Tras más de tres años sin operar, qué pasa con el barco turístico Ciudad de Rosario
(Por Patricio Dobal) – Muchos operadores turísticos sufrieron un cimbronazo letal cuando irrumpió la pandemia y, con ella, la decisión de frenar las actividades durante gran parte del 2020. En ese marco, hay actividades que todavía no logran recomponerse. Tal es el caso de los recorridos turísticos por el río Paraná, un clásico para los viajeros que recalan en Rosario y buscan disfrutar de cerca el humedal.
Un sinónimo de la navegación por el río fue históricamente el barco Ciudad de Rosario, que en rigor de verdad hace tres años y medio no está prestando servicio y cuyo futuro sigue siendo incierto.
Herencia
De acuerdo a lo que plantean los herederos del propietario original y el que construyó el barco, el impedimento de prestar servicio durante los últimos años penaliza la chance de recaudar los fondos que ahora son necesarios para pagar la habilitación que implica sacar del agua al buque y someterlo a una inspección exhaustiva, un procedimiento que debe ocurrir cada cuatro años.
“Lo que estamos pidiendo es que Prefectura nos extienda un permiso provisorio a partir de una inspección con el barco en el agua para empezar a hacer los recorridos turísticos y poder financiar así el examen de fondo que exige la normativa vigente”, precisó Fernando Apeseche, empresario inmobiliario y nieto de quien operó el Ciudad de Rosario en las últimas décadas.
Los titulares de la embarcación incluso golpearon puertas estatales para intentar conseguir los permisos. “Hoy mantenemos charlas con el Ejecutivo municipal, con el Ente Turístico Rosario (Etur), con la Provincia y con el Ente Nacional Puerto Rosario (Enapro) para intentar acceder a algún tipo de financiamiento, pero hasta ahora no salimos de la etapa de conversaciones”, planteó, en contacto con Mirador Provincial.
Si bien hasta el momento la que impera es la decisión de Prefectura de no permitir operación alguna del barco hasta tanto no se concrete la verificación que cuesta unos 45.000 dólares en la actualidad, los titulares del buque incluso apuestan a asociarse con algún inversor dispuesto a participar en el financiamiento de los revisión y en la posterior ganancia una vez que regresen los paseos por el río. “Dentro de las alternativas en danza estamos abiertos a vincularnos con alguna empresa con capacidad de asociarse con nosotros para costear los gastos de la verificación y luego repartir las utilidades que el barco genere. Es más, evaluamos la chance de venderlo, pero ocurre que es un buque en muy buenas condiciones y no queremos hacer un mal negocio”, añadió.
Desde ámbitos como el del Ente Administrador del Puerto Rosario, que tiene bajo su órbita la Nueva Terminal Fluvial (NTF), la cual precisamente tiene como objetivo promover el uso del río con fines turísticos, se mostraron muy interesados en que el barco Ciudad de Rosario retome sus recorridos. Ahora bien, aseguran que la única condición para aceptar que la embarcación amarre en sus muelles es la de contar con la luz verde de parte de Prefectura.
Es más, desde el Enapro confirmaron que con tal de operar el buque solo cobrarían una tasa de embarque por cada ticket vendido, realidad que, en el pasado, cuando la Estación Fluvial estaba en manos de un concesionario privado, no ocurría. El barco de hecho atracaba fuera del complejo.
“Desde 1998 cuando se armó el pliego de concesión, Caprile -el operador privado a cargo de la estación fluvial- tenía la potestad de cobrar hasta el 50 por ciento de tasa de embarque, un esquema que no cerraba porque el empresario terminaba siendo socio en los ingresos pero no en los costos. Ante esa situación, al ser declarados de interés municipal y provincial, y producto de que ofrecemos viajes libres para estudiantes de escuelas, accedimos a un permiso precario que nos posibilitó contar con una amarra propia en el Parque a la Bandera”, explicó el heredero de la embarcación.
La embarcación no sólo tiene valor por el arraigo que logró en sus años de operación en el río Paraná, es que el barco además tiene doble importancia ya que fue construido íntegramente en Rosario entre 1964 y 1971 en el astillero Riguetti, ubicado por entonces frente al estadio de Rosario Central.