Arte y palabra
Spilimbergo y Pedroni: cuando la pintura y las letras se dieron la mano
En 1964, la pintura argentina perdió a uno de sus grandes exponentes. Dos meses después, José Pedroni lo honró con un discurso conmovedor.
(Por Juan Ignacio Novak) - Esta reseña tiene dos protagonistas. El primero, Lino Enea Spilimbergo, el pintor, que falleció un día como hoy (16 de marzo) de 1964. El segundo, el poeta galvense José Pedroni.
Spilimbergo fue una de las figuras fundamentales del arte argentino del siglo XX. Su obra, ligada al realismo social, se hizo cargo de la identidad y del sentir del pueblo.
"No puedo sino expresarme de esta manera, que alrededor de 1920 produjo mis primeros cuadros atormentados, que estaban condenados a la soledad porque en aquel entonces imperaba el gusto por lo retórico y superficial", afirmó una vez.
Museo Nacional de Bellas Artes
Pedroni no utilizó el pincel, sino la pluma, para plasmar las vivencias del hombre común, la naturaleza, el trabajo, el amor y la familia con una belleza pocas veces igualada.
Es el autor de aquellos versos que dicen: "Haz con tus propias manos, la cuna de tu hijo. Que tu mujer te vea cortar el paraíso".
Ambos se trataron y el vínculo fue el de dos hombres preocupados por el ser humano y su devenir. En cada pincelada de Spilimbergo y en cada verso de Pedroni había verdad. Eso los hizo hermanos.
Museo Rosa Galisteo
El poeta homenajea al pintor
Spilimbergo falleció el 16 de marzo de 1964, hace 61 años. Dos meses después con motivo de la inauguración del Salón anual de pintura y dibujo, en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, se le rindió homenaje.
En esa oportunidad, el poeta Pedroni (que era funcionario provincial) pronunció un sentido discurso dedicado al pintor, al cual admiraba profundamente. El mismo fue reproducido por El Litoral el 3 de junio siguiente.
Pedroni describe a Spilimbergo como un "pintor, de ojos claros que estaban siempre como bajo el resplandor de una luz enceguecedora, de complexión recia y sanguínea, de espaldas hechas para cargar grandes pesos, de orejas abiertas a todos los rumores de la tierra".
Museo Nacional de Bellas Artes
"Era un niño con un mundo puesto en sus manos apalmadas. Estaba sorprendido de ese mundo y lo contemplaba, callado y absorto, como si no supiera que era él quien lo había hecho como Dios hizo el suyo", agrega.
"Estaba deslumbrado y confundido, y acaso también disgustado consigo mismo por haber creado algo que lo rebasaba tanto, que se le escapaba de entre los brazos para crecer y crecer y desprendérsele", dice luego
El estremecimiento del arte
Más adelante, siempre en relación con Spilimbergo, Pedroni reflexiona sobre el arte. "Tiene esas cosas de asombro que hieren en primer lugar al propio artista, ya que éste no ve de sí, cuando se mira, más que su humana estatura y contextura".
Museo Nacional de Bellas Artes
"Y nunca termina de creer -prosigue Pedroni- que haya sido él mismo el creador de su obra, ante la que suele estremecerse y llorar como un recién llegado".
"En pocos, como en Spilimbergo, se comprende este doloroso asombro, que es propio de la inocencia del artista verdadero", asegura acto seguido el poeta esperancino.
"Es que Spilimbergo es un renovador, un inconforme; alguien que ha visto cosas y debe necesariamente decirlas de una determinada manera, porque sólo así puede alijar su corazón y dejarlo en condiciones de que vuelva a cargarse de angustias".
Museo Nacional de Bellas Artes
"Su desahogo resulta, así, revolucionario. Y por obra de él, en plena juventud, irrumpe en la plástica con sus telas que buscan hambrientas la luz y el aire donde expandirse", sostiene.
Ojos inmensos
"Es la suya una pintura que tiende a agrandarse, que reclama espacio, y que es elemental, simple, maciza, sustantivamente estatuaria pero aérea a la vez, como son los sueños y la obra que nace de los sueños".
"Y tal vez también por eso sus criaturas sus llamadas ‘figuras’ tienen esos ojos inmensos por los que espía Dios; ojos llenos de un pensamiento recóndito, enajenados de la criatura misma y de su contorno".
"Lo bonito y evanescente, en boga, es reemplazado, en este autor por lo duramente recio y directo, sobre asuntos que hacen a una realidad social, realidad que se apodera de la preocupación y la emoción del artista y a la cual él se entrega sin resistencia".
Archivo El Litoral
Testigo insobornable
En su discurso, Pedroni compara a Spilimbergo con Terencio y Whitman, a quienes nada de lo humano le resultó extraño. "Hay una línea íntima, umbilical, que une a todos sus cuadros en una posición humanista, dándoles un calor comunicativo nunca desmentido".
Lo menciona, en este punto, como un "testigo insobornable de su tiempo", que jamás trabajó para, el halago propio o ajeno, y "no consintió nunca en hacerse mercader de su obra".
"En su trabajo, que no tuvo un día sin una línea como el pincel de Apeles, fue sin fatiga ni esfuerzo, honrado y sincero. Así tratadas, nacieron las criaturas eternas de sus telas, que se salen de éstas y van hacia el hombre que las mira", cierra.
Archivo El Litoral
Unidos
En la conjunción de sus trayectorias, Lino Enea Spilimbergo y José Pedroni tejieron un lazo profundo entre arte y palabra.
A través de sus obras, fueron hermanos de un mismo fervor expresivo: cada uno a su manera abordó las complejidades del alma y la realidad social.