Qué es el asbesto: el “veneno” que encontraron en subtes, hospitales y edificios de Buenos Aires
Desde hace muchísimos años, el asbesto o amianto fue considerado un mineral “milagroso” y con él se hicieron edificios, tanques, tejas, telas, trenes y cables. Sin embargo, a fines del siglo pasado comenzó a prohibirse a lo largo del mundo tras conocerse que es cancerígeno.
El asbesto, conocido por la problemática de los trabajadores del subte porteño ya que produjo la muerte de tres de ellos y la enfermedad de 86, según datos que aporta el gremio que los nuclea, es un mineral considerado desde la antigüedad como “mágico” o “milagroso” por sus propiedades: no se quema, no se pudre, aísla el calor, el frío, el ruido y tiene una alta resistencia a la tracción.
En este sentido, la palabra “asbesto” proviene del griego antiguo y significa “inextinguible”, mientras “amianto” -otra palabra con la que se alude al mineral- deriva del latín y se puede traducir como “impoluto” o “puro”.
El uso del asbesto o amianto se hizo extensivo durante el siglo XIX, pero sobre todo en el siguiente.
“El asbesto se utilizó de forma masiva y se lo conoce desde tiempos inmemoriales. Carlomagno tenía un mantel de amianto sobre la mesa donde recibía a los comensales que quería halagar. Cuando terminaban de comer, agarraba el mantel con restos y lo lanzaba al fuego. Luego tiraba de él y salía intacto”, contó Eduardo Rodríguez, ex jefe del Programa de Salud del Trabajador del Ministerio de Salud y autor de la norma que prohibió el mineral en el país.
Luego, “llegó la época de la Revolución Industrial y se empezó a utilizar muchísimo en las calderas de barcos a vapor, hospitales, escuelas, cárceles, teatros, todo edificio grande, porque se descubrió que eliminaba la posibilidad de transmisión de calor y de incendios”, continuó Rodríguez.
Así, el uso del amianto se hizo extensivo durante el siglo XIX, pero sobre todo en el siguiente.
Problemas de salud
En 1927 aparecieron las primeras demandas por los problemas que traía su uso y hacia fines del siglo lo prohibieron países como Suecia, Islandia, Noruega, Suiza, Austria, Países Bajos, Finlandia, Italia, Alemania, Brunei, Kuwait, Bahréin, Mónaco, Polonia, Bélgica, Arabia Saudita y Reino Unido.
La razón que despertó estas prohibiciones fue que se observó que la exposición al asbesto causa enfermedades, y en este sentido, la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) lo clasifica como cancerígeno 1A, que significa que es cancerígeno para seres humanos.
“El asbesto produce una serie de enfermedades. La más benigna son las placas pleurales, que son las que tienen más de 80 trabajadores del subte”, detalló Rodríguez, que es médico y especialista en asbesto.
El resto de las enfermedades son la asbestosis, el mesotelioma -tumor maligno que afecta mayoritariamente la pleura, pero también el peritoneo o el pericardio) y distintos cánceres como el de pulmón, de laringe y de ovario.
La situación en Argentina
En Argentina, la Resolución 823/2001 prohibió la “producción, importación, comercialización y uso de fibras de Asbesto variedad Crisotilo y productos que las contengan, a partir del 1° de enero de 2003”, y un año antes se había prohibido la variedad Anfiboles.
“Acá funcionó bien la prohibición. Lo que no pudimos evitar nunca fue que las aduanas pudieran impedir el ingreso en determinado momento de asbesto, como fue el caso de los trenes de España”, explicó Rodríguez.
En 2011 y 2012 se adquirieron 36 coches modelo CAF 5000 al Metro de Madrid y en 2018 salió a la luz que contenían asbesto, pese a que desde el 2003 según la normativa argentina no se podía importar productos que estén constituidos por este mineral.
Por la presencia de asbesto en el subte, 2.150 trabajadores se encuentran bajo vigilancia médica, 86 padecen enfermedades pulmonares, seis tienen cáncer y 3 fallecieron, informó a la prensa Roberto Pianelli, secretario general de los metrodelegados.
En tanto, el amianto también está presente en calderas, tanques de agua, tejas, chapas de fibrocemento, conductos, instalaciones que requerían de aislamiento tanto térmico como sonoro o lugares prestos a la fricción en edificios antiguos de vivienda o establecimientos como hospitales, escuelas y cárceles.
“En los edificios antiguos en todos los que encontré les intimé retirar eso o sellar los lugares donde estaba el asbesto. A veces es mejor dejarlo donde está, cerrar la puerta y que no entre más nadie que sacarlo”, contó Edgardo Castro, ingeniero ambiental y ex inspector de la Ciudad de Buenos Aires.
El retiro del asbesto siempre debe hacerse bajo condiciones de seguridad avaladas por profesionales del amianto.
Pianelli recomendó la creación de un mapa de riesgo en la Ciudad de Buenos Aires para identificar dónde se encuentra instalado el material y tener un “0800 asbesto” para brindar información y responder dudas.