Mucho se habló en los últimos días sobre el soldado Pablo Córdoba y la forma en la que murió en el Grupo de Artillería 16 del Ejército Argentino. La intencionalidad de algunos sectores lleva rápidamente a compararlo con el caso Carrasco que allí mismo ocurrió, asegurar un homicidio encubierto y minimizar algunos elementos de juicio, justamente aquellos que dan cuenta de que nada tiene que ver este suceso con el de 1994. Por ejemplo, la familia supo desde el primer momento que el joven había muerto tras dos disparos, según indicó el propio padre a este medio.
Soldado muerto en Zapala: ¿suicidio anunciado o ajuste de cuentas?
Los hechos, explicados por el padre
Para entrar en tema, el suboficial principal mecánico de munición Juan José Córdoba recuerda que pasadas las 06 de la mañana del 01 de junio es llamado por el suboficial de semana para indicarle que su hijo se había disparado, pero “que estaba vivo, respirando y siendo llevado al hospital”. Ante eso, el padre del soldado llega al nosocomio con su madre y otra hija, incluso antes que la propia ambulancia, para esperar a su hijo.
Una vez hechas las primeras intervenciones médicas, la familia Córdoba es notificada de que “la situación de Pablo es muy difícil, porque tenía dos disparos y que esperaban trasladarlo para hacerle una tomografía”. En este momento de la conversación, Juan José menciona la presencia allí del jefe del Grupo de Artillería 16 y del titular local de la Policía Federal acompañando a los familiares, pero que no había tenido contacto con el militar mencionado.
En un momento, son advertidos por los médicos de “que no había mucho más por hacer”, por lo que pueden ingresar a ver al joven. Preguntado sobre la evidencia de los dos disparos, el militar señala que “su cabeza estaba con apósitos, toda vendada” pero que recuerda “una venda en particular, debajo de la mandíbula” y “la manchita redonda de sangre en uno de los vendajes, arriba de la oreja”. En ese punto reconoce que en ese momento pensaba que “capaz que ahí cerca entraron las dos balas, porque imaginaba que fue un accidente o los dos disparos entraron juntos porque el fusil estaba en automático”. Agrega que “no me detuve a pensar ni a buscar el otro disparo, nunca lo vi”. Finalmente, Pablo fallece a las 08.55 del primero de junio. Habían pasado, al menos, dos horas y cincuenta minutos desde que su cabeza fue impactada.
“El cuerpo viaja a la morgue judicial de la capital provincial y llega aproximadamente a las 17”, narra a este medio Juan José Córdoba y aclara que se realizó una sola autopsia. Fue “el 02 de junio a las 15.30”. Luego liberaron el cuerpo para velarlo y enterrarlo.
Pese a llamar y viajar en reiteradas ocasiones para exigir el resultado de la autopsia, recién los citaron “el 29, para darles los resultados al mediodía”, pero se publicaron la mañana siguiente. La excusa para casi un mes de tardanza era que “los trámites demoran”, cuando los resultados suelen llegar en pocos días. No es menor destacar la baja eficacia del sistema judicial en este caso, donde prácticamente todos los niveles judiciales de Zapala están subrogados y tampoco hay elementos de análisis e investigación propios o cercanos.
La autopsia –a la que El Litoral tuvo acceso parcial– apunta lo siguiente: “Conclusiones: la muerte de Pablo Córdoba se produjo por un traumatismo craneoencefálico grave por herida de arma de fuego. Observaciones: esta muerte presenta características compatibles con muerte violenta”. Ante tan escueta información, el entrevistado “imaginaba que iba a decir a qué distancia, en qué orden fueron los tiros y a qué arma corresponden. Pero no dice absolutamente nada” respecto al calibre de las municiones que hicieron impacto, la cantidad ni el orden de disparo. Tampoco hubo información sobre la presencia de fulminante en las manos de Pablo, pese a que el cuerpo viajó hacia la morgue “con las manos protegidas o cubiertas, para poder hacer esa evaluación”. Córdoba dice que, en otra parte de la autopsia, se señala que “un orificio es de 1.5 mm y el otro es de 1.6 mm”, lo que siente como “una tomada de pelo”.
Según la información a la que accedió El Litoral, no consta tampoco la cantidad de disparos, ni las posiciones o direcciones, más allá de que el padre de la víctima indica que tanto la autopsia como el informe médico dan cuenta de ello.
La familia Córdoba, luego de casi 30 días en silencio, a partir de allí, “con la autopsia en mano decidimos buscar un abogado de verdad, que empezó a ver los testimonios y a tomar el caso”. Nuevamente se le preguntó si había hablado en algún momento con el jefe de su hijo: “No, el jefe de Unidad estuvo en el hospital con nosotros y estuvo la Policía Federal”, responde Córdoba padre y agrega que “más tranquilo, analizo que él sabía de los dos disparos y seguramente dónde los tenía. Así y todo cuando llama a la policía para avisar del suceso comete el error de decir que un soldado había intentado quitarse la vida con un disparo”. Por esto, “cuando va la policía, ya lo hace con la idea de un suicidio, entonces actúan bajo esa idea y no a investigar un homicidio”. Para Córdoba, “el informe y el mensaje son parcializados por esa idea” ya preconcebida. En este tema, es importante recordar al lector que el Ejército Argentino atraviesa una de las épocas con mayor nivel en el índice de suicidios entre los soldados voluntarios que lo integran pero el Ministerio de Defensa no ha entregado las cifras oficiales al respecto.
Un dato que también genera suspicacias es el que indica que Pablo no debía estar, según lo estipulado, de guardia aquella noche. Sin embargo el padre lo sabía porque le había preguntado quién estaba también de servicio entre los conocidos para poder organizarse. En ese momento, el suboficial le pregunta a su hijo si estaba castigado y Pablo le comenta que “hay uno con maña, entonces como saben que no tengo problemas voy a hacerla yo”. Ante esa predisposición de cubrir servicios de otros, el militar reconoce que Pablo “no quería que yo me meta con nada y yo lo dejaba”. El cuerpo también fue hallado fuera de la zona de control de Pablo.
¿Pudo ser un ajuste de cuentas contra el padre?
Durante la comunicación con El Litoral, Juan José Córdoba explica que es el encargado de la Compañía de Arsenales de la Base de Apoyo Logístico de Neuquén. Fue justo después de afirmar que a su hijo lo pudieron haber matado por ver “algo muy grave, porque ver a alguien que se está llevando una rueda de auxilio o una bolsa de cemento no es motivo para esto”. Entonces se le recordó que, justamente, en aquella zona desaparecieron más de 27 mil municiones de FAL hace dos años, cuando un suboficial había desaparecido junto a las municiones y reaparecido después, con una camioneta repleta de trotyl.
Sobre el caso expuesto, Córdoba detalla que fue “en Batallón de Ingenieros de Neuquén” y que, en aquel momento, él mismo era el Encargado de la Sección Munición de la Base de Apoyo Logístico –donde se centraliza la munición de la región– y quien se negó a prestarle munición al militar que terminó siendo expulsado del Ejército, acusado del robo millonario.
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“El Encargado de Munición del Batallón de Ingenieros vino acá a pedir munición en carácter de préstamo y yo le dije que no, que era una locura. En la jerga nuestra: le eché flit y se fue. A partir de allí surgió todo lo demás”, dice el militar. Al ser consultado sobre si terminó como testigo luego de la denuncia, cuenta que fue procesado por el juez de la causa. Sobre los motivos, indica no saber y que “el juez me dice que yo participé, pero acá vinieron a darme vuelta como una media y como tengo todos los papeles probé que acá no tenían nada (de munición) ellos (los que fueron a pedir munición prestada) y el que no tenía los papeles era el del Batallón, porque hacía desaparecer todo”.
“¿Usted está diciendo que a mi hijo lo mataron por este problema mío?”, pregunta entonces Córdoba. El autor le recuerda que “en sus declaraciones dijo que, por ejemplo, su hijo podría haber visto algo que no corresponde y cuando pienso en algo que no corresponde en aquella zona, lo primero que se me viene a la cabeza son las miles de municiones que desaparecieron en aquel momento y usted ahora me dice que fue el encargado de denunciarlo”. Ante eso, el militar piensa que “la sección munición está a 25 kilómetros de acá. O sea que eso él acá no lo puede ver”.
“¿No hace ningún tipo de conexión con esto o que puede haber algún tipo de pase de facturas o venganza?” quiso saber el entrevistador. “No, no, no. Para nada”, sentenció con firmeza Córdoba, quien dijo que nunca fue amenazado ni volvió a tener comunicación con el efectivo que él delató.
El rol de los compañeros de Pablo
En reiteradas ocasiones, Juan José cuestionó las distintas versiones de los testigos que encontraron a su hijo. “Hay un soldado que dice que fue él quien lo vio primero y que el fusil estaba al lado del cuerpo. Los que llegan casi en simultáneo dicen que el fusil estaba cruzado o sobre el hombro o sobre el pecho”, dice. También hay desconexiones en los relatos, cuando la mayoría dice que se escuchó un solo disparo mientras que un soldado dice que se escucharon dos y uno fue más fuerte que el otro. Para él, eso le deja “más certezas de que a mi hijo lo mataron”.
“¿Los mismos soldados?”, se le preguntó desde El Litoral. “No. No sé. Entiendo el shock que pudo haber sido ver una persona que está agonizando, pero de ahí a estas diferencias. Si el primero dice que estaba al costado y todos los otros dicen otra cosa”, respondió.
“¿Qué interés puede tener el Jefe o cualquier integrante del Grupo de Artillería en matar a su hijo?”, se le preguntó en otra parte. “No sé. Nosotros decimos con total sinceridad que nadie. Mi hijo no tenía problemas con nadie. Salía los fines de semana normalmente y lo educamos lo más alejado posible de una mala formación. Tenía proyectos para ir al Colegio Militar, por idea propia y con todo planeado de cómo haría para entrar. Era un chico sano”, comentó.
-¿Los militares pueden estar complotados?
-Lo único cierto es que hay muchas contradicciones.
-¿Se le ocurre qué pudo haber visto que sea tan grave para que lo maten?
-No, no sé. Pero estamos hablando de que lo mataron, o sea que si vio algo tuvo que ser muy grave.
¿Pablo pidió ayuda y nadie lo notó?
La semana previa a su muerte, Pablo Jesús Córdoba publicó en su cuenta de Facebook gran cantidad de memes. Entre ellos, dos llaman poderosamente la atención, a razón de los hechos finales. Ambas incluyen la figura de lápidas y apuntan a la muerte. Una dice, sobre la estructura, “les avisé que me sentía mal” y la otra “murió de tanto emputarse”.
Sobre estas manifestaciones, el padre dice conocerlas y que, en aquel momento, su hijo “se cagaba (SIC) de risa”. No había nada anímico, ni comentarios que hicieran pensar que él estaba mal, asegura. “Hacía vóley, practicaba boxeo y jugaba al fútbol”.
Sobre el rol como soldado y sus planes de seguir la carrera militar, afirma que “amaba lo que hacía”. El padre recuerda entre llantos, como cada vez que menciona a su hijo, una anécdota que da cuenta de ello: “Cuando estaba conmigo me decía que cuando sea Subteniente iba a pedir el pase a la BAL y me iba a parar firme en la plaza de Armas”.
-¿Usted puede pensar en una carambola del fusil o que de una forma u otra su hijo se haya podido dar dos disparos con el FAL puesto tiro a tiro?
-Es imposible, desde la lógica, el sentido común y la biología.
-Uno también pensaría que es imposible encontrarlo con vida después de dos disparos y tanto tiempo después…
-De casi tres horas prácticamente. Para poder hacer el segundo disparo tuviera que ser un superhombre, sacado de una historieta.
Consultado por versiones de una posible pelea con su novia, Juan José menciona que su hijo “no estaba en pareja”. Otras fuentes consultadas aseguran que Pablo estaba en una relación informal con una joven y que se había peleado con otro soldado fines de semana previos en un boliche, por ella. También se menciona en los pasillos que habría una amenaza de denuncia por un hecho de violencia de género inexistente. Ninguna de las dos versiones pudo ser constatada por El Litoral.
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La actualidad del caso y la reacción del Ejército
Uno de los factores que generaba dudas era que el cargador que estaba suelto, al lado de Pablo, tenía –entre completas y servidas– 19 municiones. Faltaba una para completar las 20 que porta cada cargador. Sobre eso, Juan José Córdoba actualiza que “esta semana, el jefe de Unidad me dice que habían encontrado la otra”.
Recién luego de que el caso tomara estado nacional, El Litoral pudo saber que las autoridades militares ordenaron la intervención de una auditora castrense para llevar adelante una investigación interna. De hecho, esta última semana llegaron hasta el Grupo de Artillería el Comandante de Brigada y el Jefe de Agrupación que tienen comando por encima del elemento militar donde todo ocurrió. Uno de ellos estuvo reunido en Buenos Aires con el jefe del Ejército, el teniente general Olegario Pereda, quien le dio las indicaciones a seguir tras la viralización del caso.
Lo antes mencionado no es una lentitud que es exclusiva del Ejército, sino también de la justicia. Esta semana, un mes después del deceso, el juez llegó hasta el lugar y ordenó una reconstrucción de los hechos, luego de observar el lugar donde Pablo Córdoba murió.
Más allá de la ralentizada reacción de las autoridades, es importante destacar que el Grupo de Artillería frenó de forma importante sus actividades desde el día de la muerte de Pablo Córdoba para estar a disposición de la justicia y desarrollar las actividades necesarias tendientes a clarificar la situación.
Según pudo recoger El Litoral, la policía tuvo accesos desde el primer minuto, se retiró el fusil y todos los elementos de la escena de muerte, los libros de guardia y todos los elementos requeridos por la justicia sin ningún tipo de limitación. También se secuestraron los objetos que Pablo guardaba en su alojamiento. El rastrillaje de la zona, en búsqueda de las vainas y municiones que no se encontraban, fue siempre realizado por las fuerzas policiales sin intromisión de la Fuerza Armada.
Ante la persistencia de contradicción, y la contratación de un abogado que los asesore y logre movimientos, la familia Córdoba evalúa pedir una nueva autopsia y la intervención de los teléfonos celulares. Su representante legal ya estuvo reunido con el juez de la causa y El Litoral intentó, sin suerte, comunicarse con el abogado luego de entrevistar al padre.
Las hipótesis de los militares
En comunicación con El Litoral, un militar del Grupo de Artillería 16 que pudo ver la escena del crimen apenas ocurrieron los hechos, indica que pensar en suicidio u homicidio es igual de difícil, dados los elementos de análisis. Sin embargo, “considerando que se alejó de su puesto, que dejó su radio abandonada a varios metros en un árbol, que se quitó el casco antes del disparo (fue encontrado sin marcas ni sangre), y que había sacado la correa de su fusil (posiblemente para mayor maniobrabilidad), todo condice con factores en común con otros suicidios”. Otra vez, los dos disparos y las direcciones declaradas por el padre, dificultan esa teoría.
Otro efectivo señala que “parado, con el fusil a un costado, es imposible un disparo horizontal perfecto como el declarado. La única posibilidad es apoyar verticalmente el fusil e inclinar la cabeza. Sin embargo, tampoco queda margen para pensar en la posibilidad de autodispararse debajo del mentón luego de esa acción”.
Sobre el cargador del fusil que no estaba colocado y las municiones en el piso, las posibilidades son que –en un acto reflejo como normalmente ocurre– los soldados que encontraron el cuerpo hayan comprobado el arma (es decir, quitar el cargador y liberar la recámara). Sin embargo, ninguno de ellos habría declarado ejecutar esa acción. Otra posibilidad es que la caída del FAL haya hecho salir el cargador, que podría tener una traba defectuosa.
Sobre la posición del FAL y del cargador, que los testigos señalan en distintas posiciones, especialistas en criminalística indican dos puntos a tener en cuenta: la posibilidad de espasmos del cuerpo de Pablo, que estuvo casi tres horas vivo con semejante daño cerebral y el nerviosismo de los soldados que lo ayudaron. Estos pudieron haber movido las piezas en distintas ocasiones y no recordarlo con exactitud, debido al shock del momento.
Los disparos son una incógnita en sí. Mientras algunos testigos, como la soldado que estaba apostada a pocos metros, indican que hubo dos, otros a una distancia similar indican haber escuchado uno solo. Incluso, hay suboficiales que señalan que hubo entre dos y tres minutos de diferencia entre cada detonación.
Consultados sobre la zona donde debía estar el soldado y donde fue encontrado, aseguran que también puede ser “tanto para alejarse y dispararse sin que lo vean, como haber sido persuadido a hacerlo para matarlo en una zona menos visible”. Aquí surge otra declaración de interés: “Donde aparece Pablo es una zona de ligustrines, a la que cualquiera puede llegar desde la ruta por un caminito sin que nadie lo vea”.
“Pensar que fueron militares es difícil, por el horario, ya que saben que a ese horario empiezan a circular los suboficiales que cruzan al cuartel desde sus hogares y podrían ver algún movimiento raro”, aclaran las fuentes consultadas.
Ante la posibilidad de que el ataque haya sido de un civil o desconocido, relatan que “Pablo había ejecutado todos los procedimientos de las reglas de empeñamiento unas horas antes, cuando una patrulla pasó cerca: él tomó cubierta, les pidió que se identifiquen y den la señal de reconocimiento”. Esto hace difícil pensar que poco tiempo después se acerque a un desconocido sin casco y sin defenderse con su FAL.
Mirando hacia atrás, son incógnitas por qué el forense no indica en su informe final la cantidad, orden y direcciones de los disparos. Del mismo modo, será importante saber cómo el cargador terminó fuera del fusil y algunas municiones tiradas. Con las declaraciones, los elementos y el celular en mano, seguramente la justicia despejará dudas con el correr de los días y tanto familiares como militares sabrán la verdad de un hecho tan triste y anudado.