Ciencia, investigación y producción científica.
El Conicet se pone el pulóver azul
El autor de esta columna, desde su rol de docente e investigador, convoca a reflexionar sobre la importancia de los organismos que actúan por fuera de los intereses del mercado y los grandes poderes económicos.
Por Ignacio Aranciaga (*)
Javier Milei tira a la basura al Conicet, lo tacha, lo elimina. Se pregunta… ¿Qué productividad tiene? ¿Qué han generado? La respuesta desde el CCT Santa Fe (**) ha sido la siguiente: "Contar con organismos estatales que sean independientes de los intereses económicos y productivos del sector privado resulta una herramienta fundamental para asegurar la soberanía de un país. Un ejemplo de esto es el Conicet, que en Argentina se constituye como un organismo público clave que permite garantizar el abordaje de intereses inmediatos de la sociedad que, en ocasiones, se contraponen con los intereses del mercado y los grandes poderes económicos".
El Conicet es una institución a la que apuran a que salga a dar una discusión, en la que no conoce los códigos. Lo anteriormente mencionado contrapone los intereses de la sociedad con los intereses del mercado. En el cuento "No se culpe a nadie", de Julio Cortázar, el protagonista se pone una prenda. El Conicet tiene que salir a responder a los medios, a dar cuenta de los intereses de la sociedad (los párrafos expresados en cursivas serán siempre del referido cuento de Cortázar):
"Sin ganas silba un tango mientras se aparta de la ventana abierta, busca el pulóver en el armario y empieza a ponérselo delante del espejo, pero le cuesta hacer pasar el brazo (...)".
En el Conicet trabajan los científicos del Estado nacional. Trabajan en algo difícil e incierto: la producción científica. El tío Juan, carpintero, también se hace esa pregunta por el Conicet. Él bien lo sabe, que brinda un servicio, da trabajo y produce muebles. Te hace una mesa y cuatro sillas, con un pie cúbico de madera. El trabajo en la ciencia no es tan lineal; implica el estudio, la búsqueda, la creatividad, donde muchas veces no se produce ningún final feliz.
Sería raro que el Conicet le toque la puerta con su conocimiento a Juan. Pero este carpintero ignora, quizás, que los estudios de plagas, de disposición de forestación y reforestación para la producción maderera, la mejora biológica del pino o el eucalipto, el secado y conservación de la materia prima, le hacen más eficiente, productivo y de mejor calidad su trabajo cotidiano.
No se culpe a Juan, el que no llega con la comunicación para explicar la ciencia es el propio Conicet. Y este último no puede explicarlo a pesar de estar primero por quinto año consecutivo en el ranking de organismos gubernamentales de ciencia y tecnología de Latinoamérica (Ranking SCImago 2023). No logra decirnos cómo "el conocimiento científico se traduce en un incremento de la calidad de vida de las personas a través de políticas de gestión de recursos y desarrollos tecnológicos que nos posicionan favorablemente en un contexto global".
Una de las obras más célebres del historiador y sociólogo alemán Max Weber (en la que, justamente, investiga y reflexiona sobre la pregunta "¿Cuál es el valor de la ciencia?"), se titula "Wissenschaft als Beruf" (***), frase que puede interpretarse como "La ciencia como vocación o profesión", ya que la palabra alemana beruf tiene ambas acepciones para su traducción. Ciertamente, los investigadores del Conicet hacen su trabajo en forma profesional y vocacional. Poseen ese fuego íntimo de la llamada por el conocimiento, pero también tienen que vivir. Quieren incorporarse a la carrera del Investigador Científico y Tecnológico. Todos los años se abren vacantes, en 2022 se abrieron 432 y se presentaron 1.325 candidatos, que reunían los requisitos básicos y estaban en condiciones de ingresar a carrera.
Esta ecuación se repite año tras año, siempre hay un porcentaje que es rechazado y queda afuera. Se queda en la calle; sin estipendio, ni ingreso, ni planta permanente, ni carrera científica. Eso sí, con seis años de recorrido de formación académica y científica y el título de doctor. La producción científica mundial se maneja, centralmente, bajo dos indicadores: la publicación de papers (artículos científicos en revistas indexadas) y el patentamiento en sus diferentes formas y variantes. El Conicet desde el Estado podría dar otras respuestas y crear otros sentidos, pero no, decidió ponerse el pulóver azul.
"No es fácil, a lo mejor por la culpa de la camisa que se adhiere a la lana del pulóver pero le cuesta hacer pasar el brazo, poco a poco va avanzando la mano hasta que al fin asoma un dedo fuera del puño de lana azul (…)".
El Conicet le enseña a sus investigadores el camino del mercado científico (no el de los intereses de la sociedad), sus reglas y mandatos. Ellos aprenden la ley de la meritocracia, van a congresos, escriben papers, evalúan tesis, dan clases, integran proyectos de investigación, buscan publicar en revistas con rankings elevados. Siempre y cuando tengan financiamiento para publicar. No sólo hay que producir conocimiento, también hay que pagar un canon para ser publicado.
El mercado científico global se ha pervertido, no le interesa el conocimiento sino el poder. El Conicet para sus entrañas debería cambiar esa ecuación. Sí, el tío Juan leyó bien, los pares evaluadores te aceptan el artículo. La revista te exige un pago para publicarlo. Publicás si pagás, si no, afuera. El tío Juan se pregunta entonces… ¿Las revistas científicas se mueven por el dinero, están ensobradas? Sí Juan, el mercado científico tiene sus intereses. Al Estado y al Conicet debería interesarle otra cosa, en principio, el conocimiento y su sociedad.
El Conicet ha asumido otro camino, se autoimpuso lógicas y estándares internacionales. Los renombrados investigadores del Conicet -que gracias a su tiempo, dedicación, esfuerzo, sapiencia y trayectoria han llegado a los más altos escalones de la carrera de investigador-, son los que evalúan los ingresos y los ascensos a carrera.
Se preguntan, como Milei… ¿Qué productividad tienen? ¿Qué han generado? Y no como Weber en aquella conferencia: ¿Cuál es el sentido de la ciencia? Entonces pasan a contar puntos del plan de trabajo, el rol protagónico en revistas Q3 a Q1, papers, libros, patentes, tesistas, proyectos financiados. Nunca leen si lo que los investigadores están realizando tiene sentido para el conocimiento, el país, la realidad y sus ciudadanos. Nuestros investigadores se meten de lleno en el toma y daca del mercado, sin saberlo, sin quererlo, sin escapatoria. El mercado de la ciencia y la tecnología los atrapa como ese pulóver azul, se compra y se vende al mejor postor.
"Irónicamente se le ocurre que si hubiera una silla cerca podrá descansar y respirar mejor hasta ponerse del todo el pulóver, pero ha perdido la orientación después de haber girado tantas veces con esa especie de gimnasia eufórica que inicia siempre la colocación de una prenda de ropa".
El gatito mimoso y su derecha pegan un grito y amenazan con el cierre de la ciencia en Argentina. Desde el directorio del Conicet, alguien dijo: "(Quizás) algo bueno pueda salir de todo esto". Se proponen revisar reglamentaciones, los formatos, la constitución de la carrera de investigador/a, las líneas prioritarias de investigación, los financiamientos alternativos, procedimientos que son tediosos de transformar. Como en el ajedrez, mover las piezas implica riesgos, nuevas condiciones, sacudir posiciones consolidadas y también, la posibilidad de ganar la partida.
"En el fondo la verdadera solución será sacarse el pulóver puesto que no ha podido ponérselo, y comprobar la entrada correcta de cada mano en las mangas y de la cabeza en el cuello".
Pero no lo hace y el protagonista se termina cayendo del balcón de doce pisos enredado en problemas insignificantes. Es un buen momento para sentarnos y dejar de girar sin sentido antes de que sea tarde. Es hora de construir una política científica y tecnológica que contemple los intereses de la sociedad defendiendo lo público desde lo público, aprendiendo de los errores cometidos en el pasado. Estamos a tiempo.
(*) Docente Investigador UNPA. Integrante Asociado al INES-Conicet.
(**) Centro Científico Tecnológico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
(***) Texto de una conferencia académica ofrecida por Max Weber en el año 1917, en la Universidad de Munich. Es la primera de las dos disertaciones impartidas por este autor sobre "Vocación". La segunda de ellas, conocida en español bajo el título "La política como vocación", fue pronunciada en la misma institución universitaria en 1919.