Nuestra Historia
Santafesinos en los Congresos contra el racismo y el antisemitismo
Segunda parte de la entrega, comprendiendo los años 1938-1939.
Por Prof. Daniel Silber
El antisemitismo tiene una corta pero profunda historia. Desde tiempos no demasiado lejanos (fines del siglo XIX) corrompe las sociedades y socava su fundamento democrático, promoviendo la intolerancia, la privación del otro, el negacionismo. Para ello contó (y cuenta) con una sólida base: el antijudaísmo sostenido por las iglesias cristianas (tanto la católica como las protestantes) durante siglos, cosa que se arraigó con firmeza en muchos grupos sociales y políticos. En las sociedades del mundo occidental, la década del 30 del siglo XX fue un punto de inflexión, un antes y un después: el antisemitismo dio un salto de calidad, y de lo que -ya en la era moderna- había sido discriminación de derechos civiles y políticos pasó a ser la violencia organizada desde el Estado o sus cercanías, y su máxima expresión en el genocidio perpetrado por los nazis y sus aliados europeos contra las colectividades judías europeas durante la Segunda Guerra Mundial.
El ascenso de Adolf Hitler al poder, en 1933, fue un gran paso en esa orientación, aunque ya se multiplicaban los prejuicios y el cercenamiento de libertades en casi todos los regímenes autoritarios de Europa centro-oriental. La crisis capitalista de 1929-1930 brindó la excusa per-fecta a esos gobernantes para encontrar el "chivo expiatorio" y orientar el malestar popular ha-cia los judíos, lo que se convirtió en una válvula de escape a las tensiones internas que vivían. Esa crisis fue de tal magnitud que impactó severamente en todo el mundo, de la que Argentina no fue la excepción; tal situación trajo consigo una reconsideración de la organización política y económica de los países occidentales a partir de las ideologías y/o doctrinas que confluyen en la época, cual fue una profunda impugnación al liberalismo desde el marxismo, comunismo, anarquismo por izquierda y el fascismo por derecha.
A pesar de las experiencias progresistas de los Frentes Populares en España, Francia y Chile (1936), una ola mundial reaccionaria y derechista, antiliberal, antiobrera y antimarxista tomó fuerza desarrollo y expansión. Regímenes autoritarios y conservadores toman ejemplo del fas-cismo, que regía Italia desde 1922. Así surgen, además de Hitler en Alemania, gobiernos auto-cráticos de Polonia, Lituania, Rumania, Portugal, Hungría, Bulgaria y Grecia; el militarismo e imperialismo japonés; las políticas de fuerza sobre Renania, Manchuria y Etiopía (1936); la insurrección franquista en España (1936) y el Pacto Antikomintern (Japón militarista y Alemania nazi, 1936).
Puede interesarte
También aparecen las derechas monárquicas que fortalecen a las dictaduras militares y a las tendencias antidemocráticas y reaccionarias; el Anchluss (anexión de Austria por Alemania, 1938); la claudicación indulgente de Gran Bretaña y Francia ante el expansionismo alemán (Pacto de Múnich, 1938: Alemania se apodera de parte de Checoslovaquia, que es desmem-brada, creándose el Protectorado de Bohemia y Moravia, y se queda con los Montes Sudetes); los acuerdos de Italia con Francia y Gran Bretaña sobre Libia (1934-1935), así como el aislacionismo de Estados Unidos.
Todos estos hechos muestran al fascismo en su "clímax". El antisemitismo era uno de sus componentes, aunque variaba según su origen. El nazismo tenía una base racial, biologicista, aunque también con los aportes del luteranismo, que mitificó e identificó a los judíos como "El Mal". Mientras que en Francia, Italia, España y Portugal, por ejemplo, ofrecía un fundamento religioso que se sustentaba en una Iglesia católica ultramontana (con conceptos de casi dos mil años de antigüedad), en los países menos desarrollados de Europa Oriental reflejaba la ruptura del orden tradicional debido a la irrupción del capitalismo y la aparición de una masa de trabajadores hasta entonces excluidos (los judíos), compitiendo por los puestos de trabajo con los otros sectores étnicos culturales.
Así se distinguen dos tipos de antisemitismos. Uno "intelectual", elitista, autojustificado en la religión y teorías seudocientíficas de superioridad racial (encarnado en las jerarquías de las iglesias cristianas, las Fuerzas Armadas, las nostalgias de monarquías y aristocracias). Y otro "popular", que provenía de los prejuicios instalados por una religiosidad primitiva y estaba, ba-sado en dos aspectos: a) El presupuesto del deicidio perpetrado por los judíos y su negativa a la conversión; b) Su vínculo con la banca, las finanzas y la usura, que arruinaban a los sectores populares.
En 1903, el periódico La Bandera, de la Rusia zarista, publica por primera vez el panfleto antisemita titulado "Los protocolos de los sabios de Sion", que afirmaba la existencia de una presunta "conspiración judía internacional" para "dominar el mundo". Su confusa autoría es atribuida a la Ojrana, el servicio secreto zaristas. Su publicación constituyó un fraude histórico, cuyo fin era justificar ideológicamente los pogromos que sufrían los judíos en aquella Rusia.
"Los Protocolos…" son la publicación antisemita más célebre y ampliamente difundida de la época contemporánea; sus mentiras y difamaciones continúan circulando hoy en día. Un gran difusor de dicho texto fue el magnate automovilístico estadounidense Henry Ford, entusiasta financista de varias ediciones del panfleto ruso y creador de una revista dedicada a denunciar la supuesta existencia del "peligro judío". Ford publicó tempranamente, en 1920, un libro denominado "El judío internacional", que tuvo gran influencia en la expansión mundial del antisemitismo, A partir de agosto de 1921, el propio Hitler comenzó a incorporar esos conceptos en sus discursos políticos y su lectura quedó claramente evidenciaba en su obra "Mi lucha".
Los autores antijudíos argentinos se nutrieron de la prédica antisemita de otras latitudes, to-mando argumentos y estereotipos, especialmente de escritos franceses. Periódicos (como La France Juive y La Libre Parole), políticos (Charles Maurras) y escritores (Joseph Gobineau, edmond Goncourt, León Daudet, Édouard Drumont, entre otros), a fines del siglo XIX dieron al antisemitismo "honorabilidad" en el debate público, calumnia que perfilaba ya la política de exterminio que poco tiempo después se materializaría.
Un caso paradigmático en Francia fue el denominado "L'Affaire Dreyfus" (el caso de Alfred Dreyfus, 1894-1906): un oficial judío, miembro del Estado Mayor, es acusado de "traición a la patria" por entregar documentación secreta al enemigo. Luego de un largo y viciado proceso es declarado culpable, pero investigaciones ulteriores demuestran su inocencia, así como la responsabilidad de otro oficial, un aristócrata. Lo que parecía un simple caso legal-militar, pronto se convirtió en una verdadera guerra civil, donde apareció lo mejor y lo peor de esa sociedad.
Era evidente que la misma estaba preparada para la acusación, exhumando el larvado antisemitismo de círculos del poder conservadores, añorantes de la monarquía y las jerarquías sociales. Si bien esa derecha católica y reaccionaria fue derrotada en los estrados y en parte de la opinión pública, el caso no inmunizó a Francia del antisemitismo ni del racismo; en cierto modo, la derecha racista y discriminatoria, antecesora del Régimen de Vichy (1940-1944), fue creada por este caso, nutriéndose de casi todas las obsesiones y prejuicios hasta hoy existentes, y fue la que organizó una serie de razonamientos utilizados a posteriori, entre ellos, por "nuestros" antisemitas.
A diferencia del nazismo alemán, el antisemitismo local careció del componente biologicista. No tuvo el concepto de "pureza racial", sí el de "limpieza espiritual". En el nacionalismo argentino predominó la visión religiosa y teológica que impregnó un espíritu de cruzada contra las ideas del liberalismo, pluralismo religioso, de la legislación laica en temas educativos y familia, del socialismo en cualquier variante (anarquista, marxista, reformista), herencia del conservadurismo de la oligarquía dominante.