En todo el país
Gobierno y sindicatos miden fuerzas y buscan capitalizar el paro
Sin servicios ni transporte, y con comercios abiertos. Entre las consignas cegetistas y las dispares razones del nivel de adhesión. Denuncias cruzadas de extorsión y pocas expectativas de un cambio de escenario.
Conforme a lo previsto, la jornada de paro nacional convocada por la CGT con la adhesión de las dos CTA se reflejó fuertemente en la actividad pública, sobre todo a partir del momento en que se sumaron las empresas de transporte. Sin embargo, la medida se lleva adelante más como una suerte de pulseada con el gobierno libertario por sus políticas en curso que por un reclamo puntual que vaya a tener posibilidad de ser atendido, y así lo han entendido los principales contendientes.
Las propias consignas están claras en cuanto a su orientación, aunque se trata más de enunciados-marco, capaces de contener los reclamos particulares de los distintos sectores participantes de la protesta. Así, no se trata tanto de un concepto cerrado como de una enumeración casi indicativa: rechazo a la aprobación de la Ley Bases, a las medidas de ajuste, a la flexibilización laboral, el perjuicio a las pymes, las reformas fiscales. Lo que incluye, por caso, tanto a la resistencia a la restitución del impuesto a las Ganancias al salario en la cuarta categoría, como a quienes perciben salarios por debajo de la línea de pobreza, o se ven privados del acceso a la asistencia social. Es decir, trabajadores o desocupados con situaciones totalmente disímiles, y a los que parece difícil amalgamar en un mismo planteo.
Las fuerzas de seguridad presentes en las calles en el paro de la CGT: Créditos: Reuters
Como contracara, aparece el cuestionamiento a la representatividad real de los jefes sindicales, la comparación con su comportamiento en otras gestiones, la "ratio" aplicada para calcular los tiempos de la protesta, y la dicotomía entre la defensa del interés común o de determinados privilegios. Y también, las denuncias cruzadas de "extorsión" o presiones a empleados para que concurran a trabajar o no lo hagan.
Como particularidad aparece la apertura de la mayor parte de los comercios, en lo que puede verse en parte como un reflejo de algunas de estas cuestiones, pero sobre todo un efecto paradojal de la situación socio-económica, que pone la cuestión por encima de cualquier consideración ideológica. Los dueños de muchos negocios podrán rechazar al sindicalismo y apoyar al gobierno, pero la razón por la que decidieron abrir sus puertas es porque no pueden permitirse perder un día de ingresos, precisamente por el agobio financiero que padecen y que amenaza con echar por tierra todos sus esfuerzos.
Los dos polos involucrados en ambos extremos de la medida de fuerza, por mas que directa o indirectamente participen también de ella vastos segmentos de la población, son esa dirigencia sindical que logró un confluencia casi inédita en los últimos tiempos, y un gobierno que interpreta que este conflicto puede resultarle funcional. Esto porque no se trata ya de la transversalidad que caracterizó a la masiva Marcha por la Educación, y que en vano el oficialismo intentó encuadrar en lo partidario, sino de una convocatoria que efectivamente admite una identificación ideológica más "etiquetable", que le permita a la gestión Milei ubicarla bajo el estigma de los enemigos del progreso y referentes de la decadencia. Por ello ni siquiera hubo muchos esfuerzos para intentar evitar la protesta; como sí ocurrió en el otro caso.
Mostradores de facturación desatendidos en el aeropuerto Aeroparque Jorge Newbery, durante el paro general. Créditos: Reuters
Así las cosas, nadie espera que después de este segundo paro, indudablemente mucho más contundente que el primero, vaya a a cambiar algo, como sí parece haber ocurrido con la protesta educativa; ni en las medidas que tiene en marcha el gobierno, ni en la relación con el sindicalismo. Una relación que apenas mereció un amago de ensayarse (como siempre, a cargo del infatigable Guillermo Francos), pero que no tardó en desalentar cualquier expectativa.
Enmarcado entonces en la lógica amigo-enemigo que con tanta fruición cultiva la gestión de La Libertad Avanza, y también en la búsqueda de posicionamiento estratégico de los sectores más duros de la oposición, el paro de este jueves resulta un test de vital importancia para los principales actores. Aunque los discursos de evaluación de su impacto luego se ajusten más a las necesidades y conveniencias de cada uno que a la realidad y aunque, como se dijo, no vaya a tener un correlato inmediato en el contexto institucional. Pero sí como un movimiento significativo para una confrontación que seguramente tendrá un largo recorrido por delante.