Por la gripe aviar ya se perdieron 18 empresas y la incertidumbre es absoluta para la avicultura argentina
Por Juan Manuel Fernández
La avicultura argentina vive su hora más crítica, a partir de la cantidad de empresa que cerraron sus puertas a causa de la influenza aviar y la extrema incertidumbre sobre el futuro del sector.
“Con tristeza y amargura”, dijo Javier Prida, presidente de la Cámara Argentina de Productores e Industrializadores Avícolas (CAPIA), que se vivió el Día Nacional de la Avicultura, el pasado 2 de julio. “Tenemos 18 empresas desaparecidas”, lamentó, a raíz de haberse quedado sin producción tras el sacrificio sanitario de los planteles, como lo establece el protocolo sanitario ante la detección de la enfermedad.
Si bien el gobierno nacional dispuso un plan de asistencia, advirtió que “no resuelve el problema”. Se trata de un aporte de $1.700 por cada ave de postura sacrificada, que cubre aproximadamente el 50% del daño que hace la enfermedad. “No está mal, es una asistencia importante; pero no significa que es la salvación”, dijo Prida, y explicó que hoy un animal recriado vale $2.000, que al sumarle el lucro cesante alcanza un perjuicio equivalente a $3.500 por animal.
Pero el problema es el futuro. En primer lugar “porque hoy la asistencia está, pero el 16 de noviembre se termina”, indicó el directivo. Y añadió que varias de las empresas que cerraron percibieron la ayuda, pero “no vuelven a repoblar la granja” ante la incertidumbre que plantea la enfermedad. Sobre la ayuda, “probablemente no exista más, como pasa en otros países”, dijo sobre lo que ocurre en Uruguay, Bolivia, Perú o Colombia.
El tema fue abordado en una extensa reunión entre la cámara y el Senasa este martes 4 de julio. Allí se plantearon “muchos interrogantes sobre cómo continuar, qué decisiones tomar”, sobre todo en base a la posibilidad de vacunar. El tema es sensible y divide aguas dentro del sector, ya que los mercados no compran carne de países que vacunen pero la inmunización le da cierta garantía a los establecimientos de postura de no tener que sacrificar el plantel ante la aparición de la enfermedad.
Por este motivo, Prida planteó el dilema para los productores y las autoridades sanitarias. “Qué hacemos, solucionamos una cosa o la otra; esa es la dicotomía que enfrentamos”. De cualquier modo, consideró que la salida de esta situación “no será de la noche a la mañana ni en 6 meses, va a ser más largo”, porque una decisión equivocada puede generar un perjuicio mayor (vacuna o no vacunar).
El titular de CAPIA relató que el Senasa “es cauto”. Y si bien el camino más corto y fácil es vacunar, “no es la solución”. Al respecto, opinó: “hay que ver cómo se hace un ordenamiento sanitario, cómo se diseña una estrategia de bioseguridad en Argentina”. Porque “probablemente el año que viene no tengamos influenza”, dijo, porque la experiencia muestra que “se da fuerte como ahora y luego por dos o tres años no aparece”. Sin embargo en EE.UU. hubo un brote intenso que al siguiente año fue más fuerte aún.
Por ello, consideró que “la decisión que se tome tiene que ser muy prudente y consensuada”. Porque si no se vacuna y reaparece la enfermedad se perjudican una parte del negocio (postura); pero si se vacuna y no aparece, daña al otro sector (parrilleros).
El problema para los productores de carne que exportan radica en que los mercados no compran en países que vacunen porque, ante la detección del virus, no se puede determinar si es por la enfermedad o por el inmunógeno. Si bien “hay vacunas que permiten saber si el virus está por enfermedad o por antígeno”, aclaró: “no son las que mejor cobertura tienen”.
En relación a esto, reflexionó: “es el gran problema, que los compradores y no la OMSA (Organización Mundial de Sanidad Animal) determinan la política sanitaria”. Recientemente, en el congreso anual la entidad sanitaria se recomendó la vacunación, acompañada de las demás medidas sanitarias de prevención.