Crónica política
CGT: esta película ya la vi
Los sindicatos peronistas le declaran una huelga general a un gobierno no peronista que llegó al poder hace cuarenta días, después de cuatro años de silencio absoluto, mientras crecía la pobreza, el trabajo informal, la inflación y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
Por Rogelio Alaniz
I
Esta película ya la vi. Tiene más de sesenta años de antigüedad y se repone cada vez que un gobierno no peronista ejerce el poder. El título del filme puede variar: "Paro general", "Plan de lucha", "Jornada de resistencia". El libreto es siempre el mismo; como la escenografía y el guion. La banda musical es la previsible y sospecho que los bombos y demás instrumentos de percusión son los conocidos. La producción es nacional. Solo en la Argentina se proyectan películas de esta calidad. A diferencia de otros bodrios criollos, ésta película dispone de una amplia platea que se renueva generacionalmente. No nos consta si esta platea asiste a la sala espontáneamente o intimidados por matones que Al Capone y Lucky Luciano considerarían demasiado siniestros. Atendiendo a los efectos buscados, todo da lo mismo. La producción se autofinancia a través de los aportes de los que van y los que no van al cine. No hay manera de perder. Los directores de esta obra nunca pierden. Algunos contrastes merecen mencionarse porque despiertan la curiosidad de observadores nacionales y extranjeros. Los directores son millonarios y multimillonarios, pero los actores son pobres. El dato sorprende a primera vista, pero no faltan críticos que digan que esta contradicción no es una casualidad sino la consecuencia deliberada y querida del sindicalismo peronista.
II
Los sindicatos peronistas se presentan ante el gran público como la expresión más genuina del ser nacional. Mienten. Su estructura, el poder que ejercen, los beneficios que disfrutan, provienen de un plagio. El padre de la criatura se llama Benito Mussolini y el texto sagrado que inspiró a nuestros burócratas criollos se llama "Carta del Lavoro". El texto fue presentado en sociedad en 1927 y fascinó a un joven teniente coronel argentino cuando por razones profesionales, o de las otras, fue destinado a Italia para estudiar de cerca las delicias del fascismo y las fiestas populares en Plaza Venecia, con las masas adorando al Duce instalado en el balcón sacando pecho, estirando la mandíbula y abriendo los brazos para saludar a los compagni. Qué delicia; qué fiesta para el espíritu. Entre 1945 y 1955 esa corte sindical criolla forjada a imagen y semejanza de sus compañeros italianos, se distinguió no por su capacidad de lucha sino por ejercer de manera procaz el arte de la alcahuetería, el servilismo y la obsecuencia al Primer Trabajador y el Hada Rubia. Sabemos que la calidad de las imitaciones es inferior al original. La comunidad organizada del Duce fue muy superior a la comunidad organizada de sus plagiadores. Comparado con la Marcha sobre Roma, el 17 de octubre de 1945 fue un picnic guarango de vecinal de barrio, esas jornadas sombrías en la que a la caída de la tarde nunca dejan de dar la nota un borracho, un cornudo, una chirusa y un punga. Como siempre hay tropezones cuando un pobre se divierte, hubo en aquellos años algunos sindicalistas confundidos o que se tomaron demasiado a pecho algunas consignas estilo "justicia social", pero la mano maestra del General los puso en su lugar antes de que cante un gallo. Un tal Cipriano Reyes puede contarnos algunas de sus peripecias en la cárcel, por atreverse a decir que la solapa del uniforme del general estaba algo desplanchada.
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III
Yo era un niño cuando me tocó presenciar las primeras funciones del circo de los planes de lucha. La víctima en este caso fue Arturo Frondizi, acusado de gorila y vendepatria. De allí en adelante todos los presidentes no peronistas serán acusados de poseer las mismas virtudes. En 1983 los oí cantar "Traigan al gorila de Alfonsín…para que vea…". Lo mismo dijeron de Fernando de la Rúa y Mauricio Macri. Ahora el turno le tocó a Javier MIlei: "Traigan al gorila de Milei… para que vea…". Son tan previsibles y vulgares. Recuerdo que a Arturo Umberto Illia le agregaron, además de la condición de tortuga, la de corrupto. Para no creer, Illia para los sicofantes de la causa nacional era corrupto. Y esa consigna la propagaban sindicalistas que, si le vamos a creer a Rodolfo Walsh, ya para esos años paseaban en autos último modelo, asistían a las plateas más selectas del hipódromo para alentar las performance de sus propios caballos de carrera y les encantaba pasearse protegidos por matones, personajes funerarios sacados de las cárceles. Buenos muchachos. Cuando el general Juan Carlos Onganía asalta el poder, los principales dirigentes del movimiento obrero no vacilan en fotografiarse al lado de los generales entorchados. Con Onganía los compañeros estaban cómodos. El sueño del pibe se hacía realidad; la alianza entre sindicatos, iglesia y fuerzas armadas en plenitud como en 1943. Un dirigente de la AFA, algo así como un Julio Grondona avant la lettre, es designado Ministro de Trabajo. Se llama Rubens San Sebastián. Una de sus primeras decisiones fue entregarle a los sindicatos la recaudación de las obras sociales. Cartón lleno. Viva Perón y viva Onganía. Ahora los compañeros podían disponer de recursos para hacer lo que se les diera en gana, entre otras cosas, hacerse millonarios sin culpas. Para ello no vacilaron en trenzar, camandulear e intrigar con cuanto generalote y almirante les saliera al paso.
IV
Algunos contratiempos tuvieron los compañeros en su itinerario. En algunas fábricas aparecieron delegados que no estaban dispuestos a comportarse como rebaño. ¿Cómo controlar las comisiones internas? ¿Cómo impedir la infiltración marxista, o como mejor la quieran llamar? La respuesta fue relativamente fácil. Matones, policías y esquiroles. Según Rodolfo Walsh (lo cito no porque esté de acuerdo con él, sino porque para los peronistas la palabra de este aguerrido militante juvenil de la Alianza Libertadora Nacionalista es sagrada), se constituye una suerte de Santísima Trinidad: burócratas sindicales, empresarios corruptos y policías hábiles con la cachiporra y la picana. Que felicidad. Estos son los antecedentes de lucha de los padres y los abuelos de quienes el 24 de enero de 2024 le declaran una huelga general a un gobierno que llegó al poder hace cuarenta días. Y se la declaran después de cuatro años de silencio absoluto, mientras crecía la pobreza, el trabajo informal, la inflación y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
V
A aquellos burócratas sindicales de los años setenta algunos tiros le salieron por la culata. O para ser más preciso, en más de una ocasión fueron cocinados a balazos. Lo interesante es que a esta carnicería no la perpetraron los gorilas o los comandos civiles del 55, sino los mismos peronistas organizados en eficaces comandos civiles dedicados a asesinar dirigentes sindicales. Paradojas de la historia. Los comandos civiles de 1955 se dedicaron a practicar el antiperonismo más obtuso, pero no tengo conocimiento de que como tales hayan asesinado peronistas, mientras que los comandos civiles de los setenta (Montoneros y Tres A) asesinaron dirigentes sindicales sin piedad y sin culpas. Y después se dedicaron a asesinarse alegremente entre ellos. Julio Troxler pudo salvar la vida en la emboscada criminal de los militares de la Libertadora en los basurales de León Suárez, pero el coraje y la astucia no le alcanzaron para eludir la emboscada de las Tres A, quienes lo asesinaron en nombre de Isabel y Perón.
VI
No haber aprobado la Ley Mucci en 1984 fue la gran derrota política de Raúl Alfonsín. Unos caciques peronistas de Neuquén se prestaron para impedir que se democraticen los sindicatos. Otro gallo hubiera cantado si a la corporación más mafiosa de la Argentina se les hubieran recortado privilegios y poder. Hoy declaran la huelga y salen a la calle porque les fastidia un DNU. Enternecedores. Los que jamás respetaron los principios republicanos, los que creen más en las corporaciones y las transas por debajo de la mesa, ahora están preocupados por el supuesto avasallamiento a la república. Ustedes me van a perdonar, pero imaginar a sindicalistas peronistas defendiendo valores republicanos es tan extravagante como imaginar a Miguel Etchecolatz presidiendo a Amnesty Internacional. Por supuesto que no son los salarios caídos de los trabajadores los que los aflige; lo que los aflige es que le quiten las obras sociales, es decir, le quiten el botín; o que se sancione una reforma laboral que incluya la democratización de los sindicatos, una reforma que prohíba que los burócratas se eternicen en el cargo y que los obligue a rendir cuentas sobre el origen de sus fortunas. Eso es todo. Como les dije al principio: esta película ya la vi.