“La alta informalidad, los bajos salarios y las brechas de género son tres de los principales problemas estructurales del mercado laboral argentino. Si bien estas dificultades se presentan en distintos sectores, hay uno en el que se observan con particular claridad: el trabajo doméstico remunerado es la rama de actividad con las tasas más altas de informalidad (78%) y feminización (98%), y presenta una de las peores remuneraciones de todo el mercado de trabajo (EPH 2022, INDEC)”. Así lo señala un informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) publicado en ocasión del Día Internacional del Trabajo Doméstico que se conmemora el 22 de julio.
Una de cada 7 mujeres empleadas se dedica a trabajo doméstico en casas particulares
Estas características se vuelven aún más alarmantes cuando se analiza el tamaño que tiene el sector. Según los últimos datos disponibles, más de 1,2 millones de personas se desempeñan como trabajadoras domésticas remuneradas, lo que representa el 6,3% del empleo total de la economía argentina. La proporción cobra una dimensión mayor cuando observamos solamente el empleo femenino: del total de mujeres empleadas, alrededor del 14% (una de cada 7) se dedica a trabajos domésticos en casas particulares.
El informe fue elaborado por Juan Camisassa, Coordinador de Protección Social; Bruno Muñoz, Coordinador de Protección Social, y Emanuel López Méndez, Analista de Protección Social.
Otro dato que surge de este análisis es que “además de ser muchas, estas trabajadoras son fundamentales para la organización social del cuidado y el funcionamiento de la economía”. Y así lo explican: “En un mundo en el que el trabajo de cuidados se encuentra fuertemente feminizado y estratificado por ingresos, la contratación de trabajadoras en el hogar permite que las mujeres de mayores ingresos tengan más tiempo disponible para dedicar a su empleo. Así, las trabajadoras domésticas no solo participan en el mercado laboral por sí mismas, sino que además facilitan la inserción laboral de otras mujeres”. Por todo ello se vuelve indispensable revalorizar el aporte que hacen las más de 1,2 millones de trabajadoras que hay en Argentina y avanzar en el cumplimiento de sus derechos, ya que el 78% de ellas no se encuentra registrada (porcentaje que duplica la tasa de informalidad promedio del empleo asalariado privado), lo que limita su acceso a los derechos laborales y la protección social”.
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El efecto de la pandemia
Las características del trabajo doméstico remunerado -bajos salarios, alta informalidad y falta de acceso a la seguridad social– hicieron que fuera el sector más afectado durante la pandemia. Si bien ha habido una reactivación del sector durante los últimos dos años, esta ha sido significativamente más lenta que la del resto de la economía y con desigualdades al interior de la rama. El empleo doméstico no registrado ya alcanzó los mismos puestos de trabajo que en el último trimestre de 2019 (+0,8%), pero sus mejoras han sido menores que en el resto del mercado de trabajo: la cantidad de puestos laborales no registrados totales aumentó 12% en el mismo período.
Por otro lado, el segmento registrado todavía se ubica 6% por debajo de los niveles previos a la pandemia, lo que representa aproximadamente 28 mil puestos de trabajo menos. Esto contrasta significativamente con la evolución del empleo privado registrado total, que se incrementó un 3% en el mismo período.
Desafíos a futuro
El sector formal del empleo doméstico es el que más dificultades tuvo para recuperarse luego de la pandemia, insiste el informe de Cippec. Frente a este escenario, es importante avanzar en políticas que incrementen la registración de las trabajadoras y mejoren sus condiciones laborales. Algunas acciones en línea con este objetivo (y complementarias al Programa Registradas, lanzado en septiembre de 2021) son: el fortalecimiento de políticas de inspección laboral para garantizar el cumplimiento de la legislación vigente; el diseño e implementación de acciones de formación para promover la profesionalización del sector; y la difusión de la legislación vigente y los derechos laborales mediante campañas de sensibilización.
Estas acciones deben formar parte de un objetivo más amplio que impulse una nueva organización del cuidado. Para ello, se requiere avanzar en un sistema integral de cuidados que amplíe, fortalezca y mejore las políticas que brindan tiempo, dinero y servicios para cuidar, al mismo tiempo que promueva la representación y recompense de manera adecuada a las trabajadoras domésticas remuneradas.