Opinión
Victoria Villarruel, la gran ganadora de las elecciones presidenciales
La diputada nacional logró convertirse en una de las políticas más importantes de Argentina y tiene por delante la posibilidad de tomar decisiones trascendentales en la vida del naciente gobierno.
La intentaron tildar de amiga de las juntas militares y justificadora del autodenominado proceso de reorganización nacional. Los argumentos fueron dos: sus visitas a militares presos y su reivindicación a la memoria de las víctimas del terrorismo. Ninguna calumnia alcanzó para frenar su llegada a la vicepresidencia.
En ambos casos mencionados, la explicación radica en lo que fue su gran bandera mientras escribía libros mostrando los peores horrores perpetrados por la subversión en nuestro país y que fue soslayado desde el 2003. Fue esa misma lucha la que la acercó a los medios de comunicación y, desde ahí, a intentar inmiscuirse en la política.
Victoria Villarruel aparecía, tiempo atrás, en absoluta soledad frente a las cámaras de televisión para intentar ponerle voz a miles de historias silenciadas. Eran pocos los medios que abrían la posibilidad de dejarla hablar sobre lo que quería. En la medida de que sus argumentos y desarrollo académico le daban el sustento necesario para convertirse poco a poco en una de las representantes de los sectores aludidos, eran más en cantidad y potencia las voces en su contra. Tiempo después, otras voces se animaron a salir del susurro y a sumarse a su lucha en público.
Al llegar a la política, muchos anunciaron que dejaría atrás esa bandera por conveniencia. No lo hizo en aquella campaña para llegar al Congreso. Cuando logró la banca en diputados, la premonición era igual. Tampoco dejó de hablar de los mismos temas cuando legisló. Hasta ahora, como candidata, tampoco dejó atrás aquellos ideales y valores que la llevaron hasta el lugar que ocupa. De hecho, logró que gran parte del resto de la política transparente su propia posición sobre los hechos que ocurrieron en el final del siglo pasado en nuestro país.
Desde este 10 de diciembre, Villarruel reemplazará a la mismísima Cristina Fernández como vicepresidente de la República y titular de la cámara de Senadores de la Nación. Ese enroque no solamente sirve de ilustración del importantísimo rol que tendrá como mujer en la política nacional, sino en la rapidísima evolución de su figura de poder.
La compañera de fórmula de Javier Milei no sólo intentará complementar la exposición de la historia nacional, sino que será una de las armadoras de las estructuras de gobierno en materia de Seguridad, Defensa e Inteligencia. Esto ocurre en medio de una fuerte crisis de inseguridad; Fuerzas Armadas desguazadas y servicios de inteligencia al cuidado de los intereses de los signos políticos gobernantes y a la persecución de opositores, según las acusaciones cruzadas que ocupan la agenda de público conocimiento.
También, será la misma Victoria Villarruel quien intente los consensos necesarios para que la Cámara Alta del Congreso de la Nación acompañe las medidas y preste los acuerdos necesarios que el presidente electo crea pertinentes para el desarrollo de su gestión. Esta responsabilidad no es menor considerando el recupero de bancas por parte del peronismo allí y la conformación de una alianza precipitada con el PRO, que -si bien ya votaron varias leyes juntos- nunca actuaron colegiadamente en el parlamento con compromisos cruzados y, menos aún, siendo oficialismo, ya que ambos espacios podían proponer y acusar sin la responsabilidad de estar a cargo del Poder Ejecutivo Nacional de un país en crisis como el nuestro.