Hace 25 años fue la identificación de Galectina-1, una proteína que facilitaba la supervivencia y el crecimiento de algunos tumores; luego fueron las pruebas en animales para evaluar si era posible bloquear esa proteína. Ahora las pruebas se hicieron sobre tejido humano y los resultados son alentadores. Pero en todo momento Gabriel Rabinovich, líder del equipo científico que logró este avance pide no generar falsas expectativas: “Todavía falta tiempo pero también nos da una esperanza a futuro para nosotros y para transformar la vida de la gente y hacer una ciencia más inclusiva”, dijo el investigador principal del Conicet cuando, a mediados de la semana pasada, presentó estos resultados al presidente de la Nación Alberto Fernández.
Una prueba exitosa en tejido humano abre nuevas expectativas en el futuro tratamiento de tumores
Allí también le preguntaron si ya se podía hablar de cura para el cáncer y una vez más fue cauto: “No nos gusta hablar de cura, creemos que puede beneficiar a un porcentaje de personas que actualmente son resistentes a otras terapias”.
Pero, ¿por qué tanto trabajo e interés por bloquear una proteína?
La historia tiene su origen en Córdoba cuando fue identificada Galectina-1 (Gal-1), proteína que tiene funciones importantes en el crecimiento de un tumor que usa varias estrategias para sobrevivir una vez que el sistema inmunológico lo reconoce como extraño: libera ciertos mediadores y moléculas que paralizan el sistema inmunológico por un lado y por el otro producen vasos sanguíneos que serían como “ríos” que le llevan oxígeno y nutrientes.
Con estas palabras, Rabinovich, de gran trayectoria nacional e internacional, explicaba a El Litoral el origen de la investigación cuyos avances, fundamentales, estuvieron desde el comienzo en la tapa de publicaciones especializadas y de medios de comunicación de todo el país.
Dicho de otra forma, “lo que vimos es que esta proteína le sirve al tumor para poder formar esos ríos, esos vasos sanguíneos y, a la vez, le permite escaparse del sistema inmune y eliminar a los linfocitos T, que son las defensas antitumorales”.
Desde el año 2004 “fuimos haciendo descubrimientos y pensamos que teníamos que poder inhibir esta proteína. Empezamos a generar anticuerpos monoclonales que son agentes (todavía no son medicamentos) que neutralizan la Galectina-1; son dirigidos específica y selectivamente a esa proteína. El objetivo es insertarlos en el contexto de la inmunoterapia”.
El gran paso
Todo lo que se había logrado hasta el momento fue posible con material provenientes de ratones. El gran paso que se conoció por estos días fue la incursión en material humano, concretamente en tejidos y plasma.
“Vimos que Galectina-1 juega un rol importante en la resistencia a las terapias antiagiogénicas que bloquean estos vasos sanguíneos”, esos ríos que oxigenan y nutren a los tumores. “A muchos pacientes les va bien con esta terapia pero a lo largo del tiempo se hacen resistentes a su uso”.
“Pensamos que si hacíamos un anticuerpo monoclonal podría bloquear Galectina-1, evitar el desarrollo de esos vasos sanguíneos y aumentar la respuesta inmunológica, y sería un combo buenísimo porque podría reducirse el crecimiento tumoral”, describe.
Para avanzar en la aplicación de la estrategia se obtuvo material humano proveniente del Reino Unido, “de un ensayo clínico que se había hecho con pacientes tratados con bevacizumab (anticuerpo monoclonal humanizado): las muestras correspondieron a pacientes tratados progresivamente con esa terapia o bien a un grupo observacional que no recibió dicho tratamiento (ensayo a doble ciego).
Entonces si, se produjo un salto en la investigación para desarrollar un tratamiento para algunos tipos de cáncer: “Por un lado es el primer trabajo que hacemos relacionado con material humano y, por el otro, presentamos en sociedad un anticuerpo que teníamos patentado y que pensamos desarrollar para llegar a ensayos clínicos en pacientes”.
Ahora es el inicio de otra fase: “Hay muchos pasos y especialmente en oncológicos donde existe un cuidado enorme para seguir las pautas bioéticas de la medicina. Esto es un paso grande porque tenemos un anticuerpo que nos parece apropiado para neutralizar a Galectina-1, tiene una buena afinidad y a la vez no modifica otras proteínas de la misma familia”, explica.
Pero aquí no termina la historia: el desarrollo pasa por varias etapas, también de obtención de autorización por parte de autoridades regulatorias y el inicio de la fase 1 de desarrollo clínico.
“Muchos otros laboratorios en el mundo están trabajando en bloquear no solo Galectina-1 sino otras galectinas”, señala Rabinovich para dar idea del alcance internacional que tuvo aquella identificación de la proteína 25 años atrás.
En equipo
En cada una de las exposiciones públicas y una vez más en diálogo con este diario, el trabajo en equipo cobra protagonismo en las palabras del investigador: “Es fundamental, sin él no hubiese podido hacer absolutamente nada”, asegura Rabinovich para hacer un reconocimiento a los mentores que tuvo en su Córdoba natal donde se graduó e inició el camino de la investigación; al grupo de becarios en Buenos Aires, y a profesionales con los que se aúnan esfuerzos. En ese contexto menciona a Diego Croci, codirector de este trabajo, Nadia Bannoud (de Mendoza), Juan Carlos Stupirski y Alejandro Cagnoni (Buenos Aires). Y la lista de nombres continúa.
“Hay mucha gente que sabe mucho de cada cosa y todo eso me fue enseñando”, sintetiza sobre una tarea que a lo largo de estos años involucró a varias universidades del país y que tuvo su “pata” en Santa Fe; más precisamente en la ciudad de Esperanza porque los ensayos preclínicos con animales se hicieron, en el Centro de Medicina Comparada (CMC) que dirige Hugo Ortega. “Santa Fe es un polo que brilla para el mundo”, dijo sobre la tarea que desarrollan distintos centros científicos y tecnológicos de la provincia.
– Una vez más, ¿por qué no conviene generar falsas expectativas en relación con este hallazgo?
– Ahora el paso es la generación de un agente que bloquee a la proteína y estamos en un paso que llamamos medicina traslacional. Es importante entender que no es medicina básica experimental pero tampoco medicina clínica: estamos validando si las herramientas que generamos pueden llegar a una fase clínica. Pueden ser necesarios unos tres años o quizás menos, pero son al menos un par de años hasta que el anticuerpo pueda pasar lo que se llama la etapa de Good Manufacturing Practice (buenas prácticas de fabricación), después el trámite en agencias regulatorias y luego iniciar la fase 1.
Así lo explica Gabriel Rabinovich, en la conferencia de prensa en Casa Rosada:
Un tumor tiene muchas estrategias para crecer: una es la liberación de proteínas, señales que paralizan al sistema inmunológico. Otra es la formación de vasos sanguíneos que llevan oxigeno a ese tumor y así puede generar metástasis y avanzar a otros órganos. Demostramos en animales que la proteína Galectina-1 le sirve al tumor para escaparse y formar nuevos vasos sanguíneos.
En esta última etapa lo que planteamos es qué pasaría si bloqueamos Galectina-1, si generamos un fármaco, un antagonista, un anticuerpo monoclonal que inhiba la expresión de esta proteína.
Entonces, cuando el tumor quiere producirla, la neutralizamos.
Lo habíamos visto en animales de laboratorio. En esta etapa pudimos reproducir este resultado en sangre y tejido de pacientes tratados con distintas terapias.
Es un camino importante: al principio está el descubrimiento, luego esto que es lo traslacional de la ciencia básica a la clínica y nos hace avanzar un paso más para llegar a generar un tratamiento para el paciente.