Determinación "salomónica" de la FIFA
Un Mundial en seis países: la peor decisión de la historia
Pasamos de un Mundial en 70 kilómetros, que fue una fiesta, al de 2026 en tres países gigantescos y al de 2030 en tres continentes distintos. ¿Ganó o perdió Sudamérica?. El que pierde, con seguridad, es el hincha.
(Por Enrique Cruz) - La decisión que se tomó respecto de la organización del Mundial de 2030 (el Mundial del Centenario) parece tener aristas salomónicas, con firmes intenciones de dejar contentos a todos. La FIFA informó claramente que la única candidatura que queda en pie es la de España, Portugal y Marruecos, pero que habrá “celebración del centenario y juegos conmemorativos en Uruguay, Argentina y Paraguay”, que es donde nació todo, sobre todo en Uruguay (organizador del primer Mundial) y ahí podríamos “colarnos” nosotros, porque fuimos finalistas de ese torneo de 1930 con los uruguayos.
Aquella idea de organizar el Mundial del centenario en Sudamérica parecía una utopía. No por el hecho de llevarlo a cabo en cuatro países (inicialmente también estaba involucrado Chile), sino porque los obstáculos de infraestructura y económicos parecían un escollo insalvable. Igualmente, los dirigentes sudamericanos se lanzaron a la aventura, acompañados muy tibiamente por los gobiernos de los distintos países, tratando de seducir y convencer al resto del mundo. O mejor dicho, a la FIFA.
Marruecos, sorpresa en el Mundial de Qatar, será sede de la cita en 2030. Crédito: Reuters
Se venía de una experiencia diferente y exitosa como la de Qatar: un Mundial condensado en 70 kilómetros, que proponía un desafío muy distinto a otras experiencias como la de Rusia (un país gigantesco) o aquella de Corea-Japón como doble comando organizativo en 2002.
Pero bajo el argumento de los 100 años de historia de los mundiales y con el fundamento de brindar un ejemplo de “unión en un mundo desunido”, la FIFA tomó la decisión de irse al otro extremo de la experiencia qatarí e inclusive de la que se viene en tres países gigantes como México, Estados Unidos y Canadá: el 2030 será un Mundial en 15.000 kilómetros y en tres continentes.
Portugal se prepara para albergar el Mundial 2030 junto a España y Marruecos. Crédito: Reuters
Sobran las razones que tienen que ver con lo festivo de este tipo de acontecimientos, que claramente exceden lo deportivo y se convierten también en un fenómeno social. Expandirlos en el territorio, minimiza el efecto y disminuye esa tan ponderada celebración de la que los dirigentes del fútbol se hacen eco, disfrutan y remarcan cada cuatro años. Fiesta que se maximizó en Qatar.
Es posible que el empuje de los dirigentes del fútbol sudamericano, que en el fondo habrán sabido perfectamente de las enormes y casi decisivas dificultades para llevar adelante semejante organización que requería de planes, proyectos y obras que los mismos países estaban casi impedidos en realizar, haya sido clave para recibir un partido en Uruguay, otro en Argentina y el restante en Paraguay, al margen de asegurarse una plaza para los tres países en el Mundial. Suena a “limosna”, a consuelo… O a premio si ellos estaban realmente convencidos de que organizar todo el Mundial era una empresa imposible de llevar a cabo.
El país campeón en 2010 será una de las sedes del Mundial 2030. Crédito: Reuters
Dividirlo en seis países, “globalizarlo” de esa manera, es la peor decisión que se ha tomado en la historia del fútbol. ¿De qué sirvió la experiencia de Qatar?, ¿por qué se la sobredimensionó en su momento, cuando se dijo que a menor extensión se podía disfrutar más de esa fiesta única que genera el fútbol cada cuatro años?, ¿por qué se puso en el pedestal aquello de que los hinchas iban a poder asistir todos los días a un partido o a dos, porque el tiempo de traslado de un estadio a otro se lo iba a permitir?
No se me ocurre ningún provecho para Sudamérica el sólo hecho de que haya apenas tres partidos del Mundial, a no ser que se lo busque por el beneficio deportivo de que los tres países estarían clasificados de antemano (en principio, debería ser así por más que no sean organizadores). Pero esta decisión “salomónica” de la Fifa lleva a una conclusión: se piensa en el negocio y nunca en la gente, que es la que le da vida y color a un Mundial.