¿Quo Vadis, Milei?
Cepo o no cepo, esa es la cuestión
El gobierno libertario promete no emitir, pero lo hace. Los mercados preguntan por el rumbo, los inversores temen la persistente trampa kirchnerista.
No sólo no dolarizó sino que el gobierno de Javier Milei entrampa divisas y emite pesos… muchos. Lo hace para pagar pasivos remunerados (herencia) del BCRA y para compensar los dólares que entran al cepo menos los que salen para pagar importaciones. Roberto Cachanosky ha advertido que en el primer semestre del año la base monetaria aumentó el 95%; lo hace en base a datos del BCRA que "los trolls de la pink house" no pueden refutar sin desmentir a sus propias autoridades. Dato, no relato.
"Repitan conmigo. La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario generado por un exceso de oferta de dinero, ya sea por aumento de la oferta y/o caída de la demanda, lo cual hace caer el poder adquisitivo de la moneda, esto es los precios expresados en pesos suben".
El mantra ortodoxo del presidente-economista es un espejo en el que Milei, por ahora, se desfigura.
Para la "segunda fase", Luis Caputo y Santiago Bausili negocian traspasar los 17 billones de pesos que el BCRA le debe a los bancos (pasivos remunerados). En ese esquema, la autoridad monetaria ya no emitiría para pagar intereses; la Casa Rosada se hará cargo de postergar esa deuda pública mediante una letra (Leremo) "más o menos" compulsiva, que para Orlando Ferreres es algo muy parecido al "plan Bonex" de Menem.
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El estrecho margen para que el Tesoro pueda cumplir sin defaultear ese compromiso, es que el superávit fiscal tenga fondos para hacerlo; en parte el secretario de Finanzas ya fue "rolleando" (renovando) deuda por encima de los vencimientos, y depositando excedentes a su cuenta en el propio BCRA. Una previsión que debe confirmarse con confianza financiera; ese es un activo que no sobra en los mercados por estas horas.
El superávit está amenazado por la recesión; no hay "drivers" a la vista que alienten la recuperación rápida y -con ella- la recaudación. Blanqueo y moratoria son un "stand by" hasta que eso llegue, si llega. En las aspiraciones del gobierno, no antes de 2025.
Sería, si sucede, una recuperación que en una primer etapa no derramaría en las castigadas clases medias y "populares", sino que llegaría de la mano de las grandes inversiones en minería y de la intensificación productiva y exportadora de Vaca Muerta, GNL mediante. Pero… ¿Vendrán dólares si persiste el cepo?
El RIGI promete a los inversores una suerte de "antivirus" ante potenciales inestabilidades políticas e institucionales. La administración libertaria sostiene controles kirchneristas que impiden la libre disponibilidad de divisas. Y puede empantanarse en la promoción de una corte más o menos adicta, que anestesie -Ariel Lijo mediante- las causas contra la corrupción.
Si el "colchón financiero" que el propio Javier Milei prometió, llega; si las inversiones se verifican… ¿emitirá más pesos por esos dólares el BCRA? Para que eso no suceda y la "emisión cero" -como la competencia de monedas- sea real, el cepo se debería levantar. Algo que la Casa Rosada quiere pero teme por sus efectos inflacionarios y recesivos. "La calesita" sobre la que advierte Ricardo Arriazu.
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El gobierno apuesta todo al pleno antiinflacionario. En junio las tasas para plazos fijos se volverían "activas" (por encima de la inflación) a costa de encarecer el crédito con el que Economía espera algo de reactivación. Un tornillo que usar antes de la chance de renegociar con el FMI y encontrar el demorado respaldo de dólares frescos que desalienten las corridas si se libera el mercado de cambios. Kristalina Georgieva no alimenta por ahora tal posibilidad; el "comunista" Rodrigo Valdez espera a Caputo con la brecha cambiaria en la trinchera argumental.
Domingo Cavallo ofreció una fórmula para salir del dilema controlando daños. El cambio más simple -planteó en su blog- lo sugiere el FMI en su staff report: eliminar el dólar soja (80% oficial, 20% contado con liquidación) y devaluar el tipo de cambio oficial 10%. Sugiere reducir al mismo tiempo el impuesto País del 17,5 al 7,5% para evitar que el mayor costo importador alimente la inflación. "Se trataría de una devaluación perfectamente compensada que permitiría al Banco Central comprar las reservas que hasta este cambio se derivaban al mercado CCL", explicó.
Caputo prometió aquella baja en el impuesto País tras la sanción de las Bases; por ahora le informó al Congreso que eliminará el gravamen a fin de año (menor recaudación, menor superávit). En el adelanto de pautas hacia el presupuesto 2025, el ministro de Economía pronosticó que la inflación podría reducirse hacia el 130% para fin de este año y que el dólar "oficial" costaría $1016,1. El gobierno espera que la reforma de Federico Sturzenegger baje costos y procure eficiencias; en el tiempo-espacio político y económico, la relatividad es un teoría que debe ser verificada.
La baja del 3,5% del PBI es la magnitud del sacrificio; la tolerancia social se debilita pero hoy no ofrece fundamentos al club del helicóptero, que el propio presidente Milei alimenta con desvaríos verborrágicos y twiteros. El próximo año esas tensiones se agrandarán de cara a elecciones en las que la oposición peronista procura no perder más bancas, el PRO se desafía en una disolución dentro de LLA y los radicales acechan entre la oportunidad de ganar espacios y el riesgo -alto- de contar con menos legisladores en el Congreso.
¿A dónde va Milei? En el plano de la teoría, no le faltan argumentos al optimismo oficial, que espera bajar la inflación a cero y sostener la devaluación progresiva al 2% aún después de eso, para ir recuperando "gradualmente" la brecha que hoy amenaza al propio discurso macroeconómico. En sus propios términos. el presidente tiene que levantar el cepo; cuanto más tarde lo haga, mayor será el riesgo.