de Todos; Cristina vuelve a atacar al crédito que el organismo le entregó a Mauricio Macri, pero el revisionismo que disputa culpas, no procura horizontes.
De cara a los comicios
Lo que viene de aquí a las elecciones se cuenta en dólares que faltan y pesos que sobran. La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) detalló que en el primer cuatrimestre de este año, comparado con 2021, el sector cerealero-oleaginoso perdió ventas al exterior por un valor superior a 5,8 mil millones de dólares (11 mil millones vs 5.2 mil millones) por efecto de la sequía.
Ese sector es lo más parecido que tiene el país a una máquina de imprimir dólares. No lo maneja “el campo”, sino agroexportadoras multinacionales que le han recordado al gobierno que “el ingreso mensual de divisas, transformadas en pesos, es el mecanismo que permite seguir comprando granos a los productores al mejor precio posible”. Ese precio, vía dólar agro, no convence en medio de una campaña con pocos granos y precios internacionales que no ayudan.
La Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) calculó que la sequía, sólo para la economía de Santa Fe, “considerando el factor multiplicador del agro, el quebranto se traduce en una pérdida de US$5.100 millones para el Producto Bruto Geográfico provincial”.
No es sólo un problema fiscal o de grandes actores. El enorme desafío impacta en el implosionado sistema de salarios y pesos, referenciado en una moneda volátil, de una sociedad con 39,2% de pobreza estadística, según el Indec.