¿Un ícono de esta época?
Milei es la proyección de nuestras fantasías
"Años enteros de frustraciones acumuladas llevan a creer que todo necesita un buen golpe para cambiar. No importa si es con nosotros adentro", reflexiona el autor.
Por Gustavo Giorgi
Por estos días corren chorros de tinta que intentan explicar el fenómeno libertario, este cisne negro de la política que nos pregunta a los gritos: "¿Las personas se han vuelto locas, todas juntas? ¿Posee, el candidato, alguna extraña cualidad o poder, quizás hipnótico, capaz de hacer sucumbir a los ingenuos cerebros y lavarlos en masa?"
En las líneas que siguen voy a contarte, desde la psicología, cómo entender este enigma. El postulante ocupó un lugar clave en el espacio de las emociones más primitivas, dando nacimiento a un grupo cultural que se identifica con el grito. Un grupo que antes de su aparición podía sublimar sus instintos básicos en ideas, representantes e instituciones.
En ese universo, las consignas "Eliminemos el Banco Central", "Dolaricemos", "Privaticemos la salud y la educación", son eslóganes que sus votantes difícilmente quisieran sostener en una conversación objetiva, fría y analítica. Sin embargo, llegar a ese estado de ánimo no es posible, quedando el acaloramiento como protagonista y con las riendas de la conducta. Acaloramiento que representa el líder en sus discursos, permitiendo la identificación del público con el personaje.
Años enteros de frustraciones acumuladas llevan a creer que todo necesita un buen golpe para cambiar. No importa si es con nosotros adentro. Tal como los chicos que no pueden armar un rompecabezas y lo solucionan apretando piezas que no coinciden, rompiendo así el juguete. ¡Al fin un candidato que puede terminar con nuestras frustraciones!
Javier Milei logra coagular las emociones básicas de las personas como la ira y el miedo. Y llevarlas al plano grupal. "Son los políticos los causantes de nuestros males. Hay que exterminarlos. Los odiamos. Y el único que nos podrá defender es Javier". ¡Al fin un candidato que nos defiende!
Asimismo, la fantasía primitiva de omnipotencia se deposita en la figura del candidato, idealizándolo. Se confía en su especial capacidad para resolver problemas crónicos y se lo libera, al mismo tiempo, de toda oscuridad: Milei es capaz de decir que los pobres podrían vender sus órganos a los ricachones para sobrevivir, y su audiencia no mover un músculo al oírlo.
No es posible ningún juicio moral al héroe. Tiene razón en todo. Aún, cuando sugiere el comercio de niños como una posibilidad en el futuro. Por último, detengámonos un momento en el uso del lenguaje y la comunicación dentro de este espacio político: los mensajes de su líder no se dirigen a un otro como un igual. Casi nunca habla de pares al referirse a sus competidores o a otros diputados. Sus mensajes son dirigidos a un OTRO, con mayúsculas, definido como "la casta".
No existe el semejante, sino que el candidato, en nombre de la masa informe y muy enojada, determina que todo argumento opuesto o simplemente distinto al suyo es inaceptable. Milei es la proyección de las fantasías y emociones básicas de mucha gente. De ahí, el especial interés que despierta su figura como ícono de la época en la que parece que los gestos ganaron el lugar que antes tenían las palabras.