Veterano de Malvinas recorre el país en moto y visita monumentos a los caídos en la guerra
(Por Nicolás Loyarte) – A simple vista no tiene pinta de ser un veterano de guerra. Tampoco luce como un motoquero. Más bien parece un jubilado de barrio, anteojos, camisa lisa color amarilla con bolsillo al pecho, pantalón de vestir gris y zapatos negros. Su apariencia nada importa sino su historia de vida y el viaje que emprendió hace dos meses atrás para honrar a los héroes de la guerra de Malvinas, sus pares.
Juan Vera tiene 70 años, nacido en Córdoba y vive en Ushuaia (Tierra del Fuego) desde hace más de 40 años. El 2 de mayo de 1982 estaba a bordo del crucero ARA Gral. Belgrano cuando sintió el sacudón, la oscuridad y el silencio repentino. Un misil británico lo había impactado y lo hundió. Sobreviviente al naufragio y a la guerra, en octubre pasado partió a bordo de su moto a recorrer cada rincón del país para fotografiar todos los monumentos levantados en homenaje a los héroes de Malvinas. Y en ese inédito viaje pasó por Santa Fe.
La aventura de Vera tiene al menos dos objetivos. La primera intención era presionar al gobierno local de Ushuaia para que construya una residencia para adultos. Quería tomar 600 fotografías y por cada una le reclamaría la construcción de dos metros cuadrados de la residencia. La segunda intención culminará el próximo 2 de abril, cuando se cumpla el 40° aniversario de la gesta de Malvinas, y se inaugure una muestra fotográfica bajo el lema “Argentina siente Malvinas” para mostrar todos los monumentos. “Todos estos recordatorios nacen del pueblo que busca tener en la memoria a los 632 héroes, y como mínimo siento que este es mi granito de arena en ese sentido”, dice el ex combatiente. Mientras tanto, la Legislatura fueguina ya declaró De Interés provincial la travesía iniciada por Vera.
“En los miles de kilómetros recorridos por toda la Argentina sólo tuve que cambiarle un cable del embrague a la moto (una Honda Shadow)”, dice Juan orgulloso de su compañera. Fue en Puerto Madryn, “a la salida” (risas), así que se portó bien”.
-¿Cómo encuentra cada monumento?
-La gente de cada lugar me va avisando en el camino. Algunos son más conocidos pero otros son recónditos, aunque muy simbólicos.
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..
A modo de preparación, Vera realizó un viaje previo hasta Santiago del Estero. “Quería probarme”, dice. Eso le dio confianza para realizar esta travesía por todo el país. “Muchos decían que no lo iba a lograr, pero acá estoy”, dice con orgullo casi al final de su odisea, parado junto al mástil en el que flamea el pabellón nacional y la bandera de Ushuaia que agregó esta mañana, al frente del Centro de Ex Combatientes de Malvinas santafesino.
“Voy parando en donde pueda -cuenta el viajero-. Si hay organizaciones de ex combatientes, como acá en Santa Fe, me reciben ellos, sino paro donde sea, porque el sustento de esta aventura es todo mío y no sobra nada”.
El 9 de julio Vera se reunió con el intendente de Ushuaia, Walter Vuoto, para plantearle la idea del viaje en reclamo de la residencia para adultos. “Me dijo: ‘te gané de mano, ya decidí que se va a construir’. Entonces pensé que igual debía hacer este viaje como una acción política para mostrarle al gobierno cómo el pueblo siente Malvinas, ya que todavía es una herida abierta. Son los chicos quienes deben tomar la posta de esta causa, nosotros ya nos estamos yendo físicamente”, reflexiona.
Sobreviviente
Tras navegar a bordo de distintas embarcaciones durante su etapa de adiestramiento militar, en 1981 Vera ingresó como tripulante del crucero ARA Gral. Manuel Belgrano. Un año más tarde la historia lo encontró a bordo de esa nave argentina, cuando a las 16.02 del 2 de mayo de 1982 dos misiles MK-8 disparados desde el submarino nuclear británico HMS Conqueror provocaron su naufragio en los mares del sur (en Latitud 55°24´S y Longitud 61°32´W).
Aquel ataque causó la muerte de 323 de los 1093 tripulantes, casi la mitad del total de compatriotas caídos en la guerra. El barco de 185 metros de eslora se hundió en apenas 58 minutos. Uno de los sobrevivientes es Juan Vera. Por entonces ocupaba el rol de Cabo Principal de Operaciones. Su función era asesorar al Comando sobre la situación táctica del uso de las armas. “Eso fue un crimen de guerra”, dice hoy el marino. Es que el ataque se perpetró afuera del área de exclusión. Y el crucero navegaba en sentido opuesto a las islas, con rumbo de alejamiento. “La acción militar estaba vedada, igualmente apuntaron a destruir al enemigo, por fuera de lo establecido en la Convención de Ginebra de 1949. Eso es lo que lo transforma en un crimen de guerra”, dice con rabia.
Aquella tarde Vera estaba apostado en su guardia y decidió permanecer hasta la llegada de su relevo. “Siempre me iba 15 minutos antes para realizar un relevo general. Ese día decidí quedarme, todavía me pregunto por qué lo hice”, piensa, a sabiendas de que aquella azarosa decisión le salvó la vida, porque su relevo se demoró. “Sinó, al momento del impacto hubiese estado sobre la cubierta de máquinas, a donde explotó el torpedo. De ese lugar no quedó nada. No volvió ninguno de los amigos. Todavía me pregunto por qué me emperré en esperar la guardia -se repite-. Dije ‘me quedo’ y voló todo al diablo”.
A los botes
Más adelante Vera revive esas horas de pánico e incertidumbre. “Estaba en el medio del barco, a unos 100 metros de donde impactó el torpedo. Sentimos que el barco se inclinó, se apagaron todas las luces y hubo un silencio de muerte. Ningún barco no tiene ruido. Pero el silencio era penetrante, te aturdía. Entonces tuve la certeza de que nos habían impactado, y se lo comuniqué a mi superior”.
El misil impactó en la proa del barco, a 12 metros hacia popa y lo cortó en dos. “Estábamos alistándonos para subir a las balsas, algunos corrían desnudos. Yo tenía un bolsito preparado con un capote, un bidón con agua y un arma para defenderme, en caso de llegar a una isla. Antes de subir a la balsa ingresé a tientas al barco para buscar un botiquín y curar a un compañero herido por el fogonazo. Entré con una linterna, llegué al lugar pero el barco se zarandeó y se me cayó la linterna. En medio de la oscuridad me invadió el miedo. Salí como pude y cuando vi la luz de afuera me bajó la adrenalina. Entonces quise recuperar el pabellón de guerra que estaba en un cofre pero cuando bajé la escalera sentí que se hundía el barco y salió una bocanada de humo. Así que volví sobre mis pasos y escapé del lugar”, cuenta Vera.
“Cuando llegué a cubierta, mi balsa ya se había ido y me lo reproché. Así que oteé a la distancia y la divisé entre las olas. Trepé a otra balsa sin dejar de mirar la mía, salté a una, a otra, hasta que llegué. Cuando estaba cruzando me prendí del cabo que la rodea pero me agarró la cresta de una ola y quedé sujetado con una mano, el cuerpo bajo el agua. Logré entrar y no me moví nunca más. Fueron 28 horas eternas, con 37 amigos en una balsa preparada para 20”, relata el ex combatiente. “Nunca pensé en morir. Nos gastamos el Padre Nuestro. Hasta que al día siguiente nos rescató el Destructor ARA Bouchard (D26)”.
-Ustedes, los ex combatientes de Malvinas, gozan del respeto del pueblo. ¿Qué le deja este viaje por el país?
-Me quedo con el calor de la gente, es terrible ese calor. A mí me da un poco de pudor, porque soy medio viejo, un poco arcaico, de poca expresión. Pero el afecto te toca hondo, te moviliza. Yo nunca pude hablar con mis hijos de esto, jamás. Y que la gente te haga sentir que lo tenés que hacer, te moviliza. Mis hijos saben lo que hice pero no de mi boca. Nunca pude hablar, me causa mucho pudor.
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..
En Ushuaia lo esperan sus cinco hijos, tres nietos, y su esposa, con quien llevan 44 años de casados. Están juntos desde antes de la guerra de Malvinas. Cuando partió hacia el combate a bordo del crucero Belgrano ya tenía dos hijos. También lo esperan en el sur su madre y sus hermanos.
-¿Cuántas fotos tomó?
-Ni idea. Tengo 12 gigas, aproximadamente. Ya no tengo noción de la cantidad de monumentos que fotografié. Empecé en octubre con tres fotos en Tierra del Fuego y empecé a subir. Por cada monumento tomo la foto y grabo un video con un mensaje para recordar la fecha, el lugar y los detalles que veo.
Más allá de la muestra prevista para el próximo 2 de abril, todas estas imágenes ya fueron publicadas en el perfil de la red social Facebook “Malvinas Buenos Vientos”. Allí se pueden apreciar todos los monumentos del país.
-¿Cuál es el monumento que más recuerda y por qué?
-Hay uno que me costó horrores encontrarlo, porque no estaba en el lugar a donde me habían dicho. Pero finalmente lo encontré. Era una pared roja con las Malvinas chiquititas en el medio. Eso era todo. Pero estaba ahí. Era en un pueblito correntino, hacía un calor infernal, me estaba asando y lo busqué toda una tarde. Lo recuerdo por lo que me costó. Entonces tiene un valor muy simbólico. Porque hubo alguien que le dedicó tiempo y esfuerzo, en medio de la nada, para recordar a los 632 caídos.
-Usted vive en el sur, donde sopla el viento y crujen las olas. ¿Cuántas veces al día va a la orilla del mar y mira hacia las islas Malvinas?
-Muy pocas, porque yo siento Malvinas. Es una herida abierta y esto no ha terminado, bajo ningún punto de vista. Si bien el pueblo impulsa esta gesta el staff político y diplomático no va en la misma dirección. Se habla mucho y se hace poco. Hay que recuperar Malvinas sin disparar un tiro. Se habla de la soberanía, que es una acción de fuerza. Yo busco la integridad territorial. Las Malvinas se descubrieron el 28 de julio de 1520. Hay una carta de navegación de Andrés de San Martín, un expedicionario de Magallanes, dada a conocer en junio de 1982. Es decir que hace 501 años que las Malvinas nos pertenecen, y aquella carta es nuestro título de propiedad que debemos mostrarle al mundo para recuperar nuestra integridad territorial, como dispone la Resolución 1514 de Naciones Unidas, cuando el mundo decidió el fin del colonialismo.
Juan Vera partió este martes desde Santa Fe con rumbo al sur. Todavía le falta recorrer La Pampa y Neuquén, también el oeste de Buenos Aires, Chubut y Santa Cruz. Quiere llegar pronto a su hogar. Y tiene otro motivo que lo apura. Este domingo 11 de diciembre se le vence la licencia de conducir.