Sociedad y Política
La historia como maestra de la vida
Ricardo Miguel Fessia
I - Para sorpresas de unos y alegría de otros, en las últimas semanas hemos visto y presenciado, grandes movilizaciones convocadas por organizaciones sociales o gremiales o por ambas. Cuando se conoció que la gloriosa CGT había convocado a un "medio paro", un amigo con el que apurábamos un café, exclamó, remedando el título de la película: "¡Viven!", mientras su rostro se encendía. Habíamos dejado atrás cuatro años para el olvido, con guarismos que son tan indubitados como dolorosos: medio país pobre, 4,3 millones de indigentes y una inflación del 250,7% solo en 2024 y que en los cuatro años supera el 1.000%. Lo cierto es que ahora, con algunas semanas de un nuevo gobierno, el peronismo -sectores de ese gran movimiento que cobija las más vastas, amplias y contradictorias corrientes- hicieron un ensayo para desentumecer las piernas acostumbras a cómodas poltronas de los lujosos despachos gremiales.
Con no pocos méritos, el actual gobernante que cuidadosamente prohijaron, pudo sentir en la misma calle lo que pueden hacer los representantes gremiales que la tienen servida: se adelantaron con una puesta en escena del aparato que fue varias veces superado por "la gente". Por "la gente" debe leerse todos/as aquellos que se autoconvocaron por medio de grupos de WhatsApp sin reconocer liderazgos de cartón pintado. Solo sienten que se intenta imponer un modelo que no los satisface, que no lo contiene. Están aquellos que defienden las instituciones republicanas y que con DNU y facultades delegadas se atenta contra las bases misma del modelo y los otros que, en fácil deducción, saben que quedaran definitivamente excluidos del sistema. En todos los casos es un modelo que nadie quiere: la nación somos todos.
II - En ese arrebatamiento está dibujada la flaqueza actual del sindicalismo, temeroso de que no lo sienten a negociar y, más aún, no tienen ninguna garantía de que podrá hacerlo. Pero la confusión no solo golpea las puertas de la central obrera, de pareja forma se infiltra en el seno mismo del peronismo que deambulan en medio del desconcierto que es interpelado por la necesidad de revisar a quién en verdad representa y quiénes de entre sus dirigentes están en condiciones de conducir un proceso de recuperación.
Pero de igual forma es un problema para el gobierno y también una enorme oportunidad. En las cuatro décadas de democracia, el justicialismo tiene menos poder de lucha sindical para evitar las reformas estructurales a las que se opuso siempre. No es fácil explicarlo, en verdad, pero Javier Milei recibió una importante cantidad de votos en sectores sociales que han experimentado la precarización intensa.
Es el tiempo de mayor debilidad para defender las fuentes principales de sus recursos -el control de las obras sociales-, la autocracia en los sindicatos que impide la renovación de sus autoridades desde hace cuatro décadas y el conjunto de las leyes laborales que obligan a las afiliaciones compulsivas e imponen sindicatos únicos por rama de actividad. Estamos en un punto de inflexión.
Las condiciones están dadas para acometer la tarea de llevar adelante los cambios profundos que se necesitan y que una gran mayoría reconoce son necesarios. Se podría revertir esa tendencia tan marcada y fuerte de no poder llevarlos adelante no obstante las intentonas desde la frustrada "Ley Mucci". Estamos ante una puerta de oportunidad que no estará abierta para siempre; los malos momentos del gran movimiento nacional y popular nunca son eternos, menos cuando los adversarios cometen grandes yerros y muchos no forzados.
III - Este gremialismo, de los viejos jefes -que alguna vez alguien llamó "Los Gordos", precisamente no solo por su peso corporal sino por sus grandes cuentas bancarias y opulentas residencias-, tiene un problema de representación grave que no fue generado por nadie más que el régimen kirchneristas en el gobierno. En los cuatro períodos del denominado "Modelo K", personificados en Néstor y Cristina Kirchner, se consolidó la precariedad social de la mitad de los posibles trabajadores y, por desconfianza y despecho a los sindicatos, encontraron en los movimientos piqueteros a nuevos representantes de los argentinos alejados del empleo formal y condenados a las changas y a los planes sociales.
Ese modelo con su accionar no hizo más que congelar el porcentaje de empleados que pueden tener una obra social, hacer aportes jubilatorios y tener las tradicionales reglas laborales. Creció durante sus hegemónicos tiempos una mayoría de trabajadores marginados y dependientes de la gracia del Estado, por medio de intermediarios que siempre hacen la suya. Desde los sindicatos se observa como adversarios a los dirigentes piqueteros, más allá de que ambos suelen compartir algunas fotos para mostrar a los suyos en mensajes de teléfonos.
IV - En la avanzada oficial plasmada en el polémico DNU y la llamada "Ley Ómnibus", el gobierno de Milei, casi en tren de campaña, con gestos rimbombantes, introdujo algunos cambios que llegan a los gremios, pero no fue al cogollo de los problemas para hacer una reforma laboral profunda. Pero con más soberbia que inteligencia se cerró en una estrategia que lo llevó derecho al paredón de donde aún no puede salir y, en el mejor de los casos, desgasta. Lo que se había agavillado, de forma diversa, se refiere a los que muchos consideran que son condiciones que van contra del empleo y de los propios trabajadores. Verbigracia: las indemnizaciones que hacen inviables sumar nuevos trabajadores, en el caso de las pequeñas empresas y comercios.
V - Las urnas demostraron que grupos de sectores sociales que habían experimentado la precarización extrema y otros que estaban hastiados de entregar su dignidad por planes sociales o condiciones de trabajo abusivas, votaron por la nueva propuesta, casi en un salto al vacío y en medio de las bondades del "plan platita" que significó unos 9.000 millones de dólares que se sumaron al inmenso sumidero de la deuda externa.
Existe una nueva realidad que algunos parecen empeñados en no ver: miles de argentinos y argentinas entre los grupos piqueteros y los sindicatos, que buscan no ser rehenes ni de uno ni del otro, pero a la vez demandan un reconocimiento básico como miembros de la sociedad. Es decir, normas que no hagan imposible tener un empleo y un ingreso digno, un servicio de salud que no sea impuesto y funcione, y un futuro que no lo suma en la miseria luego de retiro. Ese modelo al que nos referimos y que tuvo cuatro mandatos a placer, sin dudas estuvo lejos cuando no adverso a esas pretensiones básicas de cualquier persona.
VI - Luego está la simbología que en algunos casos no refiere a un autor, pero que remite al "helicóptero", en clara referencia a la salida de Fernando de la Rúa al influjo del peronismo de la provincia, tal como hasta la propia Cristina Fernández lo tiene reconocido en uno de sus tantos discursos. Recordamos -los que tenemos memoria- que a principios de 2016 esa misma cartelería helicopteriana se pavoneaba por algunas manifestaciones con su clara consigna golpista. Propio de su profesión de fe, no hacen más que buscarlos en el galponcito del fondo y sacudirle un poco el polvo para que se pueda intentar otra jornada épica.
Algunos dan un paso más y especulan con la posibilidad de un dirigente disruptivo y sin recursos tradicionales. Otros se ufanan con discursos golpistas duros. Es muy distintos describir o analizar un escenario institucional difícil como una posibilidad y otra muy distinta es espolear la caída de un gobierno elegido de acuerdo a las putas de la. Sectores claramente identificados, cerrados de impotencia, expectantes de errores ajenos -que algunos se esmeran en cometer- sueñas con el apoyo popular perdido. Esa fórmula ya le funcionó a un costo cada vez mayor y al precio de exponer su voluntad golpista. Esta Argentina errada y caducante siempre le entregó, en lo que sabemos, otra oportunidad al principal responsable de haberla arruinado. Es ley no escrita que la historia se repite, pero no es necesariamente una eterna condena.