Política y literatura
Venezuela: otro caso de "realismo mágico" en América latina
"Deben ponerse límites a esta situación y permitir que se verifique el proceso electoral, para que asuman las autoridades que surgen de la voluntad popular y no seguir con este 'realismo mágico' chavista", asegura el autor de la columna.
Por Ricardo Miguel Fessia
I - Ha pasado poco más de una semana de las elecciones en Venezuela, país donde desde hace tiempo se viene denunciando la comisión de todo tipo de atropellos a la ciudadanía por parte el Estado. Mejor dicho, por parte de algunos personajes, personeros o grupos que, en forma más directa o de manera encubierta, son el Estado. El detalle no es menor ya que ello le otorga otro rango jurídico internacional. Pero, concretamente, para el hecho que nos convoca (los comicios del 28 de julio), si bien se han tratado de arbitrar los medios, como ser veedores, registros paralelos y demás, puede apuntarse que la oposición venezolana ha caído en cierta ingenuidad. Es decir, pensaron que Nicolás Maduro podría hacer algunas maniobras fraudulentas, dibujar algunas actas o realizar otras pillerías, pero creemos que no se tuvo real conciencia que el régimen "va por todo".
No hay otra posibilidad. En cualquier democracia de las que conocemos -incluso desde las más prolijas hasta las más dudosas-, siempre la derrota es una posibilidad; lejana, remota, casi imposible, pero es una posibilidad al fin. En este caso eso no existe. Es absolutamente imposible que el oficialismo venezolano sea vencido por la voluntad popular. Ensoberbecidos de poder vacuo, se constituyen ellos mismos en el sentimiento y la voz del pueblo. Podríamos ser más breves y elocuentes: no aceptan las reglas de la democracia. Una gestión que es derrotada, entrega el poder y regresa al llano para volver con su prédica política y lograr para una nueva convocatoria, la adhesión de la mayoría. Son los ciclos democráticos.
Eso es imposible en Maduro y sus adláteres. Pero se han conocido casos de regímenes parecidos que debieron marcharse en forma clandestina, abordando una nave que ya estaba con las hélices circulando mientras algunos trepaban las escalinatas arrastrando pesadas maletas. Satrapías caribeñas de hace algunas décadas. En Venezuela no existe esa posibilidad. Ni la vecina Nicaragua estaría cómoda en recibir al voluminoso encargado de desbaratar y prostituir el proyecto de Hugo Chávez, que se rodea de militares que utilizan el poder estatal para acciones abiertamente ilegales como el narcotráfico. Nunca el desalojo es producto de los votos.
II - Las acciones de la oposición deben ser destacadas por su valentía y habilidad para evitar persecuciones, vetos y todas las zancadillas administrativas imaginables. En la previa se pudo ver a un candidato oficialista en cierta forma moderado, que no podía disimular una suerte de mordaza que le pusieron asesores de imagen, para no ahuyentar a los pocos que todavía lo siguen de verdad. En algunos actos hablaba de una realidad que solo en su cabeza existía, pero ante otras tantas barbaridades, se las tomaba como licencias. Hasta se difundieron "bocas de urnas" hilarantes por su extrema falsedad durante la mañana de los comicios.
El régimen podría haber planteado algunos recursos: robo de urnas, quema de actas por parte de "los agentes del capitalismo salvaje" y hasta un corte de energía (como alguna vez pasó en la provincia de Santa Fe). Pero no; descartaron esas naderías: hay que recurrir a la literatura y echar mano al "realismo mágico", ese movimiento bien latinoamericano que se empeñó, con lograda estilística, en mostrar lo irreal o raro como algo cotidiano y común. Pues bien, la República Bolivariana impuso ese recurso literario en lo político y en un escrutinio que nadie puede ver dijo, un par de horas después de cerrarse los locales: "Gané yo".
Cuando se escuchó alguna voz en discordancia, se lo tachó de fascista. Y si con ello no basta, llegaron los "palitos para abollar ideologías" como decía Mafalda. De ser necesario, en general siempre lo es, hay que arrimarlo al talego por unos cuantos días hasta que se prepara el proceso penal por atentar a la democracia. No se conoce régimen democrático en donde a los que objetan o plantean dudas respecto a los resultados se los encarcele. Si es un gobierno el que argumenta, se expulsa a sus diplomáticos.
III - Las muestras de su futuro accionar -su pasado está cargado de ello- las entregó el propio Maduro en algunas intervenciones donde sostenía que no haría el ridículo entregando los atributos del mando en ceremonia pública -prevista para el 2025- y luego tomarse alguna foto con su sucesor hablando de cuestiones de Estado. Había perseguido, bajo forma de proscripción a otros candidatos hasta convertir su vida y la de sus seguidores en un verdadero infierno.
Sabe que, más temprano que tarde, lo esperan tribunales internacionales donde se ventilaran las graves denuncias por violación de los Derechos Humanos que todos consideran como imprescriptibles. Para que quede en claro, en media lengua quiso decir que esto del recuento votos, que en algunas democracias se utiliza en casos excepcionales, no es tarea pública, por lo que nadie debería tener injerencia en ello más que los agentes del gobierno.
IV - Las elecciones han puesto a Maduro en un lugar muy incómodo, donde es solo mantenido por la conducción del ejército, absolutamente degradado y corrompido. La cuestión es la forma de salir del atolladero: la posibilidad de tender puentes de plata como los adversarios no está ni siquiera en la agenda de algún asesor con rasgos de humanidad, los países del orbe poco dicen y los que se manifiestan reconocen el triunfo de Edmundo González Urrutia.
Por lo tanto, sólo resta para el corpulento mandatario profundizar su autoritarismo grotesco lo que se encamina hacia la mayor violencia en las calles y continuidad de la sangría de hombres y mujeres que salen de su tierra sin ningún otro objetivo más que evitar ser víctima del régimen. Se lamenta en no poder levantar muros -como otro país democrático- para evitar la diáspora que lleva a la fecha ocho millones -cuarta parte del padrón electoral venezolano- dispersos por América y Europa.
V - Ha quedado en claro aquello que dicen los libros: es incompatible una elección en un modelo dictatorial. No se pueden utilizar herramientas de un sistema en otro derechamente contrario. La democracia, cuya versión empírica es la compulsa popular, legitima a los que conducen por un lapso de tiempo. Esta legitimidad no es un detalle simbólico, sino es la propia esencia que justifica el mando. Es tan burdo todo en Venezuela que los aliados históricos callan o cuestionan.
En nuestro país se puede escuchar un atronador silencio de los y las que hasta hace poco se manifestaban con verborragia y que fueron beneficiados por esas valijas que llegaban en vuelos privados. Durante la semana, requerido por la prensa, el actual gobernador de Buenos Aires evitó el tema hasta que tuvo que expresarse y concluyó en un: "Qué se yo, pregúntenle a Cristina". Una salida muy suya.
Precisamente, luego de un largo y saludable silencio -para el pueblo- apareció la ex presidenta para dar una conferencia en México. Entre los temas de su acostumbraba verborragia se refirió a Venezuela, no por gusto sino porque era imposible evitarlo. Así, sin nombrar al cuestionado presidente expresó: "Pido por el legado de Chávez que se publiquen las actas". Bastante a destiempo se acordó de pedirle a quien hace muy poco tiempo le colgó en el pecho la "Orden del Libertador San Martín", la máxima condecoración "para funcionarios extranjeros que merezcan en alto grado honor y reconocimiento" que pueda otorgar nuestra Nación.
A los exilados no se les permitió votar y los que permanecen en el país se los controló, pero el rechazo es tan grande que hasta los tradicionales seguidores del comandante Chávez apoyaron a la oposición. Hemos visto por las imágenes, cómo en barrios chavistas la gente se trepaba a las estatuas que lo inmortalizan y las derrumbaba para arrastrarlas por las calles. Acorralados por los hechos, algunos obtusos seguidores ante la burda patraña de la auto-proclamación, echan manos al recurso de considerarlo como una víctima de las sanciones del imperialismo, ávido del petróleo que yace en las entrañas de Maracaibo.
VI - El esquema construido por Chávez de "revolución bolivariana", que Maduro heredó, encierra un vicio de origen: revolución y democracia. Alguna vez el propio comandante, y para congraciarse, se refirió a las enseñanzas de Juan Domingo Perón. Y hasta hemos escuchado a Maduro entonar cánticos que lo identifican como "peronista y evista" (sí, evista), ante un grupo de "soldados de Perón", siendo que apenas unas horas antes lo había bajado de una oreja a Alberto Fernández, que hace unos meses no se cansaba de adularlo.
Se ve que no leyeron la parte de la historia que aclara que "el gran movimiento nacional y popular" no cometió escandalosos fraudes como el del domingo en Venezuela. Sí, desplegó algunas picardías para votar una norma o para dividir secciones electorales de acuerdo a su conveniencia, o llevó adelante acciones persecutorias -como contra Cipriano Reyes o Ricardo Balbín-, pero no razias generales, salvo algunos desbordes de hordas azuzadas que acometieron contra locales partidarios y algunas Iglesias.
VII - Definitivamente: deben ponerse límites a esta situación y permitir que se verifique el proceso electoral, para que asuman las autoridades que surgen de la voluntad popular y no seguir con este "realismo mágico" chavista.