Cita con un gran maestro
Miguel Ángel Santos Guerra inspiró a docentes de Rufino y la región
La conferencia que contó con la presencia del ilustre catedrático convocó el martes a más de 300 educadores.
Ana Inés Dobal
Organizado por Homosapiens, tres instituciones de diferentes niveles posibilitaron la llegada de Miguel Ángel Santos Guerra a la ciudad de Rufino. El encuentro se desarrolló desde las 18.30 hasta pasadas las 22 del martes 17, en el Instituto 19.
La Lic. Silvina Balocco, directora de la entidad anfitriona, fue la primera oradora de la concurrida jornada. “Nos encontramos hoy en este espacio de convivencia los que representamos y hacemos la docencia, con la mejor cita, en el mejor lugar: la escuela como símbolo, haciendo patria y eligiéndolo día a día”.
Bajo el lema “hace falta un pueblo entero para educar a un niño” comenzó la esperada capacitación que en mayo de 2020 quiso ser, y recién ahora se concretó.
Claudia Ortega, profesora, psicopedagoga y supervisora, llegó a Rufino para presenciar el encuentro. En sus palabras: “Uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida, y estoy feliz de volver a Rufino. El doctor además de ser un gran educador es una gran guía y yo celebro esta jornada invitándonos a disfrutar y aprender”, sumó emocionada.
Puede interesarte
Un ramo de rosas
A su turno, Santos Guerra dio inicio a su charla ofrendando a los docentes, en el día del profesor, un regalo muy particular y sentido: “Voy a iniciar este encuentro regalándoles un ramo con 5 rosas; tres rosas las he buscado en otros jardines y dos las he buscado en mi propio jardín. La primera rosa, enseñar es un ejercicio de inmortalidad, seguimos viviendo en aquellos a través de la magia de nuestra palabra y por eso el profesor nunca muere; la segunda, cuando uno de estos profesores inicia un proceso de aprendizaje es como si un amigo invitase a otros amigos a cenar, y no como un policía entrevistando a un acusado -que nuestras clases sean una cena con amigos-.
La tercera flor, a mí me salvaron la vida tres profesores que tenían una característica común, nunca soltaban a su presa; la cuarta, de mi propio jardín, algunos se dedican a la enseñanza para sentirse importantes, pero tú nos has hecho sentir importantes a nosotros, y la última rosa, enseñar no es solo una forma de ganarse la vida sino una forma de ganar la vida de los otros. Con estas cinco rosas les dedico este ramillete especial con emoción con alegría y con gratitud, queridos profesores”, manifestó entrañable.
Aprender para enseñar
Con el nombre “docentes que aprenden e innovan en la escuela”, Santos Guerra desandó tópico a tópico mitos y errores sobre la profesión docente; Dos modelos contrapuestos; la importancia del contexto; exigencias de la innovación: tipologías de innovación; Estrategias de mejora; dificultades institucionales; dificultades personales; bibliografía despedida y regalos.
Todo este bagaje fue desandado con amor y humor en cada palabra, ejemplo, recomendación o cita.
Este señor de pelo blanco, calidez en su mirada y sencillez para hablar y andar, compartió experiencias profundas y simples que validaron una y otra vez los caminos andados en la aventura de la docencia como camino de renacimiento y aprendizajes eternos.
Tiene una hija de 20 años a la que le está escribiendo su historia desde el nacimiento, viaje en el que lleva 12 tomos de su puño y letra, dónde recopila su vida en palabras, anécdotas y vivencias a través de la mirada de su padre.
Impecable, sabio y simple a la vez, este gran educador colmó a cada asistente de esperanza, motivación y responsabilidad, esa que hace sentir valioso y único a todos y esa que en el camino de la docencia de empaña o diluye fácilmente en estos tiempos. Volver a intentar y ser aprendices eternos se remarcó en cada exposición. “Quien se atreva a enseñar, nunca debe dejar de aprender”, subrayó convencido y siempre agradecido, con la humildad de los grandes.
Un lujo para Rufino. Una bocanada de innovación, reflexión y esperanza para la necesaria nueva educación que reclama el presente.